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2018-02-08 00:00:00

Muestra CCC: «Regreso al origen». El fin de todas las pérdidas

Por Samuel Lagunas

A finales de 2016, sospechando ya el triunfo del magnate y megalómano Donald Trump como presidente de Estados Unidos, se estrenó en México “Capitán Fantástico” (Matt Ross, 2016), cinta que contaba, entreverando drama y comedia, la vida de un hombre que decide, en compañía de su familia, alejarse de las grandes ciudades capitalistas y vivir en la salvaje intemperie de Washington. Esta rabieta antisistema del padre (Viggo Mortensen) se verá puesta en entredicho cuando sus hijos comiencen a cuestionar los fundamentos de tal decisión y sea necesario acudir al hospital. Un año más tarde Woody Harrelson interpretó en “El castillo de cristal” (Destin Daniel Cretton, 2017) a otro padre de una familia igual de numerosa que adopta un estilo de vida muy semejante al mudarse continuamente y vivir siempre al margen de la legalidad y fuera de los circuitos tradicionales de consumo. Ambas representaciones, que nos ha dado la industria norteamericana, del hombre que decide autoexiliarse más que constituir en sí mismas una crítica al momento actual del capitalismo, cifran los límites de esa crítica impulsada, fundamentalmente, desde una atolondrada clase media que, en todas sus gamas, parece vivir colmada de decepciones y desilusiones (ni hablar de “Pequeña gran vida” [Alexander Payne, 2017]).

Eduardo Cajiga Gochicoa bien podría entrar en esta estela de personajes. El protagonista del documental “Regreso al origen”, ópera prima de María José Glender, lleva 8 años viviendo en una zona boscosa tan alejado como puede de su familia y de las grandes concentraciones urbanas. Sin embargo, el seguimiento que Glender hace de su cotidianidad nos revela que Lalo aún vive anclado al acontecer político sobre el que, durante su vida, siempre deseó influir. Cajiga intentó, junto con otras personas, impulsar un proyecto político desde las bases populares a través del Partido Civilista Morelense. Esos años son evocados con nostalgia y con desesperación porque, quizá, hayan sido los mejores de su vida. Tras el fracaso del Partido debido, en parte, a la falta de voluntad de varios de sus integrantes, Cajiga comenzó a sentirse frustrado y, peor aún, cansado de la gente y de todo ese “mundanal ruido” que nos rodea. Sin contar con el apoyo de su esposa, fue entonces que optó por una especie de eremitismo —y hermetismo. Comenzó, primero, aceptando un nombramiento como guardabosques, pero después acabó quedándose allí, en una cabaña maltrecha, rodeado de roedores y gusanos (bellamente retratados por la cámara de Glender), en compañía de un libro de Herman Hesse, los ocasionales turistas que se adentran por esas veredas y los policías que misteriosamente instalan allí un campamento.

Glender renuncia a sopesar las consecuencias morales y/o políticas de un comportamiento como el de Lalo y prefiere virar su historia hacia la exploración de la soledad humana. Es aquí donde Cajiga se distancia del “Capitán Fantástico” de Matt Ross y del padre alcohólico de Destin Cretton: no hay en su vida ningún valor familiar que exaltar: todo lo contrario, sólo restos de una vida harta de sinsabores. Cajiga, sin embargo, no es elevado a modelo ni a ejemplo de nada: sus opiniones sobre la democracia y la ciudadanía siguen ahí, pero arrinconadas por el cansancio de su alma.  Es ése el principal rasgo del documental de Glender y, al mismo tiempo, su mayor limitante: Cajiga es un residuo de la historia política de México, una vida desperdiciada, y en el documental él mismo es visto como una curiosidad, igual que sucede con la experiencia de autogestión comunitaria en Veracruz recogida en “Bosque de niebla” (Mónica Álvarez Franco, 2017). Ambos documentales, el de Glender y el de Franco, a pesar de ser bastante respetuosos con sus protagonistas no consiguen sacarlos del aparador en donde los emplazan para que los contemplemos, por lo tanto, las alternativas de vida que allí quedan registradas naufragan en la incapacidad de delimitar un contexto y construir una coyuntura que permita a los sujetos ir más allá de sí mismos. “Regreso al origen”, más que “Bosque de niebla”, queda entonces como un síntoma de una sociedad llena de individuos obnubilados que, recluidos en sus pesares, se refugian en la vaga creencia manriqueana de que “todo tiempo pasado fue mejor” y que, como concluye Cajiga, volviendo al origen será posible identificar dónde perdimos el rumbo.

“Regreso al origen”, no obstante su estrecha perspectiva, revela una notable capacidad de Glender para evocar emociones en los espectadores a través de un acertado montaje (la secuencia en la que Cajiga cuenta cómo se ha insertado a la cadena alimenticia del sitio es un claro ejemplo de ello) y deja en claro que es poseedora de una agudeza etnográfica que la coloca muy por encima de las y los documentalistas de su generación. “Regreso al origen” fue ganadora del Premio del Público en el pasado Festival Internacional de Cine de Morelia y es parte de la Muestra del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) que se exhibe en la Cineteca Nacional del 8 al 11 de febrero.

Ficha técnica:

Año: 2017. Duración: 67 min. País: México. Dirección/Guion/Fotografía/Edición/Sonido: María José Glender. Música: Pablo Acevedo. Compañía Productora: Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC). Reparto: Eduardo Cajiga Gochicoa.