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2018-11-23 00:00:00

El regionalismo musical en el cine: la canción «Guadalajara» y sus versiones para la pantalla

En la foto: Pedrto Infante y Carmen Sevilla en "Gitana tenías que ser".
 

Por Eduardo de la Vega Alfaro

En su breviario “Historia de la música popular mexicana” (Alianza Editorial Mexicana-Conaculta, México D. F., 1989, p.181), la especialista Yolanda Moreno Rivas apunta: "La región que más ha influido en la evolución y desarrollo de los nuevos géneros [musicales] campirano citadinos ha sido el estado de Jalisco. Las persistencia y difusión del mariachi han sido tan prolongadas y amplias que en la actualidad la llamada de mariachi o ranchera ha venido a significar -tanto en México como en el extranjero- la música nacional por excelencia". Asimismo, Moreno Rivas señala que, luego de un proceso largo y complejo, que bien puede remontarse a los años sesenta del siglo XIX, en 1927 llegó a la capital del país "el grupo mariachi de José Marmolejo" para participar en la Feria de la Canción Mexicana, "organizada por el Teatro Lírico en las calles de Medina, hoy República de Cuba", donde, gracias a la novedad de su atuendo y el "repertorio apenas dado a conocer", el grupo musical obtuvo un "éxito inmediato". Un año después también llegaba a la Cuidad de México José “Pepe” Guízar Morfín, un joven oriundo de Guadalajara, ello con el propósito de ingresar a la Escuela Nacional Preparatoria ubicada en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

Nacido el 12 de febrero de 1912, Guízar Morfín, sobrino del jerarca religioso hoy canonizado santo Rafael Guízar y Valencia, y primo hermano del compositor y cantante vernáculo Federico Arturo Guízar Tolentino, conocido en el medio artístico como Tito Guízar (1908-1999),  había hecho estudios primarios en el Instituto de Ciencias de Jalisco al tiempo que sus padres, según se dice, comenzaron a estimular su gusto por la música. El joven logró concluir sus proyectados estudios de bachillerato la prestigiada sede de San Ildefonso e incluso tomó cursos de la carrera de abogado en la afamada Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, todo ello mientras el cine mexicano luchaba de forma denodada por ponerse al día en materia de integración entre la imagen y el sonido para de esta forma poder competir en serio por los amplios mercados hispanoparlantes. Mucho más entusiasmado por el arte musical, Pepe Guízar se inscribió en el Conservatorio Nacional, donde comenzó a cursar las cátedras de solfeo, piano y declamación. Estimulado por sus admirados  maestros, el músico jalisciense J. Jesús Estrada, y el célebre literato Erasmo Castellanos Quinto, Guízar profundiza sus conocimientos musicales y poéticos con el propósito de darle un nuevo perfil a la música popular mexica, refinando sus temas y estilos. El inicio de su aprendizaje formal de la música y el canto debió coincidir, entonces,  con los albores del cine mexicano con sonido integrado a la imagen, lo que abrió nuevas perspectivas de trabajo y difusión a los compositores. 

Pepe Guízar.


El tomo 2 del “Cancionero Popular Mexicano” (Conaculta, México  D. F., 1987, p. 462-463) contiene el siguiente testimonio del mismo Guízar: "[...] En realidad mi afición [por la música] nació al nacer yo, una gran afición de hacer música y versos. En aquella época (1930) triunfaba Agustín Lara y yo solía ir al Teatro Politeama, para escucharlo, queriendo imitarlo en mis canciones; pero pensé que si él cantaba al amor, yo podría seguir otra escuela, como la de Tata Nacho, haciendo versos que tuvieran la esencia folclórica de México. Así fue como pasó el tiempo y en 1930, escribí mi primera canción 'Guadalajara' [...]". Todo indica que lo dicho en el anterior testimonio coincidió con la contratación del mencionado Agustín Lara para componer la música de “Santa” (Antonio Moreno, 1931), primera cinta mexicana con sonido óptico integrado a la imagen, aspecto que contribuyó sin duda al éxito de la cinta, segunda adaptación de la novela homónima de Federico Gamboa.

Desplazado a Monterrey, Nuevo León,  Pepe Guízar debutó profesionalmente con el espectáculo “Guadalajara”, montado en el Teatro Lírico de aquella urbe por la empresa de José Campillo, gracias a lo cual el compositor jalisciense comienza a adquirir plena notoriedad. Por su parte, Tito Guízar, quien desde 1927 venía grabando en discos numerosos temas musicales y trabajando con mucho éxito en la industria radiofónica estadounidense, en 1935 lograría insertarse en el medio fílmico de Hollywood con la interpretación de pequeños papeles en el corto “See See Señorita” y en el largometraje “Bajo las lunas de las pampas” (Under the Pampas Moon), de James Tinling, estrenada en el cine Olimpia de la Ciudad de México el 8 de febrero de 1936. Todo ello le permitiría ser llamado para protagonizar la cinta “Allá en el Rancho Grande”, comedia folclórica realizada por Fernando de Fuentes a partir de agosto de aquel 1936 en la que Alfonso Sánchez Tello, otrora militante del movimiento vasconcelista, tuvo un papel poco relevante. Luego de su respectivo y casi inmediato estreno, efectuado el siguiente 6 de octubre en el cine Alameda, la película de De Fuentes comenzaría un exitoso recorrido tanto en México como en la mayoría de los países de habla hispana, hecho que provocaría un claro incremento en la producción fílmica nacional del año 1937. Como ya ha quedado apuntado en infinidad de ocasiones, la mayor parte de ese incremento estuvo constituido por un buen número de comedias folclóricas, todas ellas requeridas de diversos tipos de música vernácula.

Así, por iniciativa del mencionado Alfonso Sánchez Tello, ahora convertido en productor cinematográfico, en mayo de 1937 da inicio el rodaje de “Jalisco nunca pierde”, inspirada en un argumento del compositor Ernesto Cortázar, escrita y dirigida por Chano Urueta (también destacado partícipe del vasconcelismo), fotografiada por Gabriel Figueroa (camarógrafo de “Allá en el Rancho Grande”) y con las actuaciones protagónicas de Jorge Vélez, Esperanza Baur, Pedro Armendáriz y Rosita Lepe, conocida como "La Reina de los Charros". Entre las múltiples canciones que complementan y a su manera refuerzan la trama de una típica comedia "ranchera" clara e inmediatamente derivada del triunfo taquillero de  “Allá en el Rancho Grande”[1], la cinta de Urueta incluyó tres melodías de Pepe  Guízar: "Qué será", "Mariachi" y "Guadalajara", todas ellas interpretadas por el Trío Ascensio-Del Río, lo que a su vez marcó los inicios del compositor tapatío en el medio fílmico. Al parecer, Guízar hizo un nuevo arreglo de "Guadalajara" para que la melodía fuera integrada a la cinta de Urueta, que tuvo su estreno el 11 de agosto de 1937 en el céntrico Cine Regis, donde permaneció 4 semanas, lo que en aquella época era todo un récord de taquilla. Si hemos de creer a las cifras manejadas por María Luisa Amador y Jorge Ayala Blanco en su “Cartelera Cinematográfica 1930-1939”, sólo otras cinco películas alcanzaron esa cifra de semanas de estreno a lo largo de tal década en la capital del país. Por lo demás, se sabe que “Jalisco nunca pierde” se estrenó el 25 de diciembre del mismo 1937 en siete salas de Lima, Perú, lo que también puede ser una de varias evidencias de su éxito en el extranjero. Paradójicamente y acaso por problemas de distribución, la película no tuvo estreno inmediato en la capital del estado de Jalisco, uno de los mercados que pudieron considerarse como mayor potencial para los ingresos en  taquilla.[2]

Más allá de ser dignísimo ejemplo de una nueva forma del regionalismo musical jalisciense, la melodía "Guadalajara" es una especie de festivo himno al terruño con alusiones a municipios y sitios aledaños como Tlaquepaque, Chapala, Zapopan, Los Colomos, etcétera. Su cadenciosa prosodia arraigó en la línea del nacionalismo que exaltaba los rasgos provincianos convertidos con el paso del tiempo en una de las formas de identidad de esa zona del país.  La versión interpretada en el filme de Urueta dura 3 minutos y 24 segundos y está enmarcada en una escenografía de estudio pletórica en elementos folclóricos de toda índole (lo que incluye jarrritos, ollas, vestuario y demás parafernalia), pues se trataba de darle la pauta a la celebración del cumpleaños del personaje protagónico femenino (la debutante Esperanza Baur), a la vez sólido pretexto para dar rienda suelta a una serie de secuencias con múltiples suertes charras y facilonas gracejadas de las principales figuras cómicas del asunto, es decir, Carlos López “Chaflán”, Joaquín Pardavé y Emma Roldán.  En todo caso se puede suponer que si la canción de Guízar ya era suficientemente conocida para la época en que Urueta filmó la película de marras, el triunfo taquillero de ésta última incrementó su popularidad, máxime que tuvo su primera forma de difusión en un registro audiovisual de alto impacto.

Prueba de que la melodía de Guízar funcionó muy bien en el medio fílmico fue que, al año siguiente, sería incorporada a las respectivas tramas de otras dos cintas. Una fue la hollywoodense “Tropic Holiday” (titulada en México “El embrujo del trópico”), producida por la Paramount, dirigida por Theodore Reed e interpretada por  Dorothy Lamour, Bob Burns,  Martha Raye, Ray Milland, Binnie Barnes y los mexicanos Tito Guízar, Roberto Panzón  Soto, Elvira Ríos, Jesús Topete y el mismo Trío Ascensio-Del Río. En este caso, Tito Guízar fue el intérprete de la referida canción de su pariente y el mencionado grupo le hizo coro. La cinta restante fue la coproducción hispano-mexicana “Caminos de ayer”, realizada por Quirico Michelena, cuya historia se ubicaba en parte en una Guadalajara aludida por algunas tomas documentales de la ciudad y en la que la melodía de Pepe Guízar fue cantada por el galán Jorge Negrete, esta vez en plan de macho violador que resarce su agravio en el último rollo. Curiosamente, ambas cintas se estrenaron en la Ciudad de México con poco más de dos meses de diferencia: la primera el 24 de junio de 1938 en el cine Alameda (donde permaneció dos semanas)  y la segunda el 14 de septiembre en el cine Encanto.

Durante la década de los cuarenta del siglo pasado, mientras que la industria fílmica mexicana se consolidaba como la más fuerte de los países de habla hispana, la explotación del folclore nacional en algún sentido obligó a que la canción "Guadalajara" se usara como refuerzo musical en al menos cinco película mexicanas y en tres estadounidenses. Una de éstas últimas fue “Weekend at the Waldorf” (Robert Z. Leonard, 1945), que en México se tituló “Aquí empieza la vida” y se estrenó con escaso éxito en el cine Magerit el 3 de mayo de 1946;  tocó a la cantante Lina Romay interpretar la melodía de Guízar, en este caso acompañada por las orquesta que entonces dirigía el afamado catalán Xavier Cugat. Otra fue “Pan-Americana” (en México, “Panamericana”, 1945), de John H. Auer, en la que todo señala que la canción aludida fue ejecutada por el dueto de las Hermanas Padilla. La cinta restante fue “Mexicana”, (Alfred Santell, 1945), también así llamada en nuestro país, y en la que Tito Guízar, convertido en precario galán hollywoodense, interpretó de nueva cuenta la obra musical de su primo hermano como parte de una trama bastante convencional. Tanto interés del cine "Made in Hollywood" por la música mexicana representada en estos casos por "Guadalajara" se explica por la entonces ya de salida estrategia del Panamericanismo que privó durante la Segunda Guerra Mundial y que fue promovida desde la Casa Blanca para proteger los intereses estadounidenses en todo el continente. Por su parte, las cinco películas mexicanas filmadas en ese periodo fueron todas ejemplos de un cine vernáculo que a los largo de esos años se desgastó como género. “Guadalajara, pues” (Raúl de Anda, 1945), “Una gitana en Jalisco” (José Días Morales, 1946), “De Tequila... su mezcal” (Carlos Toussanit, 1949, en la que el mismo Pepe Guízar hacía una muy discreta aparición), Mariachis (Adolfo Fernández Bustamante, 1949) y “Canta y no llores” (Adolfo Patiño Gómez, 1949) integran, entonces, un listado de filmes que en todo caso ejemplifican las ambiciones comerciales de quienes los hicieron sin que por ello dejen de tener algunos detalles y curiosidades que resultaría un tanto cuanto ocioso apuntar en esta ocasión.

Si el Censo de Población de 1950 revelaba que Guadalajara ya contaba con alrededor de 380, 000 habitantes y que, por tanto, su condición de área provinciana estaba quedando atrás a ritmo acelerado, el cine mexicano de las dos décadas subsecuentes insistió en recurrir a la ya para entonces canción emblemática de esa ciudad en otros  15 títulos, sin que faltara una nueva versión interpretada por Tito Guízar para la descolorida cinta “Música en la noche” (Tito Davison, 1955) y sin que dejara de ser obligado fondo musical tanto de las comedias deportivas “Las chivas rayadas” y “Los fenómenos del futbol” (Manuel Muñoz, 1962) como de comedia juvenil “Guadalajara en verano” (Julio Bracho, 1964), producida por el jalisciense José Luis Bueno para enfatizar que la capital de su estado natal estaba a punto de alcanzar el millón de habitantes; es decir, en catorce años la población tapatía estaba próxima  triplicarse. Y, como para completar ese concepto que ya integraba a las nuevas generaciones en plan celebratorio hasta la caricatura (el Movimiento Estudiantil-Popular del 68 todavía quedaba algo lejano), la película hollywoodense “Fun in Acapulco”, filmada por Richard Thorpe en 1963 y nunca estrenada formalmente en México (parece que pesó sobre ella una muy velada censura oficial) mostraba al ídolo del rock Elvis Presley cantando la popular melodía de Pepe Guízar con un español bastante "champurrado", por decir lo menos, y en un contexto plagado de elementos folclóricos que sin duda podemos calificar, si se nos da la gana,  de aberrantes.

Elvis Presley en "Fun in Acapulco".
 

De las ocho películas que, filmadas entre 1975 y 1982, recurrieron a la canción de Guízar como refuerzo musical, la gran mayoría de ellas de corte aferrado a temas vernáculos, llaman la atención los casos de “Cualquier cosa” (1979), obra de Douglas Sánchez filmada como ejercicio en el CUEC-UNAM, además de “Doña Herlinda y su hijo” (Jaime Humberto Hermosillo, 1984) pues justo le dieron a "Guadalajara" un giro irónico como la música de fondo de respectivos momentos con evidente carga satírica. Y si el corte temporal de este texto coincide con el fin del sexenio lópezportillista es por la simple razón de hasta allí contamos con datos fidedignos en esa materia. Lo cierto es que el recuento anterior arroja la nada despreciable cifra 35 versiones de la multi- mencionada canción en otras tantas películas de largometraje; queda por saber en cuántos medios y cortos también pudo ser ejecutada y con ello acaso podríamos constatar que, cuando menos durante una buena parte de la historia del cine nacional e internacional, esa melodía ha jugado un papel que tal vez reclame un estudio a fondo por tratarse de uno de los casos más reiterados y significativos en su respectivo rubro sonoro.

 

Filmografía fundamental

“Jalisco nunca pierde” (Chano Urueta, 1937). Trío Ascencio-Del Río

“Caminos de ayer” (Quirico Michelena, 1938). Jorge Negrete

“Tropic Holiday” (en México “El embrujo del trópico”, Theodore Reed, 1938). Trío Ascencio-Del Río

“Guadalajara, pues” (Raúl de Anda, 1945). Luis Aguilar

“Weekend at the Waldorf” (en México “Aquí empieza la vida”., Robert Z. Leonard, 1945) Xavier Cugat y Lina Romay

“Pan-Americana” (en México “Panamericana”, 1945), de John H. Auer

“Mexicana” (Id, en México, 1945), de Alfred Santell

“Una gitana en Jalisco” (José Días Morales, 1946). Paquita de Ronda y coros

“De Tequila... su mezcal” (Carlos Toussanit, 1949). Fondo musical al minuto 97'

“Mariachis” (Adolfo Fernández Bustamante, 1949). Antonio Badú

“Canta y no llores” (Adolfo Patiño Gómez, 1949). Irma Vila

“El ciclón de Caribe” (Ramón Pereda, 1950). María Antonieta Pons

“Gitana tenías que ser” (Rafael Baledón, 1953). Pedro Infante

“La Sombra Vengadora” (Rafael Baledón, 1954). Música de fondo

“Escuela de música” (Miguel Zacarías, 1955). Pedro Infante y Libertad Lamarque

“Música en la noche” (Tito Davison, 1955). Tito Guízar

“El supermacho” (Alejandro Galindo, 1958). Manuel Loco Valdés.

“Melodías inolvidables” (Jaime Salvador, 1958). Demetrio González.

“Bonitas las tapatías” (Humberto Gómez Landero, 1960). Emilio Gálvezlvira Quintana

“Los Cinco Halcones” (Miguel M. Delgado, 1960). Luis Aguilar y Demetrio González

“El caballo blanco” (Rafael Baledón, 1961). Antonio Aguilar y Joselito

“Las chivas rayadas” (Manuel Muñoz, 1962). Coros

“Los fenómenos del futbol” (Manuel Muñoz, 1962). Coros

“Fun in Acapulco” (no estrenada en México , Richard Thorpe, 1963). Elvis Presley

“Guadalajara en verano” (Julio Bracho, 1964). Coros y mariachi

“Amar en las nubes” (Manuel Zeceña Diéguez, 1966). Alejandro Algara

“Gregorio y su ángel” (Gilberto Martínez Solares, 1966). Germán Valdés Tin Tan

“Guadalajara es México” (Fernando Durán Rojas, 1975). Cornelio Reyna

“Mariachi” (Rafael Portillo, 1975). Como música de fondo en imágenes de la ciudad

“Ángel del silencio” (Gilberto Martínez Solares, 1978). Rosenda Bernal

“Cualquier cosa” (Douglas Sánchez, 1979). Música de fondo

“Los cuates de las Rosenda” (Federico Curiel, 1981). Rosenda Bernal

“Allá en la Plaza Garibaldi” (Miguel M. Delgado, 1981). Pedrito Fernández

“El tonto que hacía milagros” (Mario Hernández, 1982). Antonio Aguilar

“Doña Herlinda y su hijo” (Jaime Humberto Hermosillo. Música de fondo.

 

NOTAS
 

[1] Como clara estrategia comercial, que finalmente sí redundaría en amplias ganancias, Sánchez Tello pudo contratar a una buena parte de la nómina de intérpretes del filme de De Fuentes: Lorenzo Barcelata (al mismo tiempo autor de otra parte de las demás canciones de “Jalisco nunca pierde”, incluida la que dio su título a  esta cinta), Emma Roldán, Carlos López “Chaflán”, Manuel Noriega (de nuevo en plan de hacendado- patriarca), Hernán Vera, David Valle González y la niña Luz María Ávila. Además, en papeles menores, se incluyó a los compositores Ernesto Cortázar y Manuel Esperón así como a otro cómico de cierta fama: Arturo Manrique, “El panzón Panseco”.

[2] Cfr. Torres Sanmartín, Patricia, “Crónicas tapatías del cine mexicano”, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, 1993