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2009-10-02 00:00:00

A 20 años de Rojo Amanecer

Hugo Lara

Más que una imagen que se graba en la mente, es una idea la que se impone y que nos hace sentir el Rojo amanecer, al final de la película, como el efecto que en los ojos funde la tenue luz del cielo con la sangre esparcida por el suelo. De pronto, entre los vapores de esta breve ilusión, se torna nítido el paisaje después de la batalla —una imagen y otra idea—, donde apenas se percibe vida gracias a un barrendero que limpia los rastros de una noche de muerte.

En el proceso del entendimiento de la realidad, a veces el cine, como otros medios expresivos, funciona como una extensión de nuestros sentidos y de nuestra conciencia, que nos permiten reconocer y cavilar sobre los hechos, las coyunturas, los actores que tomaron parte en ellos. Las películas que recrean o que se enmarcan en algún episodio de la historia hacen ese tipo de labor. Así lo hizo Rojo amanecer (1989) y su efecto colectivo resulto ser catártico,  pues se trata de la primera película de ficción que abordó de modo frontal un oscuro asunto de gran envergadura histórica y social: la matanza de estudiantes del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlaltelolco.

 

El caso de Rojo amanecer tiene varios aspectos de interés. Para empezar, se trató del regreso a la realización de Jorge Fons, alejado del cine desde 1977, año en que dirigió Los albañiles. En principio fue una producción independiente que inició Fons junto a otros promotores del proyecto, entre los que se encontraban el actor Héctor Bonilla y el guionista de la cinta Xavier Robles, a los que más tarde se sumó el actor Valentín Trujillo, quien los apoyó para salir de un bache financiero

 

Pero sin duda lo más atractivo de la cinta es el tema y la audacia de su tratamiento. Hay que observar que, en 1990, año en que se estrenó Rojo amanecer, el asunto aún provocaba escozor y era evadido por el gobierno. Además, los encendidos comicios presidenciales de 1988 todavía estaban frescos, tanto como el presunto fraude que llevó a Los Pinos a Carlos Salinas de Gortari, por lo que el momento no parecía propicio para la liberación de la censura política. En este escenario, fue asombroso el hecho de que Rojo amanecer no terminara enlatada, y que el gobierno autorizara su exhibición en 1990, a cambio de dos cortes en los que se aludía a la participación del ejército en la matanza.

 

La exhibición de Rojo amanecer en 1990 vino de algún modo a cambiar la percepción del público clasemediero sobre el cine mexicano. En su momento, Rojo amanecer fue considerada la inauguradora de una nueva corriente dentro de la filmografía nacional, que si bien no poseía enormes atributos de producción, en cambio abría las perspectivas de tratar contenidos antes intocables y, al mismo tiempo, probaba el interés de un amplio sector del auditorio por ver un cine mexicano con estándares de calidad más exigente y con el cual pudiera identificarse a través de sus temas, sus lugares y sus personajes. El éxito fue rotundo.

 

Rojo amanecer ocurre en el transcurso de un solo día, justo el 2 de octubre de 1968, prácticamente todo el tiempo en el interior claustrofóbico de un departamento del edificio Chihuahua, salvo algunas imágenes de exteriores, al inicio y al final de la película, que establecen el escenario donde se sitúa la historia, los multifamiliaries de la Unidad Nonoalco-Tlaltelolco. En ese departamento habita una familia modesta, como cualquier otra de la sociedad capitalina. Cada miembro de esta familia tiene su propia opinión acerca del conflicto estudiantil. Así, el padre lo reprueba; el abuelo lo mira con desdén; la madre con preocupación; los jóvenes con entusiasmo, y los dos pequeños con lejana curiosidad. Su interacción nos permite aproximarnos a su idiosincrasia de personas simples, que discuten en el desayuno las cotidianidades o que viven conflictos normales, como las brechas generacionales entre padres e hijos. Pero también se nos entera de sus puntos vulnerables y manipulables, y su voluntad altamente sensibles a un contexto influido por un gobierno paternalista, todopoderoso, que regaña y prodiga, concentrado en la celebración de unos alegres Juegos Olímpicos y en ahuyentar la amenaza comunista que contamina a sus ciudadanos.

 

Los personajes no tienen ningún peso histórico ni ninguna influencia decisiva en el curso de los sucesos que habrán de atestiguar y de los cuales serán víctimas. De esta forma, el director y el guionista enzarzan la vida de unos seres anónimos en un acontecimiento de relevancia absoluta para el futuro del país. Y de eso se obtiene un balance disparejo, un saldo sangriento, una lucha desigual e injusta, pues el acento de la revisión histórica que propone Rojo amanecer consiste en hacer ver el abuso de la fuerza del Estado y de sus instrumentos represores contra la gente de la calle, la mayoría de ellos inocentes y desarmados.

 

Rojo amanecer no es una reconstrucción fiel ni ambiciosa sobre lo ocurrido esa negra noche de la historia contemporánea de México, y tampoco se trata de una película definitiva sobre lo mismo, en la que se pueda encontrar la última palabra al respecto. Más bien, se trata de un sencillo adoquín, con formas grabadas en su superficie, como si fuera la minúscula pieza de una pintura rupestre casi borrada, pero de la cual podemos comprender el todo por medio de una de sus pequeñas partes.

 

Sinopsis

En un departamento del edificio Chihuahua, en el conjunto Tlaltelolco, vive una familia convencional, formada por un padre burócrata, la madre en el rol tradicional de ama de casa; dos hijos estudiantes comprometidos con el movimiento estudiantil, y dos niños en edad de colegio. Además, con ellos vive el abuelo, un veterano de la revolución. Sin embargo, conforme transcurre el día y en el exterior todo se alista para la manifestación de los estudiantes que tendrá lugar, suceden algunos signos extraños que son percibidos desde el interior, como el corte del suministro eléctrico y de las líneas telefónicas. Ya en la tarde, cuando la manifestación se halla en pleno, las luces de bengala iluminan el cielo y comienza la masacre de estudiantes. El departamento se transforma entonces en una trinchera donde se vive la tragedia del exterior. Ahí llegan los dos hijos jóvenes acompañados con otros estudiantes prófugos y heridos. Luego de un breve sosiego, los represores reaparecen y la violencia culmina con una matanza despiadada.

 

Rojo Amanecer

Director: Jorge Fons. Año: 1989. Estreno: 18-10-90. País: México. Producción: Valentín Trujillo, Héctor Bonilla, Cinematográfica Sol. Guión: Xavier Robles, con la colaboración de Guadalupe Ortega Vargas. Fotografía: Miguel Garzón. Efectos Especiales: Raúl Gutiérrez. Música: Karen Roel, Eduardo Roel. Edición: Sigfrido García H. Duración: 96 minutos. Interpretes: Maria Rojo, Héctor Bonilla, Ademar Arau, Jorge Fegan, Bruno Bichir, Eduardo Palomo, Demian Bichir, Carlos Cardan, Martha Aura, Paloma Robles, Simon Guevara, Leonor Bonilla, Sergio Sanchez, Roberto Sosa, Rafael Perez Fons, Santiago Nunez, Alberto Pedret, Tere Mondragon, Blas Garcia, Baltazar Oviedo, Armando Gonzalez Valero, Fernando Ibarra.