Por Pedro Paunero
Una primitiva creencia animista (del latín anima, alma, el concepto que dota a todas las cosas de alma) se encuentra debajo del miedo que algunas veces experimentamos al mirar un títere, un muñeco u otra representación antropomorfa.
Este miedo se cuela en realizaciones de fondo similar pero de forma muy distinta, desde los célebres Muñecos infernales[1] de Tod Browning al Chucky, el Muñeco Diabólico[2] dónde el vudú (y sus muñecos) cobran importancia primigenia, pasando por las extraordinarias cintas, con tufo a Serie B, de Hope Perello[3] como El titiritero del diablo y algunos bodrios de culto como Juguetes demoniacos[4] de la barata productora Full Moon.
En El teatro eléctrico de Bob[5], realizada por el pionero español (y muchas veces plagiario) Segundo de Chomón a principios del Siglo XX se mostraba un par de hermanos que le construían un teatro “eléctrico”[6] a su hermanita aburrida. Los muñecos en tal proscenio cobran vida y realizan una serie de payasadas entretenidas.
En La muñeca[7] de Ernst Lubitsch basada en un tema caro de E. T. A. Hoffman, se explora un tema preferido del escritor, los autómatas, pero reclamado para la comedia: la muñeca mecánica encargada por un muchacho reticente al casamiento para una simulación de boda es estropeada por el ayudante del fabricante de autómatas por lo que una chica de carne y hueso[8] la reemplaza. El muchacho y la chica, como es obvio, terminarán enamorándose y casándose, aparecida después del Pinocho de Carlo Collodi[9] y antes de la buena (pero no la mejor) adaptación de Disney[10]. De Pinocho, un muñeco que desea ser un niño de verdad, el escritor británico Brian Aldiss se apropiaría la idea para recubrirla de Ciencia Ficción en su relato Los superjuguetes duran todo el verano[11] y Kubrick, en esa extraña colaboración póstuma con Steven Spielberg produciría la malhadada Inteligencia Artificial[12]. Ya instalándonos en regiones robóticas, son creencias animistas las que recubren el respeto y el cariño que los japoneses sienten hacia sus androides y robots, siendo así, este país, aquél dónde la idea de que existe un alma robótica es más fácil de asimilar[13].
Excelente por analizar el tema del miedo atávico sobrenatural a los muñecos -a diferencia de las películas de robots-, es Magic[14] dirigida por un irreconocible Sir Richard Attenborough, de la cual cabría preguntarnos ¿es la mejor cinta sobre un argumento ya explorado por un capítulo de la Dimensión Desconocida[15] al apostarle a la angustia mental experimentada por el ventrílocuo protagonista (un joven Anthony Hopkins) mediante las proyecciones de su enferma personalidad en su muñeco que le acercan al thriller psicológico? Recordemos también la secuencia aquella de Poltergeist, Juegos Diabólicos[16] en la cual el muñeco de un payaso trata de ahorcar al niño protagonista con sus largas piernas de trapo.
En México, la siniestra Muñecos Infernales[17] retoma el tema, convertido ya en un clásico barato, mezclando todos los ingredientes: brujería, muñecos que cobran vida (actores enanos) y horribles venganzas. Cinta de Serie B, efectiva, que se recuerda, a pesar de su cutrez característica, con deleite desde la adolescencia (etapa en la cual debe ser vista).
Poltergeist.
Me enamoré de un maniquí[18] se decanta por la comedia romántica (un maniquí cobra vida y su dueño se enamora de este) y el cuento Amor por $17.50[19] de Charles Bukowski por el erotismo, ambas en la vertiente fetichista, variedad parafílica del androidismo, mientras ese otro cuento La muñeca de porcelana, de León Tólstoi, es una plena historia romántica, dulce e inolvidable muy lejana de esa cinta de culto, prohibida y tachada de sádica, violenta y misógina, llamada Maniac[20], al final de la cual las mujeres asesinadas por el maniaco del título, reviven en la forma de los maniquíes sobre los cuales ha colocado sus cabelleras, para asesinarlo en una venganza proveniente del más allá. Todas, historias que recuerdan ese otro clásico de la Dimensión Desconocida, Fuera de Horario[21], el cuento de la chica aquella que al visitar una tienda departamental descubre que ha tenido un permiso especial (un mes cada año) para salir al mundo de fuera del noveno piso, porque, por supuesto… se trata de un maniquí.
Después de este breve repaso, no nos extrañe que formuláramos, siendo niños, las preguntas ¿se mueve cuando nadie le mira, acaso mueve los ojos y nos sigue con la mirada, se despertará a medianoche e irá a por nosotros? cuando nos quedábamos solos en una habitación, rodeados de muñecos pues se trata de un temor arquetípico, anclado en la psique humana cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos.
EN LA FOTO DEL INICIO: Anthony Hopkins en Magic.
Notas
[1] Tod Browning, The Devil Doll (The Witch of Timbuctoo), 1936. En realidad no trata de muñecos diabólicos sino de personas empequeñecidas. Al final se trata de la misma cuestión: algo no humano (que parece humano, como una figura), contiene algo denominado alma.
[2] Tom Holland, Child´s Play, 1988.
[3] Hope Perello, Puppet Master, 1989, directora de Aullido VI (The Howling VI, The Freaks, 1991) secuela de la famosa The Howling (Aullido) que dirigiera Joe Dante en 1981; en la cual la directora otra vez rinde un homenaje a Tod Browning, en este caso a su Freaks.
[4] Peter Manoogian, Demonic Toys, 1992.
[5] Segundo de Chomón, Bob´s Electric Theatre, 1906.
[6] Para este realizador lo “eléctrico” era un pretexto para presentar lugares encantados (véase su célebre “Hotel eléctrico”, por ejemplo) dentro del campo de lo que sonaba a novedad científica pero que aún no era comprendido del todo por el público.
[7] Ernst Lubitsch, Die puppe, 1919. Basada en un cuento del clásico escritor E. T. A. Hoffman (1776-1822)
[8] Interpretada por una sensual Ossi Oswalda, denominada la Mary Pickford alemana.
[9] Pinocchio por Carlo Collodi, seudónimo de Carlo Lorenzini (1826-1890).
[10] Unas notas en favor de la cinta de Disney (dirigida por Hamilton Luske y Ben Sharpsteen en 1940), verdadero destructor del terror original de los cuentos de hadas en favor de melosas realizaciones: fue la producción que abrió el cine a las posibilidades de la animación, convirtiendo este tipo de películas en algo muy rentable.
[11] Supertoys Last All Summer Long, 1969.
[12] Steven Spielberg, sobre un guión de Stanley Kubrick, A. I. 2001.
[13] Un anime popular en Japón es Super Doll Licca Chan de Gisaburo Sugii, 1998, basado en el manga de Mia ikumi, una serie de aventuras mágicas en la Tierra de las Muñecas.
[14] Richard Attenborough, Magic, 1978.
[15] The Twilight Zone, Capítulo 33, Tercera Temporada, Mayo 4, año 1962, The Dummy, Guión de Rod Serling, basada en una historia de Lee Polk, dirigida por Abner Biberman. Episodio clásico que muestra el enfrentamiento entre un ventrílocuo y su muñeco a través de las proyecciones de su personalidad a su compañero de escenario. Véase también: La muñeca viviente (Living Doll, capítulo 6, Quinta Temporada, Noviembre 1, año 1963), escrita por Charles Beaumont, dirigida por Richard C. Serafian.
[16] Tobe Hooper, Poltergeist, 1982.
[17] Benito Alazraki, Muñecos infernales, 1960. En inglés The Curse of the Doll People ó devil Doll Men o Infernal Dolls.
[18] Michael Glottieb, Mannequin, 1987.
[19] Charles Bukowski, Se busca una mujer, Col. Compactos, Anagrama. 1987.
[20] William Lustig, Maniac, 1980.
[21] The After Hours, escrita y narrada por Rod Serling, dirigida por Douglas Heyes, Capítulo 34, Primera Temporada, 1960.