Por Jean-Pierre Garcia
En exclusiva desde Cannes
Desde hace años, los amantes del cine saben que hay un director que cuenta historias que otros directores siempre olvidan o casi siembre; los cinéfilos saben que el inglés Ken Loach tiende a mirar hacia las vidas de la gente humilde. Salvo los hermanos Dardennes (Bélgica), pocos son los directores que hacen oír a los “que no tienen voz”.
“Yo, Daniel Blake”, que participa en la competencia oficial en el Festival de Cannes 2016, es la historia de un carpintero casi sesentón que después de un paro cardiaco necesita el apoyo del seguro social mientras sus doctores no le permiten trabajar. Esto es para Daniel el inicio de una pesadilla pues el sistema que, en teoría salva o apoya a los enfermos, se ha vuelto tan burocrático que la gente se cansa de pedir limosna en lugar de disfrutar un apoyo merecido. De facto este sistema hace todo lo que puede para que la gente renuncie a su propios derechos. Con el manejo de Internet todo se complica, si no sabes como entrar en una pagina web, te vuelves un inútil o un tonto. Es lo que ocurre a tantas personas de más de cincuenta años.
En el medio de este drama, Daniel Blake se hace amigo de Rachel, una madre soltera que ni siquiera come para poder dar lo suficiente a su hija e hijo. Otra víctima del sistema burocrático. Daniel la ayuda en cositas sencillas que tocan a la casa, cuidando de sus hijos de vez en cuando y, como buen carpintero, haciéndoles unos juguetes de madera.
Pero la vida nunca se transforma en un cuento de hada, a pesar de la solidaridad entre las personas humildes. Rachel es sofocada por la dura rutina, Daniel no consigue el apoyo social y todo se trastorna. La película es protagonizada por Dave Johns, Hayley Squires, Briana Shann y Dylan Phillip McKiernan.
“Yo, Daniel Blake”, con el estilo muy respetuoso y sensible de Ken Loach, busca su camino en los detalles sencillos de la vida cotidiana de estas personas. Los colores son de tonos azules y grises, como saliendo de ventanas sin luces; el sol es casi ausente o de color llovizna en estos paisajes urbanos de la provincia inglesa. De vez en cuando nos imaginamos el olor acariciante de una cena (de pastas con tomate), una comida que a los niños les parece deliciosa. Sin caerse en un cine miserabilista, Ken Loach (ya sabemos que no es uno de estos vampiros de la miseria) toca a estas injusticias escondidas en el pseudo-milagro económico británico.
Mucho de lo que nos queda después de la proyección de « Yo, Daniel Black » es la pintura de un mundo callado pero tan tristemente real. Ken Loach sigue el camino que pintores como Zurbarán o Goya tomaron en lo que toca a España, los hermanos Lenain en Francia, y Diego Rivera en México. Como buen campesino, Ken Loach no se pierde el surco que dibuja su arado creativo en la tierra.
¡Ojalá siga durante años! Ken Loach ha venido a añadir una piedra más a su edificio cinematográfico. Y esto lo tenemos que agradecer.
Saliendo de esta proyección, recordé las palabras de Donald Sutherland (actor canadiense y miembro del Jurado de este Festival 2016). Como le pedían cuáles son sus mejores recuerdos, dijo : « Hace mas de sesenta años, vi en Toronto dos películas el mismo día, La strada de Federico Felini y quince minutos después Path of Glory (los senderos de la Gloria) de Stanley Kubrick. Estas dos películas transformaron mi vida y decidí hacer cine ».