Por Ali López

“Daemonium” (Pablo Parés | Argentina | 2015) fue la cinta encargada de inaugurar la edición XV del Festival Internacional de Cine de Horror «Macabro», en un aposento clásico y majestuoso de nuestra capital, el Teatro de la Ciudad «Esperanza Iris». Otra vez las largas filas de fanáticos del horror se hicieron presentes, a pesar de las inclemencias del tiempo, y certificaron a «Macabro» como uno de los festivales más importantes del país.

La cinta argentina está hecha a partir de la añoranza, de una estética generacional, latinoamericana, traída a nosotros gracias a canal 5; con la programación de cintas como “Terminator”, “Mad Max” o Soldado Universal”, regularmente dobladas al español y tropicalizadas para un público televisivo que poco acceso tenía a la versiones originales. Aunado a un boom de videojuegos que se dio en la década de los 90; títulos como “Mortal Kombat” o “Street FIgther”, que también tuvieron sus películas, así como las sagas ‘adultas’ de “Final Fantasy”. Agregando que, en dicho canal, las caricaturas formaban parte importante de lo que se podía ver; series animadas, que ahora se han vuelto de culto, como “Thundercats”, “Dragon Ball” o “Gárgolas”.

El problema principal de la cinta es ese, tratar de mezclar todo en un sólo universo, sin antes regalarnos unos minutos de adaptación. La cinta comienza ya con un clímax acuestas, y no se toma el tiempo de explicarnos la reglas del juego, no hay gancho. Los personajes con los que profundiza son los menos sólidos de la trama, mientras que hay otros que merecerían tener un profundidad más concreta. Entonces, a pesar de que habemos muchos que reconocemos las referencias, y los chistes visuales, son pocos los que logran hacerse participes de esta trama; pues lo nuevo que nos ofrece, que llega a ser interesante, se pierde en un mar de alusiones.

Estéticamente la cinta no le pide nada a nadie, pues aunque juega con lo retro, y la cámara de videojuego, no se concentra en la tecnología y efectos del pasado, como la maravillosa “Turbo Kid”, sino que tiene miramientos a los efectos actuales. La cámara es siempre vertiginosa, y el descanso es poco, muy parecido al intro de juegos como “Halo”, o “Gears of War”, más cercanos a los dos miles que a los noventa.

No se puede decir que la película sea mala, aunque lo es, pues el encanto que maneja termina por esbozar una sonrisa en quién la mira. Pero queda corta ante títulos similares, muy en boga en estos días, que juegan con la añoranza a una época, que con más defectos y virtudes, fue la que educó a creadores cinematográficos que hoy se encuentran activos.