Por Jean-Pierre Garcia
Exclusiva desde Cannes
Dentro de la competencia oficial del Festival de Cannes de este año, se esperaba mucho de “Juste la fin du monde”, la sexta película de Xavier Dolan, el joven director canadiense galardonado por “Mommy” en 2014 con el Premio del Jurado (ex-aequo con Jean-Luc Godard), que esta vez decidió adaptar una obra de teatro del gran dramaturgo francés Jean-Luc Lagarce. Y al final teníamos razón. La película resulta muy fuerte, conmovedora y muy perturbadora. El encuentro entre dos universos, teatro y cine, en lugar de ser contradictorio, se muestra aquí plenamente complementario.
Xavier Dolan se apoya en el texto de la obra teatral de Lagarce, del cual transforma ciertos elementos. Lo que queda es la fuerza y la originalidad de la palabra de un joven autor dramático que murió muy joven de Sida. El trasfondo permanente en “Juste la fin du monde” es la violencia y la injusticia que representa esta epidemia terrible, de la cual nunca se pronuncia la palabra VIH en todo el filme.
El relato se establece a mediados de los años noventa, cuando morían cada día muchas personas infectadas de Sida. Louis (Gaspard Ulliel), un escritor de 34 años, después de un autoexilio en Francia de más de doce años, decide volver a su país y pueblo en Canadá. Volver significa tratar de reencontrarse con su madre y sus hermanos y, además, entraña para el personaje imaginar el mejor modo de hablar con ellos. Es también el dilema para explicarles una decisión irrevocable, pues está enfermo y tiene que informarles que va a morir en poco tiempo.
Desde doce años, Louis no ha visto a su madre (Nathalie Baye), a su hermano mayor (Vincent Cassel) y a su hermana (Lea Seydoux). No conoce tampoco a la mujer de su hermano y madre de sus sobrinos (Marion Cotillard). Se trata de una familia como hay tantas, humildes pero cercanos y con una madre algo desquiciada. Desde el momento en que llega a casa es evidente que toda comunicación es imposible entre ellos: la madre no lo atiende en seguida pues se está pintando las uñas; la esposa del hermano que casi tartamudea de emoción; la hermana que fuma y fuma en su cuarto; el hermano mayor que riñe con su esposa sin razón, para afirmar que él no se fue y que se quedó con el peso de la familia.
Cuando aparece la madre todo empeora, los hermanos se ponen celosos, el mayor afirma que Louis fue siempre el hijo consentido, que siempre hizo lo que quería sin cuidar de los otros. Lo que sale de sus bocas no son palabras sino frustraciones, celos o neurosis, la histeria se instala entre ellos. En este desarrollo, los actores aportan su capacidad expresiva y sus presencias impresionantes, asimilan perfectamente esta situación de puerta cerrada, el famoso recurso del «huis-clos» del teatro francés.
De modo progresivo, cada personaje retoma el papel que escogió desde su juventud, roles que agotan, aburren o dan un dimensión trágica mediante charlas que se transforman en peleas de niños. A veces los duelos verbales suenan como episodios de una antigua tragedia griega y tienen olor a muerte o a puñaladas que los hermanos quisieran darse uno a otro.
El personaje de Cassel es rijoso y altanero, permanentemente opuesto a todo, mientras que Louis habla en voz baja y aparenta calma, finge entender las heridas de su furioso hermano. Cada cual juega a ser víctima desde siempre. Los ambientes son sofocantes, no parece que exista una puerta aun pequeña para escaparse, e inclusive, cuando los dos hermanos salen en auto en cierta escena, ese vehículo se vuelve una prisión sobre ruedas. En medio de este drama, el humor negro se abre paso y, entre más pasa el tiempo, más esclaviza a los personajes, impidiendo que el entendimiento sea posible.
Marion Cotillard aseguró que “Cuando lei el guion, lo vi de inmediato magnífico y con un lenguaje muy sutil. Trabajar en este tipo de set es algo especial. El director Xavier Dolan se siente muy cercano a los actores. Él, nos da todo, de tal modo que nosotros estamos listos para dárselo todo a el» La repuesta de Xavier Dolan es casi automática : «Trabajar en esta película con tales actores fue para mi como armar un taller en el que todo nos salió bien».
La experiencia de ver este film no fue de una fácil digestión para todo el público, pues nos atrapa en una red a veces espantosa pero a la vez maravillosa.
FOTO. Marion Cotillard © L. Laumont / FDC