Por Pedro Paunero
“No sé quién tuvo la idea perversa de enviar a cientos de adolescentes a escuelas sin fondos suficientes, administradas por gente cuyos sueños se murieron hace años. Pero admiro su sadismo”.
La idea de una Merlina (Wednesday, en su nombre original, debido a la canción de cuna favorita de su madre: “y un sombrío día nació Merlina”), sarcástica y perversa, no proviene de la serie de televisión original, que se mantuvo al aire los años 1964 a 1966, en la cual la hija de la familia Addams, interpretada por la pequeñísima Lisa Loring, apenas tenía relevancia, sino de la interpretación que hiciera Christina Ricci en el par de películas dirigidas por Barry Sonnenfeld, en los años 1991 y 1993.
Esta “Merlina”, de Tim Burton -y algunos otros directores-, precisamente se basa en el carácter dado por Christina Ricci, una niña más larguirucha que las anteriores, de grandes ojos negros y cabello “como ala de cuervo a medianoche” (interpretada por Jenna Ortega), que es expulsada del colegio por intento de homicidio -tras defender a su apocado hermano Pericles (lsaac Ordonez) víctima de bullying, y quién jamás tuvo gran importancia en la serie o en las películas, más allá de algunos simples chascarrillos-, al soltar pirañas en la alberca donde nadaban los chicos agresores.
Merlina es inscrita en la Academia “Nunca más” (Never More, por el verso de Poe), para “excluidos, bichos raros, monstruos”, en cuyo patio central hay una fuente de bronce con la escultura de la Ofelia shakesperiana ahogada, y otra escultura de Edgar Allan Poe con un libro abierto -que contiene acertijos, de importancia para la trama- en una mano, y el célebre cuervo sostenido en la otra.
Como bien se indica, el alumnado de dicho colegio está conformado por adolescentes de varios tipos de criaturas fantásticas, como lobizones, vampiros, gorgonas y sirenas que, a pesar de la marginalidad de su alumnado, es tolerado en el pueblo de Jericó por las aportaciones que su directora Larissa Weems (Gwendoline Christie) hace al pueblo -léase la compra de políticos-, y a cuyos habitantes “normales” llaman “normis”. Hay aquí un guiño bastante desdibujado hacia los “Freaks” de Tod Browning, como señala Enid, uno de los personajes, sobre su directora: “es uno de nosotros”.
A una renuente Merlina le toca por compañera de habitación la citada Enid Sinclair (Emma Myers), una chica lobizona con problemas en asumir su naturaleza -una sutil alusión al despertar sexual, siempre identificado con el “monstruo interior”, desde el clásico de George Waggner-, y no tarda en rivalizar con Bianca Barclay (Joy Sunday), la líder de las sirenas -sí, una sirena afroamericana de penetrantes ojos azules- y, de hecho, una de las mejores y más populares alumnas de Nunca Más.
La serie abunda en destellantes frases y hechos políticamente correctos o inclusivos -Eugene Otinger (Moosa Mostafa), el chico que cuida varias colmenas de abejas, tiene dos madres, por ejemplo-, pero aparecen diestramente enmarcadas en el sarcasmo directo del cual Merlina -que no sonríe jamás- hace gala.
Cuando un monstruo ataca y, aparentemente, mata a uno de los alumnos en el bosque -al principio ha habido un ataque a un excursionista, que resulta descuartizado-, la serie va desplegando misterios, pistas, acertijos y secretos –“mi madre dice que un secreto es como un zombi, nunca muere”- que involucran a Homero y Morticia, así como al alcalde Noble Walker (Tommie Earl Jenkins), al Sheriff Donovan Galpin (Jamie McShane) y al antiguo fundador del pueblo, el peregrino del Siglo XVII, Crackstone, asesino de “brujas”, mientras nuestra heroína experimenta episodios que denotan que sus cualidades psíquicas van despertando, a la vez que cualquiera aparece como sospechoso de transformarse en el monstruo.
Nos enteramos que Merlina -que escucha discos en español en un viejo fonógrafo, donde suena “La Llorona”-, es de ascendencia mexicana por parte de padre -explica que la familia tiene un altar del Día de Muertos en la sala- y, de hecho, estos Homero (interpretado por el puertorriqueño Luis Guzmán) y Morticia (interpretada por Catherine Zeta-Jones,), lucen más latinos que nunca, en especial Homero, con una apariencia más apegada al personaje originalmente creado por Charles Addams.
A destacar la banda sonora de Danny Elfman, los covers de Apocalíptica -Merlina toca diestramente el violonchelo-, las canciones de Wolf Larsen, las Gymnopedias de Satie y los homenajes literarios (Poe y Robert Louis Stevenson) a “Carrie”, series animadas (Scooby-Doo) y a las mismas películas de Barry Sonnenfeld, en la escena del campamento, que aportan atmósfera sonora y referencias cultas a la trama.
Con toques bastante macabros y una estética muy “burtoniana”, la sensación final que deja “Merlina” es la de una “Enola Holmes” siniestra, muy “darkie”, pero lejana de la serie original y apartada de las citadas películas de Barry Sonnenfeld, con las cuales la Familia Addams alcanzó el refinamiento de su propia estética. Mírese, por citar un ejemplo, a Anjelica Huston, una Morticia de apariencia arquetípica, que elevaba por mucho la esencia ya presente en la actuación de Carolyn Jones en la serie televisiva. En este caso, por momentos olvidamos que estamos siendo testigos de “los años estudiantiles” de Merlina -a no ser por el ubicuo “Dedos”, que aquí aparece con la piel totalmente suturada y que sirve de “guardián” de la chica-, lo que nos provoca la sensación de estar viendo otra serie. Como es de esperarse -por lo menos en esta primera temporada, desarrollada en los interiores e inmediaciones de la academia-, los ardientes Homero y Morticia poco tienen que hacer -a excepción de los secretos anteriormente citados, que obligatoriamente exigen su participación más activa-, hasta la aparición emocionante -y momentánea- del tío Lucas, único que le provocará una sonrisa a Merlina en su rostro adusto.
Como sucediera con el Hércules Poirot de Kenneth Branagh, esta Merlina es apenas reconocible en su reinvención y recreación -maneja diestramente la espada, como la Merlina de Lisa Loring sabía judo-, y va perdiendo fuerza a partir del sexto episodio. Aun con todo, esas pinceladas de nostalgia para los personajes originales -aparece Christina Ricci como la Señorita Thornhill, Jefa de Habitaciones y maestra de botánica- mantienen cierto interés, y hasta encanto en una serie, por lo demás, irregular y de tono muy genérico. En suma, decepcionante.