Por Hugo Lara Chávez
Morelia. En la primera jornada del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), se presentaron dentro de la competencia de Largometraje mexicano dos segundas películas: “Manto acuífero”, de Michael Rowe (Año bisiesto) y “Paraíso” de Mariana Chenillo (Cinco días sin Nora), dos filmes completamente opuestos tanto en género, como en forma y pretensiones: el primero un filme intimista y sobrio, mientras que el segundo un “dramedie” o comedia con ribetes de drama.
Precisamente con “Año bisiesto”, Rowe ganó en 2009 el premio Cámara de Oro, que reconoce la Opera Prima de los directores cinematográficos, en el prestigiado Festival de Cannes.
Rowe se mantiene cercano al estilo que lo catapultó en aquel primer proyecto: mínimos recursos, pocos actores y locaciones, una historia sencilla pero de un dramatismo siempre acechante, en una atmósfera opresiva y sombría. Si en “Año bisiesto” el cineasta de origen australiano afincado en México usó como protagonista a una mujer solitaria en conflicto con su sexualidad, esta vez su nuevo filme está narrado desde el punto de vista de una niña, Caro (Sofía Macías), cuya madre (Tania Arredondo) la ha separado de su padre y la ha llevado a vivir a una nueva casa en el campo con su nueva pareja, el severo Felipe (Arnoldo Picazzo), quien pretende que entierren su vida familiar del pasado.
El filme retrata las dificultades alrededor de la infancia, la incomunicación con el mundo de los adultos, la falsa idea de que ser niño significa ser feliz.
A nivel visual, el filme está llenado de alusiones a los insectos y gusanos que habitan el jardín de la casa, como un símbolo de esta historia entre repulsiva y fascinante, como alusión incluso al padre de la niña protagonista, que jamás aparece a cuadro pero es una presencia constante y sabemos que es entomólogo.
Igualmente, hay un estimable trabajo de fotografía de Diego García que la maneja con un estilo elegante y estática, con la cámara casi siempre desde la altura de la vista de la niña. Esto se complementa con la sólida dirección de arte del ganador del Oscar, Eugenio Caballero, que manejan una paleta de colores verdes y ocres.
Por su parte, “Paraíso”, segunda película de Mariana Chenillo (la ganadora del Ariel “Cinco días sin Nora”). Narra el conflicto de un matrimonio de obesos, que a raíz de un nuevo y prometedor empleo de él, se mudan de Ciudad Satélite a la Ciudad de México. A instancias de ella, comienzan una dieta que sólo a él le funciona y eso les crea una ruptura como pareja.
Basada en un cuento de Julieta Arévalo, el filme propone el desplazamiento tanto físico como interno de sus dos protagonistas. Inclusive, la trama podría prestarse para hacer un comentario sobre la obesidad en México, un grave problema de la realidad, pero esto se evita y gira hacia otro legítimo horizonte: la importancia de aceptarse y aceptar al otro tal como es.
La premisa resulta simpática a partir del retrato de sus dos personajes, pero gradualmente “Paraíso” se va desvaneciendo entre sus hoyos narrativos y los titubeos de la dirección, como la falsa idea del suburbio que es Satélite con respecto a la Ciudad de México (esa visión de suburbio no corresponde con la realidad actual) o las forzadas soluciones que no están bien amarradas en el guión, como el grupo de cocina gallega o el concurso de cocina. Igualmente, la dirección y el guión desaprovechan sendas situaciones para irse al extremo y agotar mejor sus planteamientos.
De lo mejor que tiene el filme es la participación de sus dos actores Andrés Almeida, Daniela Rincón, que manejan un buen nivel, así como un personaje secundario que interpreta Luis Gerardo Méndez, que está en su año de consagración con “Nosotros los Nobles”.
“Paraíso” es entretenimiento ligero que no resiste un análisis demasiado exigente. Incluso, habrá que disfrute el soundtrack del filme, que incluye temas de Hombres G y Alaska y Dinarama