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2017-02-22 00:00:00

Desde FICUNAM: «Apariencias 1, 2, 3»; de la exploración visual al escozor social

Por Ali López

El cine, a lo largo de su historia, nos ha presentado diversas aristas, sin embargo, algunas son las líneas que, gracias a condiciones sociales y políticas, han prosperado como cara visible de cinematografía. Por fortuna esas caras ocultas del cine sobreviven en la dialéctica de la rebeldía, que por las condiciones antes señaladas, rompen, o buscan romper, las formas establecidas por el establishment. El Festival de Cine UNAM (FICUNAM), busca exhibirnos aquellas filmografías distantes de un cine plano para deambular por las geometrías eléctricas del cine que confronta.

Antonio del Rivero, egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (1980) y de Licenciatura en pintura por la Escuela Nacional de Pintura Escultura y Grabado “La Esmeralda” (2002), es uno de los cineastas que buscaron el camino diacrónico del otro cine, ese que, afortunadamente, aún tiene que decirnos. Del Rivero se caracteriza por su postura visual etnográfica, haciendo que la cámara no sea un ente que retrate, y retracte, lo que filma, sino que se inmiscuya en el entorno, no dramático, pero sí intenso que vive frente a ésta.

“Apariencias 1, 2, 3” (Antonio del Rivero|México|1977) hace una exploración visual de temas sociales, que a pesar de los años, siguen causando escozor en las aspiraciones primermundistas mexicanas, pues señalan el doblemoralismo católico, y canónico, de una sociedad que ve en la otredad la encarnación, sexual, demoníaca y locuaz de lo que no debió ser.

En la primera apariencia, Hortensia, una sexoservidora, se pregunta por qué la prostitución es vista como una actividad indeseable. En la misma elaboración de la interrogativa cuestiona sobre la condición social de las profesiones, pues la que ella ejerce, la mayoría de las veces, no sirve a la misma condición social de donde emerge. ¿Qué diferencia hay entonces entre oficios y profesiones? Sí una acaba sirviendo a la otra, y sí, a final de cuentas, todos se condicionan a favor de la que se encuentra arriba.

En la segunda apariencia la locura infantil desnuda los conflictos mentales, no de quienes son tratados como tales, sino de aquellos que menosprecian a un ser humano incapaz de desenvolverse ‘correctamente’. En la historia de la locura hemos visto ya que esta condición no se exime de prejuicios éticos, y mayoritariamente construcciones sociales, que confieren al encierro a los diferentes. Otra vez esa otredad incómoda para los buenos modales, que mitifican el ejercicio de la alineación como una meta en la vida, y el de alienación con un encierro metódico que sólo destina al olvido.

Al final, la tercera apariencia confronta la pobreza económica con la intelectual. No es lo mismo un indigente que vaga por la ciudad iconoclasta y ciega, a uno que deambula en el máximo espacio universitario del país, y que ve, en sus únicos e interesante ojos, la misma bota opresora sobre él. La ubicación visual que del Rivero nos proporciona, confronta con aquellos que creemos que en las aulas escolares se genera un cambio, pues vemos en esos espacios la misma condición miope que en los apartamentos de lujo que colman la ciudad.

Así “Apariencias 1, 2, 3” se alza aún como un estandarte de crítica y lucha, y que el pasar de los años, más que diluir el discurso, lo solidifica y reivindica, pues la evolución social mexicana se tiñe de claroscuros. Otra virtud de la cinta es que, a diferencia de muchos documentales nacionales de la última época, no usa la explotación de lo kitsch en sus personajes para solventar así su interés, sino que les permite ser y hablar.

Este filme es parte de Archivo de cine mexicano de la Filmoteca de la UNAM, que se presentará dentro del FICUNAM. Consulta cartelera.