Por Hugo Lara

Resulta muy curioso ver las imágenes de varias películas del spaghetti-western en sus variantes de zapata-western y tortilla-western, es decir, aquellas situadas en México durante la revolución o en sus guerras decimonónicas: allí encontramos al rubio Klaus Kinsky vestido de sombrero, cananas y sarape; a Orson Welles como coronel huertista, o a Tomás Millian como revolucionario  mexicano mimetizado como el Che Guevara.

Ellos figuran en este exótico universo fílmico de héroes derrotados e idealistas asesinados, donde también surgen inopinadamente bandidos de buen corazón, cínicos que cobran conciencia social, caza-recompensas que hacen justicia contra las canalladas, pícaros y robavacas románticos. En suma, protagonistas que hoy en día necesitamos en este mundo y que le dan vigencia más que nunca a este cine.

Raffael Moro y Bernd Hausberger nos entregan un libro sobre esa fantástica filmografía que floreció en los años sesentas y setentas del siglo XX, se llama “La revolución mexicana en el cine: un acercamiento a partir de la mirada ítaloeuropea”, editado por El Colegio de México. Se trata de un volumen hecho por varias plumas, que les ha dado la oportunidad a Moro y Hausberger de desempeñar el siempre difícil trabajo de editores, en el que deben organizar y balancear correctamente los contenidos, los temas y los puntos de vista, para que se complementen, enriquezcan al lector y al final se integren como unidad.

El libro cuenta con el análisis de un grupo de connotados autores, y cada uno busca hurgar aspectos particulares alrededor de la docena de películas del spaguetti que tocan las gestas revolucionarias mexicanas: Ricardo Pérez Montfort, Adela Pineda Franco, Eduardo de la Vega Alfaro, Montserrat Algarabel, el italiano Marco Giusti, el británico Christopher Frayling, el ibérico Rafael de España, así como los mismos Hausberger y Moro.

El texto introductorio brinda un panorama sobre el contenido que se desgranará. Por un lado, se establecen a la Revolución como un caso ejemplar de la formación “internacional” de un imaginario “nacional”. También establecen aspectos que serán revisados más adelantes por los otros autores, como el hecho de que mucho de estos spaguettis westerns revolucionarios nunca fueron vistos en México. O el contexto político que palpita en estos filmes, impregnados en los vientos libertarios de la generación del 68 y en el debate sobre el tercer mundo. Lo mismo sobre las condiciones de producción, generalmente en España, que motivaron en parte la adopción del mexicano como un protagonista y no como un personaje decorativo. Entre otros aspectos que se mencionan, se habla de los actores que alcanzaron celebridad en este subgénero, y se menciona al mexicano Jaime Fernández, que toma parte en “Quién sabe?”. Vale la pena recordar también a Noé Murayama, buen actor de cuadro mexicano que aparece en “Corre, Cuchillo, corre”.

En cuanto a los datos estadísticos, mostrados en las tablas de la introducción, nos hablan con claridad acerca del vertiginoso ascenso, clímax y descenso que marcó al spaguetti western en un lapso de una década, tanto en Italia como en Alemania, México y Estados Unidos. En ella se muestra el paradójico ascenso del western en Italia, contra la caída del género en su país de origen, Estados Unidos.

Los textos que siguen están ordenados para avanzar de forma agradable en el entendimiento y el desarrollo histórico de este subgénero fílmico, así como para ubicar figuras representativas e ideologías en su debate.

Marco Giusti, gran especialista italiano del spaguetti western, ofrece el contexto histórico que se da en Italia para darle cabida a este híbrido cinematográfico. Nos describe la llegada del spaguetti como la oportunidad de los jóvenes cineastas italianos de detonar su “Nouvele vague”, como un punto de quiebre generacional, ideológico y político con respecto a grandes maestros que seguían activos, como Fellini o Visconti. Y Giusti también comparte datos llamativos, como el hecho de que Morricone reutilizó el tema “El degüello” para su música.

Por su parte, el artículo de Ricardo Pérez Montfort es un acercamiento con rigor a las claves de los estereotipos mexicanos surgidos de la revolución, que Pérez Montfort ha estudiado concienzudamente por mucho tiempo. Es un texto que se ensambla con el de Giusti, en la intención de comprender mejor las herramientas de las que echan mano los cineastas del zapata y el tortilla western, sobre los temas revolucionarios situados en el porfiriato, la gesta armada, o en el juarismo o la intervención francesa. En el texto de Pérez Montfort se explica cómo la iconografía revolucionaria y mexicana –los paisajes, los magueyes, los sombreros, las cananas, el tequila, el charro, la Adelita, los corridos— se trasladaron por el mundo, se modificaron y se asimilaron por diversas vías.

Adela Pineda Franco en su texto “La nostalgia por el oeste” hace un recorrido histórico del western estadounidense y su acercamiento con la revolución mexicana y con los mexicanos, para poder explicar lo que crepita en el western italiano de los 60: el encuentro fortuito del cine de autor y el cine de género. Y así, por un lado, nos topamos con epifanías como la de Sergio Leone respecto a su filme “Giu la Testa!”: “La revolución mexicana es sólo un símbolo y no la revolución mexicana… un verdadero mito del cine”, citando a Christopher Frayling. Adela también se interna en esta sociedad desequilibrada, la pareja dispareja que forman el gringo y el mexicano en un puñado de estos filmes, y que refieren a una especie de matrimonio mal avenido, como se muestra igualmente en la estupenda cinta Quién sabe?.

En el siguiente apartado, el británico Sir Christopher Frayling, una de las autoridades del ámbito, se aboca a revelar una radiografía de los fundamentos fílmicos e ideológicos de los principales cineastas del spaguetti revolucionario: cinéfilos empedernidos que admiraban el western clásico, pero también jóvenes de su tiempo, que habían vivido la crueldad del fascismo y que ahora estaban comprometidos con los grandes debates sociales de los sesentas.

Frayling también nos habla de las libertades creativas que estos directores –Sollima, Leone, Corbucci y otros— con respecto a la revolución mexicana, para servirse de ella utilitariamente o ideológicamente. Y menciona casos anacrónicos como mezclar en el tiempo episodios históricos como la intervención francesa y el porfiriato, como también yo señalaría los absurdos geográficos, pues en la película “Corre Cuchillo Corre”, los protagonistas que viajan desde México, deben cruzar las Rocallosas para llegar a Texas.

En su texto titulado “De la Sierra Maestra a la Sierra Madre”, Raffaele Moro nos propone la fuerte militancia política de izquierda que contienen varias de estas cintas, que se sirven de la revolución mexicana para aludir sutilmente a las  revoluciones del Tercer Mundo, a figuras como el Che Guevara, o para tratar de forma alusiva a la realidad italiana.

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El investigador Rafael de España ofrece un interesante texto sobre el spaguetti western en el entorno de la España de Franco, donde se filmaron la mayoría de estos filmes a pesar de su contenido irreverente y subversivo, pero simulado con gran habilidad por los realizadores. El autor nos pone en la pista de algunos curiosos antecedentes, como la aparición por primera vez de un bandido mexicano en el cine español, en la cinta “Héroes del 95” de 1945. Igualmente, son sabrosos los casos que trata sobre la rígida censura española y los aprietos que causaron algunos filmes, como Quién sabe? Donde Klaus Kinsky encarna a un sacerdote católico justiciero.

Bernd Hausberger, con humor mordaz y agudeza crítica, desgrana el sistema de estereotipos del mexicano en el cine,  y con ello se abre paso para tratar un tema delicado: el mal sentimiento que el cine extranjero de la revolución puede producir en México. Habría que anotar que ese mal sentimiento tal vez era sobre todo más acentuado en aquellos años sesenta y setenta por el contexto histórico-social del régimen. En ese sentido, Bernd formula una analogía entre el cine mexicano de la revolución, un cine conservador y normalmente evasivo para tratar temas políticos, y por otro lado el spaguetti revolucionario, un cine de tendencia anarquista y abiertamente impulsado a lo político y lo violento.

Por su parte, Eduardo de la Vega, escribe un capítulo imprescindible, acerca del western mexicano que transitó por dos etapas: el camino propio previo al éxito del spaguetti, que alumbró cintas importantes como “Los hermanos del Hierro”.  Y el otro camino del western mexicano al que se refiere es aquel ya influenciado por los italianos, por su audaz estética y narrativa. Es un análisis oportuno porque permite asomarse a la dinámica de la creación fílmica, al ir y venir de un cine y una industria que buscaba a su público, como “El caudillo” y “La chamuscada”, de Alberto Mariscal. Incluso “El Topo”, de Jodorowsky o “Bandidos” de Luis Estrada.

El último artículo, de Monserrat Algarabel, se interna en el asunto de la censura y el rechazo en México contra los filmes revolucionarios del spaguetti western. Su artículo se apoya en buena parte en ciertas descalificaciones de la crítica fílmica, con sendos testimonios citados sobre un puñado de películas en las que se objetaba el retrato salvaje, violento y subdesarrollado de los mexicanos, que hipotéticamente formulaban tanto algunas películas italianas como varias de Hollywood.

En suma, este libro es un caleidoscopio para aproximarse a una rareza del cine mundial, llenos de buenos detalles, de sutilezas, de moción, de ideología, de militancia, de desenfado, de ironía, de humor, de agravios, de desagravios, de anécdotas, de tropiezos, de aciertos. La publicación en México de este libro sobre los zapata western y los tortilla western, los spaguetti westerns de la revolución mexicana, o como quiera llamárseles, es muy oportuno porque nos permite asomarnos, como público mexicano, a una de las representaciones de la modernidad más difundidas sobre nuestra cultura desde el extranjero.

Aunque hay artículos más académicos que otros (las citas y referencias son muy valiosas y le dan profundidad) es un libro agradable y fluido. Quizás algunas reiteraciones podrían evitarse pero al final resulta una invitación para descubrir estos filmes, estos cineastas y actores, estas figuras y metáforas extravagantes.

La posibilidad de Internet –y de otras formas de comercialización— hoy en día hacen asequibles estas películas que por muchos años fueron inaccesibles en el país. Y esa es una buena oportunidad para verlas, para analizarlas, para criticarlas, para disentir de ellas, para pensar pero sobre todo, de cinéfilo a cinéfilo, para divertirse y reír. ¿Quién sabe?
 

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Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.