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2017-02-15 00:00:00

Crítica: «Elle, abuso y seducción»; La redención perversa

Por Samuel Lagunas

Después de diez años de ausencia, el veterano director Paul Verhoeven (Ámsterdam, 1938) regresa a la pantalla grande con un atractivo y desencajado thriller protagonizado por la virtuosa Isabelle Huppert y basado en la exitosa novela “Oh…” de Philippe Djian. La cinta nos introduce abruptamente a la vida de Michèle a través de la indescifrable mirada de su gato quien contempla, cual espectador de la sala, una estrepitosa violación. Acto seguido, Michèle se pone de pie, arregla sus ropas y continúa sus tareas como madre consentidora de su berrinchudo y pazguato hijo Vincent (Jonas Bloquet), exesposa celosa del taciturno con renovados aires Richard (Charles Berling), amante lúdica del esposo de su rutilante mejor amiga Anna (Anne Cosigny), hija de un matrimonio interrumpido crudelísimamente que no podría acabar peor y jefa exigente de una empresa de videojuegos que prepara su próximo lanzamiento. Reacia a denunciar la violación padecida, Michèle comienza por su cuenta una pesquisa entre sus conocidos en busca del culpable que la llevará, en un primer momento, a un empleado de su empresa obsesionado en programar una simulación perversa en la que un monstruo penetra con violencia a una mujer que tiene como rostro la fotografía de Michèle.

A medida que transcurre la historia, fotografiada prudentemente por Stéphane Fontaine, descubrimos que cada una de las relaciones que tiene cada uno de los personajes esconde algo de engaño y de capricho, en fin: de simulación necesaria para mantener a flote sus atosigadas vidas. Precisamente, la actitud aparentemente anómala de Michèle se encargará de evidenciar la fragilidad de cada uno de los simulacros, aunque no sin escapar de todos ellos y coquetear (para regocijo de Baudrillard y su hipótesis de la seducción de las apariencias) incluso con algunos.

Hay en “Elle, abuso y seducción” un elemento que se entromete de forma igualmente caprichosa mediante el cual Verhoeven desestabiliza el género tradicional del thriller y lo convierte en una gran y mordazmente cómica ironía de las “buenas costumbres” al mismo tiempo que roza curiosamente con la fábula moral más tosca y panfletaria: al final, las inexplicables imágenes del papa Francisco culminan en la última declaración de la angélica y devota vecina de Michèle a quien Verhoeven concede, en medio de lo caricaturesca y ridícula que puede resultar su fe entre circunstancias tan atroces (además de lo nociva que puede ser cuando siente que no tiene el lugar que merece), un atisbo de revelación. Esto, si tomamos en cuenta la reciente afinidad del cineasta neerlandés con la teología y la exegesis católica, nos conduce a un camino que en México conocemos gracias a Vicente Leñero quien decía, no sin compromiso, que escribir no era otra cosa que sumergirse en la perversión del pecado para señalar, por oposición, lo inexplicable y misterioso de la gracia divina. Así pues, Verhoeven, también asiduo seguidor de la desmitologización de Cristo, deposita en la personalidad entrañable de Michèle (lo mismo que toda la fuerza ero-dramática de la cinta recae sobre Huppert) el peso de la ineptitud de los hombres que la rodean; cargas que, gracias a su corrosivo carácter, se transforman en un manojo de pequeñas (y perversas) redenciones. Sí: la muerte es otra forma de mudanza, una huida que, al fin y al cabo, nos salva y nos exime.


Ficha técnica:

Título original: Elle. Año: 2016. Duración: 130 min. País: Francia, Alemania, Bélgica. Dirección: Paul Verhoeven Guion: David Birke. Música: Anne Dudley. Fotografía: Stéphane Fontaine Edición: Job ter Burg. Reparto: Isabelle Huppert, Laurent Lafitte, Anne Consigny, Charles Berling, Virginie Efira, Judith Magre, Christian Berkel