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2017-12-08 00:00:00

Crítica: «La cazadora de águilas»: la masificación de la vida

Por Samuel Lagunas

No es extraño que las primeras dos referencias cinematográficas que me vienen a la mente cuando veo “La cazadora de águilas” (Otto Bell, 2016) sean dos películas animadas: “Valiente” (Mark Andrews y Brenda Chapman, 2012) producida por Pixar y “Cómo entrenar a tu dragón” (Chris Sanders y Dean DeBlois, 2010) de DreamWorks. No es extraño porque el evidente discurso aspiracional que subyace a dos de las películas más “inclusivas” de sus respectivos estudios no es muy diferente al móvil del primer largometraje documental del británico Otto Bell.

En “La cazadora de águilas” conocemos a Aisholpan, una adolescente de 13 años dispuesta a continuar el legado de su familia y convertirse en una cazadora de águilas, actividad emblemática de la tribu nómada kazaja de la que ella y su familia forman parte. El único inconveniente es que domar águilas y entrenarlas para que se conviertan en cazadoras es una actividad esencialmente masculina y que una niña la practique va en contra de siglos de tradición. Oto Bell ha dicho que se interesó en la historia de Aisholpan tras haber visto una serie fotográfica donde quedaba de manifiesto el vínculo entre la niña y el águila. Además, el marco del Festival de Cazadores de Águilas en el que Aisholpan deseaba inscribirse le brindó a Bell un arco argumental idóneo para su propósito.

De forma similar a cualquier biopic deportiva, o “team-pic” (por ejemplo “McFarland” [Niki Caro, 2015]), Bell va introduciéndonos progresivamente en la vida de Aisholpan y en las costumbres de su pueblo: la escuela donde vive entre semana, la vida doméstica de sus padres, la decoración de la casa, su alimentación. Este acercamiento de Bell, no exento de exotismo, se intercala con el proceso de aprendizaje de Aisholpan y su preparación para la competencia, desde la captura del águila en un nido ubicado en los intersticios de una peña hasta las primeras prácticas, en donde comienza a estrechar su relación con el animal. Paralelamente, Bell se dedica a presentar entrevistas con los detractores de Aisholpan, hombres ancianos que sostienen a pie juntillas que el lugar de las mujeres es en casa y su deber es la cocina y la crianza de los niños. No obstante, Aisholpan encuentra en su padre el principal apoyo para su perseverancia. Así, llegado el día de la competencia, Bell no duda en crear el suspense necesario para mantener a la audiencia en tensión. Para ello se vale de una ostentosa fotografía, a cargo de Simon Niblett, y de un manierismo musical que refuerza la espera de la decisión de los jueces y acompaña el vuelo triunfal del águila de Aisholpan. Tras su (in)esperada victoria en la competencia, Aisholpan debe enfrentar un reto más ante los ancianos de su pueblo para demostrar que ella también es una auténtica cazadora de águilas: la cacería de un zorro en invierno. Ese último y climático momento del documental, no exento de pequeñas y calculadas decepciones, desembocará en una apoteosis del triunfo y del valor.

En “La cazadora de águilas” Otto Bell se muestra más que como buen documentalista, como buen generador de contenidos. Las vistosas exhibiciones de los paisajes y la habilidad para (re)crear y mostrar secuencias de combate animal delatan su afición por la noticia-espectáculo y su enorme calidad para ganar audiencias, de ahí que el puesto como líder de un departamento de CNN llamado “Courageous”, que tiene como objetivo ayudar al cumplimiento de los objetivos de mercado de la compañía a la vez que producen historias reales “apasionantes”, le siente a la perfección. Sin embargo, en ese deseo de transformar una historia personal en espectáculo para las masas, la vida misma de sus protagonistas queda reducida a eso: a una gala de sueños y aventuras: a un producto superficial de entretenimiento y apto para el consumo de cualquier público que busca en el cine y en las noticias razones para sentirse bien.

Ficha técnica:
Año: 2016. Duración: 87 min. País: Estados Unidos. Dirección: Otto Bell. Fotografía: Simon Niblett. Edición: Pierre Takal. Música: Jeff Peters. Sonido: Andrew Yarme