Por Verónica López

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Un día la periodista y escritora española Teresa Viejo, conocida por su labor televisiva, se presentó en la casa del cineasta residente en México Miguel Morayta Martínez, quien fue hasta su fallecimiento el pasado junio el más anciano realizador vivo, con la intención de elaborar un documental sobre su vida, “pero los hechos son tan tozudos que, al final, me dije “ponte a escribir ficción”. Así ha ocurrido. La española ha plasmado en su libro, “Que el tiempo nos encuentre”, una mezcla de ficción con las vivencias de uno de los más prolíficos cineastas mexicanos de la Época de Oro, quien llegó a filmar hasta cinco películas al año.

Ambientada a principios de los años 40 en México, la historia arranca cuando el Quanza, un barco con refugiados españoles, llega al puerto de Veracruz. Una bellísima joven se dirige al muelle para recibirlo. Es Aurora, quien llegó cinco años atrás como niñera de los Vigil de Quiñones. Huyendo de la Guerra Civil española y ocultando un terrible secreto familiar, decidieron emprender un largo viaje para empezar de cero y recomponer sus vidas. Lo que encontrarán será un ambiente muy diferente al que dejaron atrás: bailes, fiestas, grandes orquestas tocando a ritmo de danzón y boleros, y, en especial, una creciente industria cinematográfica cuyas estrellas compiten con las de Hollywood. Aurora comprende que su verdadero futuro está allí y no en una España abrumada por los horrores de la contienda. Enamorada de Pablo Aliaga, un joven español lleno de sueños de gloria y fortuna, obsesionado con encontrar tres rollos de una película maldita que desaparecieron en 1936, Aurora trabará amistad con una enigmática alemana dueña de un prostíbulo donde esconde muchos misterios. Con la ayuda del productor Diego Espejel, secretamente prendado de ella, comenzará a labrarse una fulgurante carrera en las pantallas de cine bajo el nombre de Vera Velier.

En declaraciones a La Razón, la autora, que escribió los ensayos “Cómo ser mujer y trabajar con hombres” y “Hombres. Modo de empleo”, ha relatado cómo Miguel Morayta, que por aquel entonces tenía 103 años (falleció el pasado verano con 105), “no quería recibir a nadie, era un hombre encerrado en sí mismo, que guardaba a la vez un gran amor y rencor hacia España. Me entrevisté con sus nietos y me pusieron en contacto con otros familiares y así fui descubriendo aquella época llena de glamour y la leyenda negra que se había creado alrededor de la película ”Carne de fieras”, y lo vi claro. Lo digo en la dedicatoria: nunca un silencio cundió tanto”.

 

Así pues, el papel del realizador hispano-mexicano en la novela es el mentor de Pablo Aliaga. Éste último fue ayudante de dirección en “Carne de fieras” y solo piensa en convertirse en un popular director y encontrar a Aurora, a quien conoció en el rodaje del film. “Que el tiempo nos encuentre”, cuyo título se extrae de una cita del escritor Federico García Lorca, permite a los personajes del relato hallarse en un ambiente muy diferente al que dejaron en España: “bailes, fiestas, grandes orquestas tocando a ritmo de danzón y boleros, y, en especial, una creciente industria cinematográfica cuyas estrellas compiten con las de Hollywood”, según describía la presentación lanzada en la página web oficial del libro.

La autora se sintió atraída por la figura de Morayta, quien cursó estudios en Toledo, y prosiguió en la academia militar de Segovia, donde se preparó en ingeniería y artillería. Cuando en 1936 estalla la guerra en España, el cineasta se encontraba como agregado militar en Tánger, y no se unió al golpe a diferencia de muchos de sus colegas que se sumaron a Franco, sirviendo así a la República durante toda la contienda, en la que ocupó puestos de relevancia en la milicia fiel a la legalidad.

El viaje en barco hasta América, tras la derrota y su paso por campos de concentración franceses duró más de un año, y en la navegación coincidió con Alcalá Zamora, ex presidente de la República. Su intención era afincarse en Buenos Aires, donde contaba con familiares, pero el barco dejó a Miguel Morayta en el puerto de Veracruz el 19 de noviembre de 1941, y en México se quedó para dedicarse a los diferentes oficios del cine. Hizo casi más de un centenar de títulos como director, productor o guionista (desde los años 40 hasta 1977). Todos ellos de temática comercial pero en diversos géneros. “El mártir del calvario”, “Joselito vagabundo”, “Detectives o ladrones”, “La venenosa”, “Cara de ángel”, “Amor perdido”, “¡Ay pena, penita, pena!”, fueron alguno de sus títulos más significativos, y en su carrera filmó diferentes coproducciones, incluso trabajando con “estrellas oficiales” de la España franquista como Joselito, Carmen Sevilla o Lola Flores. Es más, en opinión de su hijo, Morayta “realizó muchas películas en la Época de Oro y sabemos que su recuerdo permanecerá a través de ellas. Siempre fue muy trabajador, dedicado, honrado y con muchos principios, los cuales nos inculcó desde pequeños. Fue un hombre que dio mucho a su país, fue muy querido en México y en países como España, donde le dedicaron varios libros”.

Y tras haberle dedicado varios ejemplares, ahora ha llegado esta historia llena de huidas y secretos, la cual ha ficcionalizado la vida del cineasta. “Que el tiempo nos encuentre” ha permitido descubrir el espíritu cuentista y narrador de Viejo. Asimismo, la escritora ha reconocido al diario español que se planteó “por un lado, que hubo españoles que ya hace años tuvieron que reinventarse, y por otro, la gran cuestión: qué hacer con los secretos, creo que ése el verdadero leitmotiv de la novela”, teniendo en cuenta que “no hay otro país de América que esté tan cerca de nosotros como México. España está en cada costura de este país”.

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