EN FOCO: Paula Markovitch. Parte 2 de 3 Segunda parte de la entrevista a la escritora y cineasta Paula Markovitch —ganadora del Ariel a la mejor película y la mejor opera prima por “El premio”.
Por Gustavo Ambrosio y Hugo Lara
Paula Markovitch llevó también al cine el goce estético que tenía desde niña por la literatura, una vez que se volcó como una apasionada cinéfila en su juventud. “Para mi era lo mismo ver cine como leer, y hoy en día sigue siendo lo mismo para mi”. Esto sucedió en la época en que decidió matricularse en dos carreras a la vez en la Universidad de Córdoba, Letras y Cine.
“Cuando yo tenía 17 años, que ya vivíamos en Córdoba, me puse de novia con un chavo que era muy cinéfilo y él me empezó a invitar al cine y yo recuerdo que le fascinaba Fassbinder. Al principio dije ¿Esto qué es? Pero me empezó a fascinar el cine y un año después me inscribí a la escuela de cine en Córdoba, en letras y cine, porque me fascinó.”
Corre Cámara: ¿Te llegó el cine gracias al amor?
Paula Markovitch: “Pues sí, gracias al amor y la amistad, porque en esa época también tenía muchos amigos cinéfilos. Fue un momento muy lindo, era el 86, volvía la democracia a Argentina, llegaron noticias de Europa. En los 80 yo tenía 20 años y fue un momento de cambio.”
CC: ¿Cómo o cuándo decides venir a México?
PM: “A los 18 años, aparte de la plenitud juvenil, teníamos una vida cultural muy agitada en Argentina. Regresaron muchos exiliados y con ello muchas noticias del extranjero, así como conocimientos nuevos. Entonces vino a dar un curso un profesor llamado Sergio y me metí a él. Fue muy impresionante para mí, él tenía otros horizontes, había estado en México y conocía otros lugares, otras formas de vida, otras personas, y yo quería algo así.
Y como mis padres habían sido artistas, aunque nunca expusieron en su vida. Yo me sentía naturalmente artista, y yo quería otro destino diferente al de mis padres. Quería salir de Argentina, conocer el mundo, como cualquier persona de esa edad, pero yo apenas tenía 200 dólares en mi bolsillo, pero además yo no pensaba en México, mi sueño era París, porque era admiradora del cine francés.
Entonces un día, Sergio, mi maestro, me dijo que se regresaba a México y me convenció de venirme a trabajar acá. Entonces dije, voy a México, trabajo y después sigo viajando. Llegué, y al principio fue difícil, porque aunque compartamos idiomas, no hay culturas más diferentes que la de México y Argentina, pero me gustó México, me acostumbré y decidí quedarme a vivir.”
No hay nada como hacer une entrevista para desmembrar los datos erróneos, por ejemplo aquellos perfiles “oficiales” de internet donde se asegura que la autora de obras escritas para cine como “Dos abrazos” es egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC): “Yo no estudié guión, cuando llegué aquí a trabajar ¿Con qué iba a yo estudiar si no tenía un apoyo, una beca, o algo así?, Claro, me hubiera encantado hacerlo”.
CC: ¿Cómo fue que lograste involucrarte en el mundo del cine?
PM: “Yo empecé a trabajar como redactora, porque Sergio me ayudó a conseguir un empleo, tenía que trabajar inmediatamente y ahí en ese trabajo aprendí usar una computadora, ahí empecé a escribir un largometraje. Me quedaba más horas después de la chamba y ahí lo escribí. Y un día llamé a Televisa, yo sin contactos, fui, llevé mi guión y me lo compraron. El primero que me compró Televisa se llamaba “Tres minutos en la oscuridad”, que sí se filmó, y otros guiones.
Luego me pasó una cosa muy curiosa, cuando se hicieron varias películas con guiones míos, me contrata el CCC de maestra. Yo asesoraba las tesi, y tuve por aquella época un grupo maravilloso que les llamábamos los gamborimbos, y recuerdo que ellos tenían 25 y yo 30, y había momentos que yo moría de celos porque quería hacer una tesis y no podía porque yo no había tenido la oportunidad de estudiar.”
Para mí que me pagaran por escribir era un milagro
De pronto, “Sin Remitente”, dirigida por Carlos Carrera en 1995, fue el primer guión suyo que vio la luz en pantalla, y esa luz pareció convertirse en ella también en una bendición.
“Tenía 23 años y escribía 5 horas al día. Para mí que me pagaran por escribir era un milagro, era un sueño que mis padres nunca habían logrado y para mí igual lo era. A partir de ese momento empezó un periodo para mi que era maravilloso porque estaba logrando lo que mi familia siempre había querido, vivir de escribir. Pero esa percepción pronto me hizo no ubicarme en otras cosas, y empezó para mi un periodo que fue muy duro, mi vida de guionista.”
“Elisa antes del fin del mundo” dirigida por Juan Antonio del Riva en 1997, “Al borde” dirigida por Antonio Zavala en 1998, el primer episodio de la serie “Cuentos para solitarios” de 1999, “Temporada de patos” y “Lake Tahoe” dirigidas por Eimbcke entre 2004 y 2008 y “Dos abrazos” del director Enrique Begne en 2007, fueron la etapa de guionista de Markovitch, esa etapa que considera muy dura en su vida.
CC: ¿Cómo fue ese periodo?
PM: De acuerdo a mi experiencia como escritora y docente y mis investigaciones, el trabajo de escribir para cine es enajenante en casi todo el mundo.
Hay una enajenación consensuada. Sabemos muy bien que hay situaciones que son consensuadas y no son justas, los podemos ver como normales pero no son justas.
En el cine la autoría está desplazada. En mi opinión y experiencia, un escritor concibe un universo, se le ocurre una historia, unos personajes, él inventa un mundo. Se lo da a un director y éste hace una de las múltiples interpretaciones de escena posibles que se puede hacer con esa obra ¿Quién es el autor?¿Quién inventa ese mundo? Es evidente. Ese desplazamiento de la autoría y de enajenación se está saneando actualmente de una manera muy curiosa. A través de las series de televisión. Las series de televisión el escritor recupera su lugar como autor y por eso toda la nueva corriente de televisión el creador es el escritor.
Por supuesto que el trabajo de puesta en escena y de interpretación de un director es profundamente creativo, pero no es el autor. No es el autor, es el intérprete.
En el teatro no hay problema y ningún director de escena patalea por montar a Ibsen, al contrario, dicen estoy muy contento de montar a Ibsen y no le restan mérito, pero en el cine la autoría está desplazada.”
En la siguiente y última entrega de ésta entrevista, Paula revela a Corre Cámara una teoría muy interesante sobre la escritura cinematográfica, desarrollada a partir de su experiencia con los mecanismos del mundo fílmico, y nos cuenta un poco sobre sus gustos y sus próximos proyectos.
LEE LA PRIMERA PARTE:
“Yo creo que el cine y la literatura son la misma cosa”: Paula Markovitch