Por Hugo Lara Chávez

Morelia. En la cuarta jornada del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), se presentaron dentro de la competencia de Largometraje mexicano, “La vida después” de David Pablos y “Penumbra” de Eduardo Villanueva.

“La vida después” es la opera prima de Pablos, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica y que en años anteriores había presentados algunos cortos en Morelia. Con guión del propio director y Gabriela Vidal, narra la relación  de Silvia (María Renee Prudencio) y sus dos hijos, Rodrigo y el menor Samuel. Silvia es una mujer emocionalmente frágil y eso determina el ambiente y la conducta de sus hijos. El filme arranca en la infancia de ellos y hacia la mitad se traslada a su adolescencia, cuando súbitamente Silvia se marcha y ellos emprenden su búsqueda hacia Cananea, a la casa abandonada del abuelo.

En su viaje, los dos hermanos se topan con situaciones insólitas, que terminan por darle forma a la tensión que prevalece en el ambiente (por ejemplo, un hombre persigue y golpea a una mujer por la calle, o en otra escena, los hermanos son detenidos en un retén militar). La trama también explora la confrontación silenciosa que gradualmente sube de tono entre los hermanos, pues mientras la naturaleza de Samuel es más sensible, el otro se muestra hosco y cínico.

Es un filme melancólico sobre la fraternidad y el amor materno, sobre las rupturas y la zozobra, que se desarrolla en la atmósfera desértica de Sonora, con su entorno de abandono y sequedad. Formalmente es una película bien construida, estéticamente sobria que aprovecha los planos de la cámara de José de la Torre y la edición de Miguel Salgado.

Pablos dirige con solvencia este relato familiar, con un buen desempeño de sus actores María Renée Prudencio, Américo Hollander y Rodrigo Azuela, además de los dos niños que lo hacen bien.  “La vida después” guarda una curiosa afinidad con otro filme de reciente estreno, “Las lágrimas” de Pablo Delgado, también egresado del CCC y que aborda un argumento similar.

Por su parte, “Penumbra” sigue la rutina de un viejo cazador, Adelelmo Jiménez, y su esposa, quienes viven solitarios en la montaña. Es un ejercicio de contemplación que invita a descubrir pequeñas sensaciones a través de las imágenes de la naturaleza y las escenas del cazador en sus caminatas, sus momentos de ocio o sus charlas triviales con su mujer o algunos lugareños.

A lo largo de 100 minutos, la cámara registra con ritmo lento y planos largos el paisaje boscoso y su sonido, así como la relación orgánica con el personaje, situado muy de cerca del documental antropológico. De hecho, el director refiere que conoció al personaje y le pareció tan fascinante que decidió realizar este filme. A pesar de su aparente monotonía, es un filme modesto que tiene sutiles picos dramáticos que se pueden disfrutar con necesaria paciencia.
 

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