Por Jean-Pierre Garcia
Desde Cannes
El sol vuelve lentamente a la Costa Azul, así que hubo esta mañana unos lindos rayos que acariciaron a los valientes cinéfilos que fueron a ver «Neruda», el sexto largometraje del chileno Pablo Larrain, director también de “Tony Manero” (2008) y “El club” (2015). Fiel a la sección paralela de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes que dio luz internacional a “No” en 2012, Larrain nos propone una mirada original en torno al gran poeta de Chile, pues las otras dos grandes figuras de aquel país en el ámbito del arte fueron dos mujeres: Gabriela Mistral y Violeta Parra.
Se trata aquí de una parte muy importante de la vida del poeta, hombre ya maduro pero todavia no premiado por el Nobel: Neruda en tiempos de la Guerra Fría, pues en 1948, por haber criticado al presidente de su país en el senado, el poeta está a punto de ser arrestado por un agente policiaco.
La película nos cuenta las búsquedas del policía para acorralar al poeta, busqueda que Neruda transforma casi en una broma o mejor en una farsa. Pues nos damos cuenta, paso a paso, que el policía es un personaje inventado por Neruda, aficionado de novelas policiacas y de lugares de mala fama. Tanto en Santiago como en Valparaíso, Neruda era muy conocido en estos bares donde se bebía mucho, se veían muchas chicas más o menos atractivas y hasta cantantes travestis (en especial hay un momento delicioso en que un travesti con voz femenina muy grave canta «Sandunga», uno de las inolvidables canciones de la gran Chavela Vargas).
Este policía trata de hacer bien su oficio, es serio pero no tan eficaz. Todo esto resulta normal pues fue inventado por el poeta. Así que oímos hablar de Neruda desde un punto de vista muy conservador, el del policia enviado por el presidente. Simboliza de cierto modo el hecho que Neruda no se perdona a sí mismo haber contribuido a elegir este tirano, cuando éste era más joven y desarrollaba un discurso «populista».
Al lado del policía, descubrimos muchos de los sueños y de los fantasmas eróticos del poeta, su aptitud para ponerse en escena y ser siempre (o casi) el rey de las fiestas o de los eventos. Nos damos cuenta también del gusto de los chilenos por la poesia, independientemente de que se trate de clase media alta, de aristócratas o de trabajadores muy humildes.
Neruda fue toda una leyenda, un mito y un símbolo de la libertad en su país como en el mundo entero. Estos aspectos de la figura de Pablo Neruda se construyen poco a poco en aquel periodo políticamente muy complicado pero muy diferente de lo que serían los últimos días de Neruda, después del golpe militar de Pinochet en 1973. En un momento muy fugaz vemos que el militar que maneja en 1948 unos campos de prisoneros políticos en el desierto del norte de Chile es y tiene cara ¡de Augusto Pinochet !
Como lo hizo en « No », Pablo Larrain cuida con mucha atención los decorados naturales, los interiores y los vestidos de sus personajes. Propone un tratamiento de la foto muy especial y nos situamos en el final de los años cuarenta con un sentido muy auténtico. Este efecto los proporciona también el cuadro de actores que tiene un excelentisimo trabajo: Luis Gnecco da vida a un Pablo Neruda que Larrain y él se imaginaron (entre juego y choque con el mito). Gael Garcia Bernal se vuelve un policía recien nacido (se pudiera decir recién parido) en la fantasía de un gran autor, como la sombra cinefílica de un poeta que es, a la vez, «deus ex maquina» del Film Noir. Sin olvidar tampoco a Mercedes Moran, intérprete muy sutil de Delia del Carril, militante y pintora, esposa y gran amor de Pablo Neruda. Entre la locura creativa del poeta, la búsqueda loca del policía, se instala con el personaje de Delia un extraño «menage à trois» muy singular y fuerte.
Pablo Larrain es muy buen director de actores, su propuesta es muy original, si bien no tanto en la puesta en escena (bastante clásica) sino en su guion. Sabe escaparse de los clichés muy comunes a los biopics para proponernos en cambio un tipo de road-movie chileno con estrellas de la literatura y de las artes, muy naturales y sofisticados al mismo tiempo.