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Reporte de la semana

2005-11-18 00:00:00

Festival de Puerto Vallarta: mucho por hacer

El Segundo Festival de Cine de Puerto Vallarta se llevó a cabo entre el 7 y el 12 de noviembre pasados en el balneario costeño de Jalisco, famoso porque ahí se rodó la legendaria película La noche de la iguana (The Night of the Iguana, 1964), bajo la dirección de John Huston, con las actuaciones de Ava Gardner, Deborah Kerr y Richard Burton.

El cartel glamoroso de Vallarta se debe en mayor medida a que Burton y Elizabeth Taylor hicieron de este lugar su nido de amor, pues ambos fincaron casas aquí, las cuales todavía se pueden admirar así como el puente rosa que las comunica. Han sido los descendientes de John Huston los principales promotores del Festival.

Ya el año pasado los Huston habían acudido a la primera celebración de este suceso encabezados por la actriz Anjelica, otrora pareja de Jack Nicholson, así como otros invitados de lujo como Alfonso Cuarón, Diego Luna, John C. Reily, Luis Mandoki, Rodrigo Prieto, Ana Claudia Talancón y más.

El saldo positivo de esa primera edición hizo que las expectativas sobre la celebración del 2005 fueran muy buenas. Para tal efecto, la organización corrió a cargo del estadounidense Robert Roussel, en calidad de director, y de María José Zorrilla, directora del fideicomiso de turismo de Puerto Vallarta y directora operativa del festival.

Este año el acto recibió el apoyo de varios patrocinadores como Kodak y Cinemark, que se dio el gusto de inaugurar un complejo de salas de exhibición dentro de un centro comercial que funcionó como la fría sede oficial, la única en toda la ciudad.

En otros aspectos, el programa fue confeccionado como una selección compacta de películas de variadas temáticas y orígenes —unos setenta largometrajes—, que corrió a cargo del juicio de Mitch Levine, el programador fogueado en otros festivales como el de Palm Springs. Otros colaboradores del festival fueron que ayudaron a darle cierto orden en medio del caos, fueron Erwin Neumaier y Diana Duarte en la logística; Beba Muñiz en las relaciones publicas y Octavio Maya, como jefe de prensa.

El Festival de Puerto Vallarta no es un certamen de competencia, pues está dedicado básicamente a recordar la figura de John Huston como pretexto para brindar una modesta muestra de cine internacional, si bien al final se otorgan un conjunto de reconocimientos especiales de carácter simbólico.

Este año, lo más sobresaliente fue el homenaje a Roger Corman, legendario director y productor de películas de serie b, cuyas cintas más significativas fueron exhibidas, iniciando con La tienda de los horrores (The Little Shop of Horrors, 1960) a la que siguieron otros estupendos clásicos como La máscara de la muerte roja (The Masque of the Red Death, 1964) y The Wild Angels (1966).

El público asistente pudo de esta forma redescubrir a esta ingenioso cineasta que supo convertir el cine barato en obra de arte. La fórmula mágica de la producción independiente. Corman asistió gustoso al festival y fue una de las personalidades más atrayentes de toda la semana. En cambio, el homenaje a Peter O'Tool fue deslucido en virtud de que el actor inglés no pudo acudir a Puerto Vallarta, después de que tanto se especuló sobre su presencia.

No obstante, se le brindó igual un homenaje y se dedicó un ciclo a repasar lo mejor de su filmografía, coronada desde luego con Lawrence de Arabia (1962), el clásico que dirigió David Lean. Debido a una cantidad considerable de imponderables que debieron sortear los organizadores, la programación estuvo sujeta a cambios de horarios y de películas.

En medio de todo esto, se intentó darle cierta coherencia a las proyecciones mediante la categorización en cine documental, cine de estudios, cine ambientalista, cine latinoamericano y cine canadiense. Resultó un tanto desafortunado que el cine mexicano fuera prácticamente ignorado, un aspecto que deberá corregirse en futuras ediciones, pues seguramente eso incidió en la poca asistencia de actores mexicanos al festival.

Las actividades más relevantes dieron arranque hacia el tercer día, con la proyección del documental Look Up And Wave Your Glove (2005), dirigido por el nieto de John Huston, Mathew. Se trata de una crónica sobre la afición por la cetrería de su padre, Tony Huston, narrada en un tono excesivamente personal y contemplativo que lo vuelve letárgico al cabo de los primeros minutos.

Aunque hay atisbos de talento, al joven Mathew le queda mucho que aprender de su abuelo. La fiesta familiar de los Huston continuó con la proyección de El Jardinero Fiel (The Constant Gardener, 2005), el estupendo filme del brasileño Fernando Meirelles, en el que toman parte Ralph Fiennes, la hermosa Rachel Weisz y Danny Huston, hijo del patriarca.

Tanto Mathew como Danny estuvieron presentes en las proyecciones de sus cintas y ambos expresaron su satisfacción por sus respectivos trabajos. El programa comprendió igualmente cintas de primerísimo nivel aunque ya vistas en otros foros. Se proyectó Oliver Twist (2005), la última película de Roman Polanski basada en la célebre novela de Charles Dickens.

Esta versión resulta una completa delicia, sellada por el perfeccionismo de un Polanski en plena madurez y una actuación soberbia de Ben Kingsley. Asimismo se presentó Una historia violenta (A History of Violence, 2005), la cinta más reciente de David Cronenberg, un thriller eficiente y muy entretenido pero alejado del punzante estilo que hiciera famoso a este director canadiense.

También, se presentó el filme del actor-director Tommy Lee Jones, Los Tres entierros de Melquiades Estrada (2005), cuyo guión de Guillermo Arriaga fue laureado en Cannes, una indispensable fábula fronteriza llena de violencia y de humor negro. Otras películas de corte independiente que llamaron la atención fueron el docudrama What the bleep do we know? (2004), sobre el efecto de la física cuántica en la vida cotidiana, e Historia de familia (The Squid and The Whale, 2005) un filme brillante y muy emotivo, que justifica los premios obtenidos en el pasado Sundance Festival. En esta cinta, el director Noah Baumbach narra en un tono agridulce la ruptura de un matrimonio neoyorkino y la forma en que ello hace crisis en sus dos hijos adolescentes.

El cierre del festival corrió a cargo de Juegos Macabros II (Saw II, 2005), la segunda entrega de una exitosa película de terror, dirigida por Darren Lynn Bousman quien asistió a la función de clausura para presentarla.

La velada de clausura se llevó a cabo en un lujoso condominio de Nuevo Vallarta, territorio de Nayarit que, como curiosidad, resulta que vive con una hora de retraso con respecto a su vecino jalisciense Puerto Vallarta, por diferencia de husos horarios. La ceremonia fue conducida por el comediante Andrés Bustamante que animó la sobremesa de los concurrentes e invitados especiales, como el productor Billy Rovzar; la actriz venezolana María Conchita Alonso, la familia Huston (que en esta ocasión prescindió de Anjelica, quien no pudo asistir) y las directoras de casting Marion Dougherty y Juliet Taylor, dos auténticas leyendas en su ámbito.

En esta gala, la medalla John Huston Maverick Award, obra del escultor Robert Gram, fue obsequiada al cineasta Roger Corman, quien dio su agradecimiento y deseó suerte al cine mexicano. Vaya que la necesita. El premio Humanitario Elizabeth Taylor, creación del mexicano Ramiz Barquet, fue para el estadounidense Tim Liersedge, por su cortometraje documental Los leones en el desierto de Kalahari (Roar: Lions of the Kalahari, 2003).

Por su parte, Cecilia Suárez y Raúl Méndez recibieron el galardón Richard Burton —una escultura del artista mexicano Francisco San Miguel— como reconocimiento por su exitosa incursión en el cine estadounidense.

Se trata de un premio lleno de buena intención pero absurdo si se toma en cuenta la incipiente trayectoria de ambos actores en el cine de aquella latitud. Por su parte, Danny Huston recibió un reconocimiento especial por su destacado papel como impulsor del Festival de Puerto Vallarta.

Se mostró muy agradecido y culminó su intervención con un siempre funcional "¡Viva México!". El gran desafío de los nuevos festivales de cine en México consiste en lograr consolidarse al cabo de pocos años.

El Festival de Cine de Puerto Vallarta está en busca de esa alternativa y en su segunda edición parece abrirse a varias interrogantes. Tal vez por encima de los problemas de logística y de recursos, los organizadores de este festival se enfrenten a la urgencia de encontrar una identidad que les permita sobrevivir, aquilatar la aportación de la familia Huston y expandirse hasta involucrar a su ciudad, para atraer a los cineastas de otras partes del mundo y a la comunidad del cine mexicano. ¿Lo lograrán? Estará por verse el próximo año.