Por Lorena Loeza
De las muchas maneras que hay de generar impacto, quizás la más efectiva sea la provocación. Y no hay solamente un recurso que sea útil, para lograrlo. A caballo entre el horror, el asco y el disgusto, Julia Ducorneau parece haberse propuesto que termines de ver “Titane” (2021), su más reciente película, pensando que en algo te ha cambiado a punta de sacudidas. Cabe recordar que “Titane” fue la ganadora de la Palma de Oro este año en el Festival de Cannes.
Ya en su anterior filme (“Voraz”, 2016), Ducorneau había dejado claro de alguna manera, que su proceso creativo pasa por mostrar de manera descarnada, lo que no muchas personas quisieran ver. En aquel caso, desarmaba el lado salvaje de lo femenino y de cómo aprendemos a domesticar nuestros deseos más básicos, ilustrados —muy gráficamente— en forma de sangre y carne.
En esta ocasión, Ducorneau vuelve a sacudirnos, pero en esta ocasión el mensaje es complejo y multivalente. Entre cuerpos fragmentados, identidad, sadismo y desesperanza, la película es un cúmulo de imágenes que no dan tregua, ni posibilidad de desviar la mirada.
La historia inicia con el trágico accidente que, siendo apenas una niña, le deja a Alexia una placa de titanio en la cabeza. Alexia crece, desarrollando una personalidad poco empática y de tanta frialdad y dureza como el metal que ya forma parte de su cuerpo.
Esta primera parte, podría parecer un relato terrorífico acerca de cómo la personalidad psicópata se construye a lo largo de los años, mostrándonos a una especie de asesina en serie, que se fue moldeando lentamente. Pero haríamos mal en sacar conclusiones apresuradas, si no esperamos ni seguimos mirando.
Alexa adopta la personalidad de un pequeño perdido, tratando de escapar de la policía que ya la busca por diferentes asesinatos. Y aquí la película da un giro inesperado, cuando el padre del chico, dice reconocerlo y llevárselo a su casa.
Este juego andrógino de roles e identidades es un caleidoscopio de extrañas situaciones relacionadas con la paternidad, la soledad y la sexualidad. Entre fantástico y misterioso, nada parece verdad o mentira. Todo es posible, plausible y aterrador.
“Titane” está hecha para incomodar. Y nadie podría negar que lo hace maravillosamente. Esa quizás sea su mayor cualidad: personajes con los que nunca nos identificaríamos, pero que logran que extrañamente, comprendamos su terrible encrucijada.
“Titane” puede que no sea del agrado del gran público. Es más, no será un gran éxito taquillero porque no cumple con los estándares de las películas de las carteleras comerciales. Pero no podríamos negar que apunta a hacia una muy necesaria pluralidad en los temas y las propuestas más allá del entretenimiento y, por las que siempre será necesario apostar.