Por Cristina F. Fimia
Noticine.com-CorreCamara.com

Es inevitable este jueves hacer mención a una de las grandes figuras del cine mundial: Federico Fellini. El 31 de octubre de 1993, en Roma, murió, pero no lo hizo su arte. Son tantas y tan buenas las cintas que ha dejado el director y guionista italiano, que no podía faltar un homenaje a su persona en el día del 20 aniversario de su desaparición. “La strada”, “La dolce vita”, “8 y 1/2” y “Amarcord” son solo algunos de sus grandes trabajos, esos que formaron parte de la “Edad de Oro” del cine italiano y europeo.

Aquel domingo cualquier amante del cine sufrió con la pérdida de Fellini, que llevaba dos semanas en coma en el Hospital Policlínico romano Umberto I, y se iba finalmente como consecuencia de un ictus cerebral a los 73 años de edad.

El genio Fellini ya demostró su arte a los 17 años, cuando comenzó a publicar en una revista sus caricaturas. Aquel seudónimo de “Fellas” escondía a un gran hombre que no solo dibujaba, sino que también escribía relatos sin saber aún que llegaría a ser un gran guionista. En 1939, tuvo que irse a Roma con su familia, donde comenzó a adquirir cierta fama a raíz de sus múltiples colaboraciones con el cómico Aldo Fabrizi.

Ya en la década de los 40, se dejó ver por vez primera en el mundo del cine escribiendo el libreto de “¡El pirata soy yo!/ Il pirata sono io!”, una película de Mario Mattoli. Tras ello, llegaron muchos proyectos donde Federico trabajó mano a mano con grandes figuras del momento como “Roma, ciudad abierta / Roma, città aperta”, de Roberto Rossellini, o “Delito / Il delitto di Giovanni Episcopo” y “El molino del Po / Il mulino del Po”, de Alberto Lattuada.

En 1951 se estrenó como realizador, primero codirigiendo, junto a Alberto Lattuada, el film “Luces de varieté”, y más tarde en su ópera prima “El jeque blanco / Lo sceicco bianco”, basada en una idea de Michelangelo Antonioni.

Su cine se puede dividir en tres grandes etapas. Sus inicios, con influencias del neorrealismo  italiano de los 40 y 50, con cintas como “Almas sin conciencia / Il bidone” o “Los inútiles / I Vitelloni”, (1953); un segundo momento marcado por el éxito internacional destacando “Las noches de Cabiria/ Le notti di Cabiria”, “La dolce vita”,  “Julieta de los espíritus / Giulietta degli spiriti”, “El Satiricón”, “Casanova” y “Amarcord”; y la época que marcó su final en el mundo del cine.

 

Pocos cineastas han ofrecido tantos datos autobiográficos en sus películas como Fellini, que conseguía plasmarlos de una manera magistral. Todo ello, disfrazado con el manto del saber hacer y la creatividad propia de un auténtico talento, que le valieron múltiples condecoraciones, entre ellas, cuatro Oscars a mejor película extranjera, doce nominaciones como guionista y director, que no culminaron, y un Oscar de Honor por toda su carrera.

Su ciudad natal, Rímini, celebra este año “Fellinianno 2013”, un proyecto que ha desarrollado a lo largo de este 2013 consistente en proyecciones de sus films, exposiciones y muestras sobre su vida.

En esta conmemoración es notable la ausencia de la Fundación Federico Fellini, fundada en el año 1995 por su hermana Maddalena con el fin de, según sus propias palabras: “mantener viva la memoria del director” y que hoy, según cuenta EFE, está en fase de liquidación “por problemas de inversión y falta de colaboración política”.

En una entrevista con el editor de Noticine.com, Jon Apaolaza (entonces responsable de Espectáculos en la agencia FAX PRESS, de Manu Leguineche), en los años 90, el español José Luis de Vilallonga, que actuó en “Julieta de los espíritus”, escribió un libro sobre él y fue amigo personal de Fellini durante buena parte de su vida, decía que tenía algunas obsesiones: “Las mujeres gordas, la muerte, de la que hablaba a menudo, la Iglesia y su parafernalia”.

El escritor y actor contaba varias divertidas anécdotas sobre las intimidades del maestro italiano y su relación con las mujeres. “Se que con ellas no tenía gran cosa. Recuerdo una actriz con la que trabajó mucho. Cuando hacíamos “Julieta de los espíritus”, se metía con ella en el camerino durante una hora y la gente comentaba mucho aquello. Un día se lo pregunté a ella, y me dijo: ‘Entra, se siente, me mira y punto'”, explicaba, y añadía esta otra: “Las mujeres gordas eran su obsesión. Una mañana me llamó por teléfono y me llevó al Trastevere. Entramos en un apartamento enorme, con todos los muebles cubiertos con fundas blancas. Abrimos la puerta de una habitación y allí había una cama con dosel y una mujer dentro, como de cuarenta años, desayunando. Yo no sabía dónde meterme. Nos pusimos a hablar del tiempo, y en un momento dado, Fellini me dijo que nos fuéramos. En la puerta se volvió y le dijo a ella: ‘María, quiero verlo”. Ella se dio la vuelta y nos enseñó un culo enorme, precioso. Estuvimos mirando unos segundos, que me parecieron siglos, y nos fuimos. Bajando la escalera, me dijo: ‘Un día sin ver este culo es un día sin sol’. Nunca más de volvió a hablar de ello, pero Mastroianni me dijo en una ocasión que Federico iba de vez en cuando a ver aquel culo: le ponía de buen humor”.

Fellini, por su parte dijo en una ocasión: “Hablar de sueños es como hablar de películas, ya que el cine utiliza el lenguaje de los sueños: años pueden pasar en segundos y se puede saltar de un lugar a otro”. Pues bien, él permitía a la audiencia soñar con cada cinta y saltar bien lejos a aquellos mágicos lugares que reflejaba. Todavía hoy, no se ha apagado la llama de su cine, que permanecerá indemne por los siglos de los siglos.

FOTO:  Federico Fellini , Mastroianni y Sophia Loren.