Por Hugo Lara Chávez

Pedro Armendáriz es el protagonista del clásico del cine mexicano “Distinto amanecer” dirigida por Julio Bracho en 1943, película que abre la 55 Muestra Internacional de la Cineteca. Armendáriz hace el papel de Octavio, un sindicalista que se ve envuelto en una intriga en la Ciudad de México, en la que se hallan de por medio unos documentos que comprometen al gobernador de su estado, Vidal, en el asesinato de un líder obrero. Las vicisitudes a las que debe hacer frente ocurren todas a lo largo de una sola noche, acosado por los matones de Vidal y por un espía que se hace pasar como inspector de la Compañía de la Luz.

En “Distinto Amanecer” se abordan temas espinosos y pocos frecuentados por el cine nacional de la temprana Época de Oro, como la lucha sindical, la corrupción en las esferas del poder, el espionaje político y la existencia de terribles cacicazgos. Pero además de estos motivos temáticos sumamente útiles para la trama rocambolesca de este thriller, hay otro frente narrativo menos visible pero muy genuino: la dolorosa purga de la conciencia de los remordimientos, los fracasos y las autotraiciones.

Armendáriz es acompañado en el reparto por Andrea Palma, en el papel de Julieta, y por Alberto Galán, como Ignacio, además del niño Narciso Busquets, que hace el papel de Juanito, el pequeño hermano de Julieta. En la película, Julieta e Ignacio forman un matrimonio mal avenido, a causa de la imposibilidad de ella por darle hijos y del fracaso profesional de él, convertido en un escritor mediocre. La relación se halla tan deteriorada que Julieta tiene que trabajar de fichera para sostener los gastos de su pequeño hermano,  mientras que Ignacio mantiene con descaro una relación adúltera con otra mujer. Ambos fueron compañeros de lucha junto a Octavio en una época pasada, durante los movimientos por la autonomía universitaria. Además, los tres personajes son protagonistas de un triángulo amoroso que se trenza con la intriga puesta en marcha, y que se entiende como la continuación de un asunto pendiente del pasado.

Armendáriz porta los valores de un personaje heroico en la vieja tradición , que es movido por sus justas convicciones, sin vacilaciones ni contradicciones, y que por ellas es capaz de poner en peligro su propia vida. El contrapunto lo asume el personaje de Ignacio, un hombre reducido a la mediocridad a pesar de sus virtudes, de su probable talento literario. Es un tipo lleno de contradicciones, atormentado y eso le otorga más matices. En Octavio se nota el peso de la figura idílica del héroe y luchador social, el cual al director le resulta muy complicado de manipular. Se trata de un héroe de una sola pieza, al revés del personaje de Alberto Galán, un antihéroe que posee más texturas dramáticas por las complejidades del mismo. Es llamativo ver en duelo a estos dos personajes en el intríngulis que revuelve al thriller con el romance, y hace sospechar en más de un sentido que Bracho se inspiró en ciertas películas norteamericanas, en especial de “Casablanca” (Curtiz, 1941),  con la que guarda una cantidad de coincidencias superficiales y estructurales. No hay que perder de vista que, como éste, es un filme realizado en el turbio entorno de la Segunda Guerra Mundial.

Tal vez para nuestro momento se sienta cierta ingenuidad en el suspenso de “Distinto Amanecer”, a raíz de cierta debilidad del pretexto (unos documentos comprometedores) y de la conducta de los villanos, que tienen toda la facha de ser rudos y mezquinos pero resultan sumamente incompetentes. Con todo y eso la película es robusta en sus demás flancos.

En “Distinto amanecer,” Bracho exhibe un gran sentido de la realidad no sólo en las vistosas locaciones de la película —el Palacio de Correos, las calles del Centro Histórico, la estación de trenes de Buenavista, el café de chinos— sino también en los interiores, como la vecindad, el bazar y el cabaret Tabú, en el que por cierto logra establecer un vínculo orgánico admirable entre los números musical y las acciones que ahí tienen lugar. Al mismo tiempo, sobresale el trabajo del fotógrafo Gabriel Figueroa, su delicado manejo de la iluminación, de los emplazamientos y los movimientos de cámara. Se nota, además, el pulso de Bracho formado en el teatro, conocedor del significado del tiempo y del espacio. La muestra clara e irrefutablemente de su control sobre el lenguaje cinematográfico se manifiesta en dos planos sensacionales: el primero, cuando los asesinos son instruidos para salir a la caza de Octavio y todos, al unísono, toman sus sombreros; más adelante, en la secuencia en el cabaret Tabú, logra una estupenda elipsis, cuando las parejas se ponen de pie de manera sincronizada para bailar en la pista, luego vuelven a ella y, finalmente, las mesas se ven vacías. Al trabajo del director, hay que ceder crédito a la labor del ya mencionado Figueroa, la editora Gloria Schoemann, el escenógafo Jorge Fernández y los compositores Raúl Lavista y Manuel Esperón.

Con todo y todo, “Distinto amanecer” deja el grato sabor de una película que se ha hecho contra el conformismo.

Bracho debutó en la industria como director con la comedia “¡Ay, qué tiempos, señor don Simón!” (1941), cuyo éxito le dio fama y fortuna. De su momento más prolífico destacan las producciones “Historia de un gran amor” y “La Virgen que forjó una patria” (ambas de 1942) así como  “Distinto amanecer” (1943), considerada por algunos críticos como su mejor obra, “Crepúsculo” (1944) y “Rosenda” (1948). En 1960 dirigió “La sombra del caudillo”, versión homónima de la novela de Martín Luis Guzmán y que estuvo enlatada por treinta años.

Director: Julio Bracho. Año: 1943. Estreno: 18-11-43. País: México. Producción: Emilio Gómez Muriel, Films Mundiales. Guión: Julio Bracho. Colaboración en los diálogos: Xavier Villaurrutia. Fotografía: Gabriel Figueroa. Operador de cámara: Domingo Carrillo. Música: Raúl Lavista. Arreglos Musicales: Manuel Esperón. Canciones: Agustín Lara, Antonio Fernández, Abelardo Valdés y otros. Edición: Gloria Schoemann. Duración: 108 minutos. Intérpretes: Andrea Palma, Pedro Armendáriz, Alberto Galán, Narciso Busquets, Beatriz Ramos, Paco Fuentes, Octavio Martínez, Felipe Montoya, Enrique Uthoff, Maruja Grifell, Manuel Arvide, Lucila Bowling, Manuel Dondé, Manuel Roche, Guillermo Zetina, David Valle Gonzalez, Ana María González, Kiko Mendive, Yolanda de la Cruz.


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Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.