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2019-05-25 00:00:00

Crítica: «El artista anónimo»: El humanismo todavía

Por Samuel Lagunas

Uno de los rasgos centrales del humanismo tradicional es, grosso modo, la creencia en que el arte puede ayudar a que el individuo y la sociedad sean cada vez mejores tanto en el ámbito moral como en el político. No obstante, el cine reciente (pienso en “Animales nocturnos” de Tom Ford, en “The Square” de Ruben Östlund, o en “Velvet buzzsaw” de Dan Gilroy) se ha sumergido en la plástica y la visualidad contemporánea para poner en evidencia los mecanismos del ego, la petulancia, los rencores y la frivolidad que rigen no sólo un medio en específico, sino todo el cuerpo social que alberga la producción y el consumo de las obras.

Casi heroicamente, frente a ese marasmo de desencanto snob y clasi(ci)sta, el cineasta finlandés Klaus Härö nos propone en “El artista anónimo” la historia de un hombre viejo, dueño de una pequeña y desvencijada galería, que se debate entre una última adquisición y la restauración de sus vínculos familiares. Si bien es cierto que Härö carece de la ternura política de Aki Kaurismäki (“Al otro lado de la esperanza”, 2017), su habilidad para tejer tramas de éxito y redención sin caer en la moralina ingenua y vacua continúa como uno de sus logros más característicos.

En “El artista anónimo” seguimos a Olavi (Heikki Nousiainen), un viejo algo cascarrabias que ha dejado atrás a su familia, enajenándose en la burbuja bursátil del arte. Con un efectivo y elemental trabajo de edición, los primeros minutos resumen el todo de su vida adulta: asistir a subastas, pujar por pinturas de artistas no tan conocidos, conseguirlas a un precio bajo y revenderlas a compradores especializados. El negocio no siempre sale bien. Como ya es sabido, el mercado del arte es un monstruo despiadado y apático, y la galería de Olavi se perfila como su siguiente víctima. No obstante, la llegada de su nieto adolescente Otto (Amos Brotherus) a su vida y a la galería darán un vuelco a su ensimismada rutina. De forma semejante a cintas anteriores (“Cartas al padre Jacob”, 2009), Härö expone cómo la madurez no es una consecuencia lógica de la edad, sino que sólo es posible conseguirla a través de un esfuerzo compartido entre las distintas generaciones. Así, Olavi y Otto unirán recursos y mejorarán sus afectos en torno a una anónima y menospreciada pintura que, de venderse, proveerá a ambos de una gran suma de dinero. La relación entre ambos, no obstante, se estrecha tan súbitamente que el relato pierde potencia aunque gana agilidad; sin embargo, la trama se va desarrollando con tanta previsibilidad que incluso la revelación sobre la misteriosa pintura pierde todo impacto.

Härö resuelve “El artista anónimo” de forma tan optimista que, para los gustos más amargos, puede resultar empalagosa. Las lecciones que salen a la superficie sobre la humildad y la familia, si bien se sienten algo inverosímiles, aspiran a reencantar un mundo embadurnado de desesperación y ansiedad: el arte, si no sirve para acercarnos a las demás personas y para conectarnos con nuestra dimensión individual más profunda, no tendrá ningún sentido.     
     

Ficha técnica:
Año: 2018. Duración: 95 min. País: Finlandia. Dirección: Klaus Härö Guion: Anna Heinämaa. Reparto: Heikki Nousiainen, Pirjo Lonka, Amos Brotherus, Stefan Sauk.