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2017-11-05 00:00:00

Santo de nuestra devoción; cuatro opiniones en torno al cine del Enmascarado de Plata

El pasado 23 de septiembre se cumplieron 100 años del natalicio de Rodolfo Guzmán Huerta, seudónimo del por todos conocido Santo, el Enmascarado de Plata. Lamentablemente, su celebración se vio aminorada por la desgracia sísmica que cubrió gran parte del territorio nacional, pero, poco a poco, lo destellos argentos se han comenzado a notar.

Sin embargo, fallidas declaraciones han levantado polémica entorno a la calidad cinematográfica del luchador. Una esquina y otra dan su punto de vista sobre una de las figuras emblematicas del deporte, la cultura y la mexicanidad del siglo XX.

Nosotros, en CorreCámara, pedimos a varios de nuestros colaboradores nos dieran su opinión sobre el cine del Enmascarado de Plata, y por qué debería ser celebrado por los más altos recintos del arte, la cultura y el cine nacional. Pues el Santo, es de nuestra devoción.


Llamando al Santo…

Por Lorena Loaeza

El Santo, el Enmascarado de Plata  constituye  un extraño híbrido entre el cine policiaco, la ciencia ficción y los superhéroes de comic, todos ellos géneros prácticamente inexistentes para la industria mexicana. Todo un hito del cine mexicano, que debe ser tratado con el debido respeto que merece uno de los héroes populares más importantes de nuestro país.

El Santo era más que un luchador, pero menos que un súper héroe. Sin súper poderes pero con talento para la lucha libre y la defensa personal, se enfrenta con intuición y astucia lo mismo a científicos locos que a la temida Llorona o las momias de Guanajuato en uno de sus más grandes éxitos cinematográficos. La fórmula resulta tan exitosa que se modifica muy poco a lo largo de todas las películas filmadas por el Enmascarado de Plata, entre otras cosas, porque no había necesidad: la gente abarrotaba las salas y esperaba más de esa computadora de foquitos y de esos murciélagos que volaban con alambres.

El Santo demostraría que aún con efectos especiales rudimentarios, con historias predecibles y con actuaciones medianas, el interés del público por propuestas novedosas y diferentes a lo que se filmaba en aquella época le valdría importantes cifras en taquilla,  amén del reconocimiento dentro y fuera de México y crearía un ídolo popular para varias generaciones. Sin duda una de los fenómenos fan community, más interesantes de nuestro país y del mundo.

Al final,  es claro que un héroe  como El Santo es mucho más que efectos costosos y actuaciones “exquisitas”. Las películas del Santo funcionaban porque construían una fábula moderna, que se sabía falsa, pero no por ello menos interesante. Una alternativa que competiría fuertemente con el género favorito de las y los mexicanos: el melodrama. Eran un respiro para dejar de llorar y emocionarse, también para pensar que hay vampiros y hombres y mujeres lobo – muy sexies- más allá del “amorcito corazón” y eso siempre, de verdad, se le agradece.

Película favorita del Santo: “Santo contra las momias” (1972)

 

Máscaras transparentes: Lucha contra la memoria

Por JJ Negrete

Es bien sabido y documentado el menosprecio que existe hacia el cine de género y los constantes ninguneos que padece por parte de las instituciones culturales, regidas por anquilosadas nociones de lo que la palabra “cultura” representa, no como la expresión de actividad humana que la definición del antropólogo Clifford Gertz intenta explicar, sino como una manifestación de elevación subjetiva dictada desde un cerrado coto de poder.

El manido tema respecto a lo que es y no es la “cultura” ha sido objeto de interminables debates, que desde luego no pretendo dirimir en este breve texto, pero que vale la pena volver a manosear dadas las recientes declaraciones de Alejandro Pelayo, director de la Cineteca Nacional, respecto a la importancia del trabajo fílmico de El Santo, epítome del cine popular y fantástico en México.

El Doctor Pelayo, como cualquier espectador, tiene derecho a su opinión, pero como director de la Cineteca Nacional, su labor debería estar encaminada a proteger todo acervo fílmico, independientemente de su calidad técnica o formal. Nadie diría, por ejemplo, que los archivos fílmicos de los Hermanos Alva carecen de valor por su pobre nitidez o rudimentarios encuadres, su valor yace en otro lugar, al igual que no solo las películas del Santo, sino de cualquier figura o expresión del cine popular, llámese Piporro, Capulina, La India Maria, Mario Almada, Valentín Trujillo, Alfonso Zayas o alguna Bella de Noche.

El resguardo de la memoria es vital, no solo como parte de un proceso colectivo, sino como parte de un ejercicio lúdico, asociado a recuerdos personales. Para muchos, el cine del Santo no son solo las historias de un corpulento luchador y sagaz detective de aterciopelada voz capaz de derrotar relamidos vampiros, ralos hombres lobo o voluptuosas alienígenas sino preciados pasajes de infancia o adolescencia, en los que la falta de rigor no impedía el goce, sino que lo enriquecía.

La cámara no decide que registrar, no emite juicios de valor ni elimina imágenes en base a criterios subjetivos pero nos confía todo lo que captura y nosotros decidimos que conservar y que eliminar, llegando a conservar imágenes que no serían de valor para alguien más que nosotros mismos, por que hablan de una parte significativa de nosotros. El placer de ver a un luchador desafiar convenciones sociales, físicas e incluso lógicas es parte de esos placeres, no de unos cuantos, sino de millares.

El Santo habita un lugar de nuestra memoria colectiva en el que su máscara se vuelve transparente porque su anonimato es una ilusión.

Película favorita del Santo: “Santo el Enmascarado de Plata vs La invasión de los marcianos” (1967)


Sin límite de tiempo

Por Ali López

“Hay hombres que luchan un día y son buenos
hay hombres que luchan un año y son mejores
hay quienes luchan muchos años y son muy buenos
pero los hay quienes lucha todos los domingos
esos son los chidos”
El Guacarock del Santo, Botellita de Jerez


Cuando la cinefilia comenzó a entrar en mi organismo, alguien me dijo: ‘tienes que ver las películas del santo’. Y las vi, sin mucha dificultad, pues la televisión las entregaba seguido. Pensé lo que comúnmente se piensa de sus cintas, que son superfluas, mal hechas, risibles y hasta desdeñables; no comprendí por qué habría que verlas. Y es que esa mirada, la superficial, te entrega eso, una suerte de descalificativos; poco tiene el cine del Santo en cuestiones de cinematografía.

Pero pasaron los años, comprendí que el cine tiene poco de verdad y mucho de mentira. Que no sólo hay convenciones dramáticas a la hora de estar sentado frente a la pantalla; también el cine refleja conductos sociales; se posiciona y es posicionado a partir de rimas dialécticas, genealógicas y culturales. El cine es más de lo que se ve en su duración, en su bidimencionalidad o su formato y/o material con lo que fue filmado.

Así, el Santo es más que simples películas malhechas, que murciélagos de hule o marcianos con cara de Wolf Ruvinskis. Ejemplifica una vertiente de nuestra nacionalidad; de hacer las cosas a la mexicana; mal hechas, pero con corazón y fuerza; de tenerle poco miedo a lo extraño, y de, a final de cuentas, creernos invencibles y héroes de máscara y capa.

¿Vale la pena valorar al Santo? Claro, porque en sus imágenes habitan los sueños y las fantasías de un mexicano, con fisonomía, lógica, carisma y audacia tan común como cualquiera que lo vea en la TV, y, ojalá, en la pantalla grande. Por qué sí él puede, podemos todos; contra zombies, vampiros, lobas, temblores, corruptos, priistas y funcionarios. Pues el Santo, es, aunque nos duela, el héroe mexicano que nos representa en el mundo, y mejor ser un barrigón plateado que un borracho sentado al pie de un cactus.

El Santo debe ser visto y admirado, aunque esté muy quemado. Porque aquello del genocidio cultural también no lo buscamos, y le damos mayor peso a los héroes extranjeros que a los mexicanos. 100 años que quieren ser freno, pero sabemos que las luchas son sin límite de tiempo, y aunque el Santo se tambalee, siempre terminará ganando, y no sólo por su fuerza, sino por todos los que desde aquí abajo le gritamos: ¡Mucho Santo!

Película favorita del Santo: Santo contra los Zombies (1962)

 

El Santo y Jesucristo contra Correctilandia 

Por Pedro Paunero

Un día, andando por la Tierra, Jesús se encontró con un problema vampírico tan grande que, deprimido, le hizo entrar en una nevería para olvidar sus penas. Tuvo noticias de su divino padre a través de un helado con cerezas, con un rostro vagamente definido, que le empezó a hablar:

— Hijo, necesitas la ayuda de un Santo — dijo el helado, que por momentos se parecía a un pollo rostizado; — no te preocupes, ya le he mandado llamar y él vendrá para ayudarte —1 .

El Santo descendió del Parnaso de los héroes y de la avioneta que lo llevaba desde México. Los fotógrafos, que no se hicieron esperar, después de los abrazos de bienvenida entre Santo y Jesús, les cayeron como cuervos al maizal. 

— ¿Tiene algo que opinar sobre la lucha libre hoy en día? ¿Qué opinión le merecen los cargos de pedofilia que pesan sobre la Momia Azteca?2
— Sin comentarios…
— Recientemente el Capitán América ha posteado en las redes sociales que usted y él terminaron a puño limpio por el caso turco contra el Hombre Araña…3
— Sin comentarios…
— ¿Y qué nos puede decir del “asunto” de la Cineteca Nacional, cuyo director no quiere pasar sus películas, durante su centenario, porque le parece que es un cine kitsch?

Jesús y El Santo se miraron atónitos. No podían creer que ellos, súper héroes en un país hiperrealista, que detestaba toda nota surrealista, fueran catalogados como un par de finos y engomados rufianes, estirados y conservadores como el gato Fritz4 . Entonces El Santo respondió, seriamente, mientras un grupo de vampiras lesbianas atacaba a calzón quitado a un par de viejecitas escapadas de un asilo:

— Bueno, a partir de ahora vamos a hablar en español...5

El cine de luchadores (como la comedia ranchera) es a México lo que el Wéstern es a los Estados Unidos: un referente cultural, un tipo o modelo de cine inherente al país, una creación arquetípica, un engranaje del subconsciente colectivo, incluso una entelequia aspiracional. Como parte fundamental de la industria cinematográfica mexicana, pasó los ríos, los mares y el resto de los accidentes geográficos y se instaló, por derecho de adopción y plagio, en países como Turquía; mutó, por obra y gracia del proceso natural de desgaste, en caricatura, parodia y homenaje ("El Santos" de Trino y Jis; "Santo contra los clones" de Cartoon Network; "El Tigre: The Adventures of Manny Rivera" de Nickelodeon y Nicktoons y "¡Mucha Lucha!" de Cartoon Network y Warner Bros.) con lo que se adentró en el Siglo XXI y la psique de los millennials. Y, como Cantinflas, María Félix, Pancho Villa, la Calavera garbancera (la Catrina de Posada) o Chespirito, guste o no, termina siendo, como dejara escrito Carlos Monsiváis: “El rito de la pobreza, de los consuelos peleoneros dentro del gran desconsuelo que es la vida, la mezcla exacta de tragedia clásica, circo, deporte olímpico, comedia, teatro de variedad y catarsis laboral". Y, con esto, lo dijo todo.

Película favorita del Santo: “Santo el Enmascarado de Plata vs La invasión de los marcianos” (1967)

En imagen:3 Dev Adam (1973)


 

1- Jesucristo, cazador de vampiros (Jesus Christ Vampire Hunter, Lee Demarbre, 2001) 

2- La momia azteca (Rafael Portillo, 1957)

3- Los tres poderosos (3 Dev Adam; aka. Giant Men; Captain America and Santo vs. Spider-Man; T. Fikret Uçak, 1973)

4- El gato Fritz (aka. El gato caliente o Fritz el Gato; Fritz the Cat, Ralph Bakshi, 1972)

5- Cita de: Santo Contra la Invasión de los Marcianos (Alfredo B. Crevena, 1967)