Por Jon Apaolaza
Noticine.com-CorreCamara.com
El mexicano Alonso Ruizpalacios, con experiencia actoral antes de probar en la realización, ha mostrado en la sección Panorama de la Berlinale su opera prima, “Güeros” (Rubios), que define como una ‘road movie’ urbano a través del DF, durante una huelga estudiantil en los años 90. El nuevo realizador eligió una estética aún más antigua, de los 60, dada su admiración hacia el cine de la “Nouvelle vague”. Por eso filmó en blanco y negro y 4:3 como formato de pantalla.
– ¿Podría resumir qué cuenta en la película?
“Güeros” es una ‘road-movie’ urbana que ocurre en la ciudad de México, y es una historia que sucede en el contexto de una huelga universitaria, que ha durado mucho tiempo, y respecto de la cual los protagonistas -Sombra y Santos- no están a favor, ni necesariamente en contra. Se dice que ‘están en huelga de la huelga’. Entonces viven en un limbo, en el limbo de la inactividad que suelen provocar las huelgas que se extienden mucho tiempo. Viven en un apartamento donde ya les cortaron la luz, en el que no han pagado la renta. Y reciben la visita del hermano chico de Sombra, Tomás. Su mamá lo manda con su hermano mayor porque ya no lo aguanta. Entonces llega con su hermano y cambian las cosas. Deciden emprender un viaje a rendir homenaje a un músico mítico que oía el papá de Sombra y Santos, que nadie conoce, y que según ellos pudo haber salvado al rock mexicano. Pudo haber sido una gran estrella. Y descubren en un periódico que está muriendo de cirrosis, y entonces deciden ir a visitarlo. Y lo que sigue es un viaje por la ciudad, un ‘road-movie’ por la ciudad de México, atravesando sus diferentes fronteras invisibles. Esa es prácticamente la clave.
– Aparte de remontarse a los 90, luego su elección estética es incluso de unas décadas anteriores ¿Por qué?
Nosotros filmamos en blanco y negro y elegimos este formato cuadrado de 4:3 porque nos ayudaba a atemporalizar la película, que era algo necesario. Hace referencia a la película a una huelga que ocurrió en México en 1999, pero en realidad no se trata de esa huelga, se trata de una huelga ficticia. De la misma forma hace referencia a otros dos movimientos estudiantiles que hubo en México en los 80 y otro, el famoso del 68. Entonces nuestra huelga está compuesta de un poco de elementos de todas. Esto era importante por dos razones. La primera, por la cuestión presupuestaria de reconstruir época con una película pequeña, pues no es una buena opción. Y dos, porque cuando le quitas la especificidad temporal a algo, para mí se convierte en algo mucho más universal y lo que quedan son los conflictos humanos más que los políticos. Los políticos suelen ser mucho más específicos y amarrados a las épocas. Y a mí lo que me interesaba era la parte social de lo que ocurre en los movimientos sociales, válgame la redundancia. Y no tanto la parte política. Entonces, el blanco y negro, retratar la ciudad de México en blanco y negro… Que además, es un acierto que siempre relacionamos, está llena de clichés en el cine mexicano o en la visión extranjera de la ciudad de México que es una ciudad de muchos colores. Entonces al desaturarla me parecía que se convertía más interesante, nos obliga a verla de otra forma.
– Y porque le gusta la “Nouvelle vague”…
Ciertamente en la película se filtra mi gusto por esa época francesa, pero también por el cine de la época de oro de México que es más de los 40s y 50s. Y que creo que la música de Agustín Lara, un compositor mexicano que suena en toda la película, ayuda a crear este estado de ánimo nostálgico y ver el México viejo de otra forma.
– Hay muchos nuevos cineastas que utilizan historias más o menos autobiográficas para empezar su carrera en cine, en tu caso ¿hay algo de autobiográfico en la película?
Sí, creo que hay bastante de autobiográfico, de muchas formas. Yo empecé a escribir la película en una etapa de particular estancamiento, inacción… y de ahí surge la historia como una especie de terapia ocupacional. Y los personajes de alguna manera tienen mucho de mí y de amigos míos. Los nombres de casi todos los personajes son como apodos de amigos. En la Ciudad de México es muy común que a la gente se le dé un apodo y luego ya ni sabes cómo se llama la persona. hay mucha gente que yo conozco y que no me sé sus nombres. Los conozco por sus apodos, en la universidad pasa mucho esto. Entonces todos los nombres éstos son de gente que conocemos: Santos, Sombra, El Furia, El Moco, etc.
– ¿Cómo fue el venir a Berlín y cuáles están siendo las primeras reacciones aquí en el festival?
Las reacciones en Berlín nos han sorprendido mucho. Teníamos miedo de que los alemanes no la entendieran o la encontraran demasiado local, pero en las dos funciones que hemos tenido hemos recibido un aplauso muy caluroso. Nos han dicho que eso es raro en la Berlinale, que suele haber mucho silencio, una actitud muy severa. Y nosotros lo hemos encontrado muy cálido, cuando terminaron las funciones muchos se han acercado para mostrar su entusiasmo por la película, sobre todo jóvenes y latinoamericanos, Ha sido como un imán de latinoamericanos, ayer se acercaron muchos muy emocionados con la película. Entonces eso está muy bien.
– ¿Tiene algún proyecto ya entre manos?
Pues estoy escribiendo un guión ahora, pero todavía está en etapa de incubación.
– ¿Tendrá que ver con esta historia o será completamente diferente?
No, no tiene nada que ver. Yo acabo de ser padre hace un año y ahora me interesa hablar sobre la paternidad. De hecho, esta película que es una película como de maduración y de estar bloqueado y de ser estudiante, pues sí es… Pasa mucho con las películas, ya cuando las haces, ya no estás en esa etapa de tu vida. Pues sí, ahorita estoy interesado en hablar de otras cosas.
EN LA FOTO DEL INICIO: Leonardo Ortizgris, Alonso Ruizpalacios. Fuente: Berlinale 2014.
LEE TAMBIÉN:
Crítica: “Ella”, un manifiesto de amor en tiempos de WiFi
Suspenso y terror en “Musarañas” de Alex de la Iglesia
Crítica del lector: “Gravity”, una resurrección
Los días finales del FICA, con Halle Berry en la alfombra roja acapulqueña