Por Hugo Lara Chávez
El estilo del realizador francés Robert Bresson es ante todo una declaración de principios sobre su concepción del mundo, donde el cine opera como una extensión de su rigor, su mirada y su imaginación.
Con trece películas filmadas a lo largo de ocho lustros, es por méritos propios uno de los directores más importantes e influyentes de la postguerra, e incluso incide en la obra de varios cineastas mexicanos y latinoamericanos contemporáneos, como Carlos Reygadas, Amat Escalante o Lucrecia Martel.
Nacido en 1907 y fallecido en 1999, Bresson practicó la pintura hasta antes de enrolarse en el cine, primero como guionista y posteriormente como realizador. Dirigió su primer largometraje en 1943, “Les anges du peché”, durante la ocupación alemana.
Con “Diario de un cura de aldea” (Le Journal d’un curé de champagne, 1950) manifiesta plenamente su estilo minimalista, basado en una austeridad narrativa casi calvinista, con el empleo de actores no profesionales —a los que llamaba ‘modelos’—, una cuidada banda sonora y una estética emparentada con el realismo poético y el neorrealismo italiano.
Bresson ocupó un lugar intermedio entre la vieja y la nueva generación de cineastas franceses
De alguna manera, Bresson ocupó un lugar intermedio entre la vieja y la nueva generación de cineastas franceses. Eso le permitió conservar una posición independiente, desde la que avanzó haciendo su propio camino. Con “Un condenado a muerte se escapa” (Un condamné a mort s’est echapé, 1956), hilvanó una narración en primera persona para ofrecer un testimonio sobre uno de los conceptos que más le atraían, la libertad.
De manera prácticamente interrumpida, sus siguientes películas fueron casi todas obras maestras: entre otras “El Carterista” (Pickpocket, 1959); “El proceso de Juana de Arco” (Le proces de Jeanne d’Arc, 1961); “Una mujer dulce” (Una femme douce, 1969); “El diablo probablemente” (Le diable probablement, 1977) y “El dinero” (L’argent, 1983). En varias de ellas Bresson se muestra además como un magnífico adaptador, al llevar al cine obras de Diderot, Dostoievski y Tolstoi. En esos casos y en sus guiones originales, logró exponer varias de sus constantes como la espiritualidad, la individualidad y el destino.
El cine de Bresson cautiva porque está completamente despojado de la parafernalia y la grandilocuencia que suele venderse como única opción del espectáculo cinematográfico. Patrañas. Las deliciosas y elocuentes películas de Bresson, con toda su desnudez, siguen siendo muy inspiradoras.
Still de Pickpocket