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2020-05-03 00:00:00

Cine para el encierro: «Pedro el afortunado»: La maldición de la modernidad

Por Lorena Loeza

"Pedro el afortunado" (“Lykke-Per”, 2018) es la adaptación cinematográfica de la novela de Henrik Pontoppidan, Premio Nobel de Literatura en 1917, y que resulta una destacada muestra de buen cine de época y del género dramático en la gran pantalla, ahora disponible en Netflix.

La película, dirigida por el danés Billie August (“Pelle el conquistador”, 1987), es justo lo que una historia como ésta necesita para ser contada:  sobriedad cargada de introspección y un mensaje profundo y desgarrador, enmarcado en una refinada técnica cinematográfica filmada con luz natural. Se trata de una obra delicada y sutil, pero no simplista en cuanto a la gama de emociones humanas que retrata, y tampoco en las fibras sensibles que mueve entre las y los espectadores.

La cinta narra la vida de Pedro, un joven que ha crecido bajo la estricta disciplina de su padre, que es pastor cristiano luterano. La rigidez en su educación y la pobreza en la que ha vivido, lo decide a dejar el hogar familiar y buscar suerte como ingeniero en la ciudad de Copenhague. Apenas recién llegado, el sueño empieza a tomar forma: logra entrar a la universidad, desarrollar un proyecto modernizador que llama la atención de adinerados mecenas, e incluso, encuentra el amor en la persona de una refinada joven judía que le corresponde.

Pero Pedro termina por sucumbir a la culpa de haberse mostrado soberbio y orgulloso al despedirse de su padre y de su familia, permitiéndose vivir atormentado por ese momento en que se fue maldiciendo su precaria vida y la incomprensión que vivió durante su infancia y juventud.

Al final, esa culpa la siente como una terrible maldición y por tanto el fracaso, es para él como una profecía autocumplida. Podría incluso pensarse que estamos ante un relato acerca de cómo en la realidad “infancia es destino”. Pero no. Lo de Pedro es un autosabotaje más profundo que tiene como fondo, la irrupción de la modernidad en las nuevas identidades sociales de fines del siglo XIX y principios del XX.

No es sólo Pedro quien se busca a sí mismo, hasta el punto de explicarse su doloroso renacimiento casi como una maldición. También es la sociedad danesa la que se debate entre la ciencia, la técnica, el dogma, la liberación y el conservadurismo. Una pulsión destructiva que rompe con sueños, ambiciones y la posibilidad de ser feliz en un mundo donde lo antiguo se niega a morir. Y es justo entonces que el mote de “afortunado” se antoja satírico, burlón y hasta un poco cínico.

El tema al final, es mucho más actual de lo que se piensa. August decide contar tan connotada historia de un modo atemporal, a pesar del enorme trabajo de ambientación de época. El discurso termina por ser tan contemporáneo, que en no pocos momentos, logra que conectemos con las realidades cotidianas del siglo XXI. Aunado a ello, las grandes actuaciones de Esben Smed y Katrine Greis- Rosenthal, logran plasmar con maestría histriónica los complejos trances de identidad de sus personajes, a través de un arco narrativo largo y complejo.

Y de hecho, la película podría parecer larga (2 horas y 47 minutos), pero el ritmo es el adecuado para contar vidas enteras de búsquedas, encuentros y transformaciones. Una interesante muestra de cine danés que responde a técnicas narrativas y argumentativas distintas a las tradicionales hollywoodenses que vemos por estos lares en cartelera comercial.

“Pedro el afortunado”, también nos recuerda que la clave no es buscar, sino agradecer lo encontrado. Y que no hay verdades universales que expliquen la búsqueda constante, que siempre nos impulsa a caminar.