Por Hugo Lara
“Blue Jasmin” (2013), la más reciente cinta de Woody Allen, es una nueva lección de este genial y prolífico cineasta que no se cansa de regresar a sus mismos temas y volverlos a explorar con nuevos hallazgos y sorpresas. El filme tiene conexión con varias de sus películas anteriores, de “Hanna y sus hermanas” (1986) a “Match Point” (2005) y otras, pero también tiene frescura y originalidad.
“Blue Jasmin” narra el reencuentro entre dos hermanas adoptadas que han seguido caminos distintos, por un lado Jasmin (Cate Blanchet, espléndida), quien ha llevado una vida rica y sofisticada en Nueva York, y por el otro Ginger (Sally Hawkins), una vulgar empleada de un supermercado en San Francisco. Jasmin viaja a vivir con su humilde hermana debido a la ruina y posterior suicidio de su esposo Hal (Alec Baldwin) por negocios fraudulentos. El encuentro entre ellas pone en relieve no sólo el contraste social sino las opuestas personalidades de ambas mujeres: Jasmin elegante y soberbia, mientras que Ginger, pobre e ingenua. En esta dinámica, Jasmin interfiere en la vida de su hermana, sea desaprobando los modos de su novio obrero o sus costumbres de clase proletaria, a la par que ella misma intenta recuperar el camino de su vida: consigue empleo con un dentista y luego se compromete con un diplomático al que le oculta su vergonzoso pasado inmediato.
La película está narrada en dos tiempos sobre la vida de Jasmin que se entremezclan en el montaje: su etapa de todo lujo en Manhattan y su nueva situación en San Francisco al lado de su hermana. De esta manera, el guión y la realización de Allen van reconstruyendo poco a poco un rompecabezas de situaciones y personajes muy a su estilo: entre patéticos y tiernos, parlanchines, llenos de fobias y filias, asaltados por sus complejos y sus culpas.
Así, Jasmin aparece como un personaje complejo, una mujer arribista (como el de Match Point), trepadora social, egoísta y arrogante, pero al mismo tiempo profundamente humana, llena de defectos a pesar de su apariencia sofisticada. En cambio, su hermana, que se juzga ella misma como un ser inferior, resulta al final más honesta y genuina, con más posibilidades para acceder a la felicidad, a pesar de su simpleza. Es un relato con una fuerte carga trágica, pero lleno de humor e ironía, dentro del mejor estilo de Allen, nervioso y agudo.
Vale la pone poner atención en todos los departamentos, que funcionan de manera impecable: su estupendo cuadro actoral, la fotografía de Javier Aguirresarobe, la edición de Alisa Lepselter, y el diseño de producción de Santo Loquasto.
“Blue Jasmin” se presentó en el Festival de Cine de Morelia.
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