Por Hugo Lara  

Hay buenas imágenes del Paseo de la Reforma incluso en algunas cintas modestas, como en Cuarto de hotel (1952), en la que Roberto Cañedo aparece a unos pasos de la glorieta de Colón. Esta es la avenida más célebre de la capital, la más elegante y más señorial. De hecho, es de origen imperial, pues fue abierta en el siglo XIX por instrucciones del emperador Maximiliano de Habsburgo, durante la intervención francesa, para comunicar el centro de la ciudad con el Castillo de Chapultepec, entonces acondicionado como la residencia imperial. 

Trazada diagonalmente y nombrada Paseo del Emperador, fue concebida como un amplio boulevard de 12 kilómetros de largo, que es el trayecto que a menudo se retrata en el cine nacional, prácticamente desde sus inicios sonoros. El nombre de Paseo de la Reforma le fue dado una vez restaurado el gobierno nacionalista de Juárez, aunque la avenida siempre conservó su gusto aristocrático.  

Durante el Porfiriato se colocaron en su trayecto una serie de monumentos relativos a la historia de México. Actualmente la avenida se extiende, por un lado, hacia Tlaltelolco y La Villa, mientras que por el otro cruza el Bosque de Chapultepec y Las Lomas para desembocar en Santa Fe, la parte más nueva y sofisticada de la capital. De tantos que hay, puede señalarse ciertos instantes cinematográfico sobre el Paseo de la Reforma, aunque hay una gran variedad de todo los gustos y sabores: desde unos breves planos en filmes como Los muertos hablan(1935), hasta vistas más extensas como en El balcón vacío (1961) y, más recientemente, en la comedia Solo con tu pareja (1990) o en Y tu mamá también (2000). (Del libro Una Ciudad Inventada por el Cine, Hugo Lara Chávez, Cineteca Nacional, México, 2006)