Jubilosa y emocionada, Marga López y Silvia Derbez celebran en medio de la muchedumbre la fiesta para conmemorar la Independencia en Salón México (Emilio Fernández, 1948), mientras contemplan desde su humilde sitio en la plancha del Zócalo la figura del presidente Manual Ávila Camacho arengando al pueblo para festejar desde el balcón central del Palacio Nacional. Este edificio que fuera en un inicio el Palacio de los Virreyes de la Nueva España y luego el Palacio Imperial en tiempos Maximiliano de Habsburgo es la sede simbólica del Poder Ejecutivo. Los orígenes de este magnífico edificio se remontan a la época de la Conquista del Imperio Azteca por Hernán Cortés, quien dispuso se construyera su residencia sobre las ruinas del Palacio de Moctezuma Xocoyotzin. Desde entonces, sus diferentes inquilinos lo han modificado y ampliado hasta convertirlo en un espacio donde la historia de nuestro país está escrita en cada piedra y espacio que lo conforma.

Entre muchos de sus atractivos, los impresionantes murales de Diego Rivera en su interior que narran la historia de México, resultan ser un componente dramático que da pie al éxtasis patriótico de María Félix en Río Escondido (Fernández, 1947), en una escena inolvidable donde su personaje, una sencilla maestra, acude ya tarde a una cita con el presidente, quien se abre espacio en su agenda para recibirla en persona y encomendarle la misión de llevar la educación a un sitio recóndito. Este edificio es también el sombrío umbral de la miseria cotidiana del protagonista de Batalla en el cielo (Carlos Reygadas, 2005), un chofer que trabaja al servicio de un militar de alto rango y que tiene un modestísimo papel en la ceremonia diaria del izamiento de la bandera en el Zócalo. (Del libro Una Ciudad Inventada por el Cine, Hugo Lara Chávez, Cineteca Nacional, México, 2006)