Por Manuel Cruz
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Hacer películas dulces no es fácil. La línea entre el sentimiento y la cursilería se llega a volver inexistente. Pero en el caso de “Acapulco: La vida va”, pieza estelar del FICA y gran orgullo del gobierno guerrerense, es un resultado flotante en buena marea.
Desde su anunciamiento en la conferencia de prensa del festival, hasta la proyección de hace unos días (con el estreno comercial ocurriendo está tarde) es sin duda una cinta nostálgica, un componente más por regresar al Acapulco de los 50’s que ronda la mente y discurso en los organizadores del festival, e incluye demostraciones más surrealistas (como el renacimiento de Elvis en la Quebrada, a discutirse posteriormente).
Así como sus productores y director Alfonso Serrano Maturino, Mariano (Patricio Castillo), Antolín (Alejandro Suárez) y Justo (Sergio Bustamante) buscan volver al Acapulco de su infancia, primer amor, e infinidad de anécdotas que se acercarán con más facilidad a los parroquianos de la costa, y dejan al espectador promedio en un curioso regreso a como se hacía el cine mexicano de los 50’s y 60’s: lleno de humor sarcásticamente ligero y diálogos románticos. El guión de Jorge Patiño es mejor haciendo lo primero: con décadas de telenovelas horribles entre la época intencionada y esta cinta, es complicado mostrar escenas de amor sin resultar cursi o meloso. Sin embargo, estas situaciones quedan rescatadas por los actores, especialmente Castillo y Luz María Jérez, interpretando una pareja re-encontrando su amor juvenil años después.
“Acapulco: La vida va” realmente encuentra un punto ideal entre dos mareas: cine suficientemente malo para ahogarse (véase “Donde Chocan Las Olas” y “Shhh”) e historias brillantemente ejecutadas (“Quebranto”). Existe para entretener y pasar el rato, logrando ambos objetivos.
“Acapulco: La vida va”, Alfonso Serrano Maturino, Gran Numeronce Producciones, México, 2013.
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