Por Jessica Oliva
@Pennyoliva

Como todo subgénero del cine romántico, la coloquialmente llamada chick flick se caracteriza por revolver alrededor de la consecución del amor. A eso se le añade un personaje femenino en el rol principal, de carácter fuerte, que en su búsqueda por desarrollarse (laboral, social o espiritualmente) encuentra de paso a un espécimen del género masculino destinado para ella. Por supuesto, también hay antagonistas que enredan la situación, así como mejores amigos incondicionales y un desarrollo de cuento de hadas burbujeante.

Esto es lo que podemos encontrar – al pie de la letra– en “Cambio de ruta”, la primera cinta de Christopher Hool como director (produjo “Te presento a Laura”, “Volverte a ver”), que tampoco pretende romper con aquellos estereotipos. Protagonizada por Sandra Echeverría y Osvaldo de León, su aire turístico y ecológico, que logra ser un poco más sutil que en pasadas producciones mexicanas del estilo, vuelve a presentarnos a un México de postal, con un mensaje de inspiración amable. Filmada en la Riviera Maya, la cinta traslada a un universo de selvas tropicales, cenotes y enclaves paradisiacos todas las rosas intenciones de una película feel good, cuyo problema principal no radica en pertenecer a tal o cual género (a veces, eso de ser una chick flick es visto como causa de vergüenza), sino en la poca fuerza que hay detrás de su argumento: en lo mucho que pretende resaltar las bellezas culturales y naturales mexicanas utilizando un molde hollywoodense.

La historia no es algo que no se haya tratado ya a lo largo de décadas de comedia romántica, pero con nombres, conflictos y escenarios distintos. Es una fórmula que, en términos de taquilla, quizá busca surtir un efecto como el de “Cásese quien pueda (Marco Polo Constandse, 2013), otra chick flick mexicana promotora de las bellezas de Quintana Roo, que debutó en febrero pasado como el segundo mejor estreno para un filme mexicano en la historia (con 43.53 mdp). Esta vez, sin embargo, la protagonista no es una joven citadina ajena a lo rústico y lo autóctono, sino todo lo contrario. Nicté (Sandra Echeverría) es una guía de turistas, conocedora de su tierra y defensora de ofrecer recorridos en los que los clientes puedan realmente experimentar las riquezas, la historia y la cultura de la zona. Sin embargo, un cambio de jefes y de política empresarial la obliga a seguir sus sueños de forma independiente.

A su lado tenemos al siempre incondicional Héctor Jiménez, últimamente el sidekick favorito del cine mexicano (“Besos de azúcar”, “Fachon models”), quien interpreta a su mejor amigo y socio. En el reparto también se encuentran Dolores Heredia, Erick del Castillo y, por supuesto, Osvaldo de León, quien da vida a Cristóbal, el susodicho que hace las veces de extranjero en su propio país. Por fortuna, Nicté se encargará de recordarle a este antropólogo de profesión, heredero de la empresa en la que ella trabajaba, todas las maravillas de esta región maya.

Así, la persecución de los sueños y aspiraciones vocacionales se convierte en el pretexto perfecto para que una heroína vestida a la Bárbara Blade– más cercana en carácter a aquella de “Cansada de besar sapos” (también producida por Hool) que a la última encarnada por Martha Higareda– encuentre el amor verdadero, en medio de lo que a ratos parece ser un promocional de la Riviera Maya. El filme invita al espectador a un viaje seguro, con un libreto sin riesgos, que desde el principio despeja las dudas sobre quién es quién y lo qué pasará a continuación.

Plácidamente predecible, de locaciones hermosas y un príncipe azul cuya única función es enamorarse, “Cambio de ruta” no se desvía ni un poco de “la ruta” de una chick flick americana, aunque la viste de un poco del folclor y de tesoros naturales mexicanos. Lo logra con cierta naturalidad, momentos muy azucarados y no más;  pero puede que incluso consiga montarse en el tren de éxito taquillero y de buena fe del público, que las comedias mexicanas parecen disfrutar desde el año pasado.

Premiere de la película. Fotos: Víctor Bustos