Alfredo García: el paso del horror al cine

Para su consideración: Cobertura especial Ariel 2013

Por Ulises Pérez Mancilla

Alfredo García llegó al cine por el horror. Y es que, antes que amante del cine es amante del horror en todas sus formas. Cuando era joven, le encantaba hacer esculturas y dibujos, pero no sabía a ciencia cierta a qué quería dedicarse, lo único que tenía claro es que tendría que ser algo que tuviera qué ver con el arte y con el culto al horror. Entró a estudiar diseño gráfico en la Universidad Iberoamericana con eso en mente.

Mientras cursaba sus estudios, conoció a un chico que trabajaba en Televisa, que hacía las narices falsas de Héctor Suárez para sus programas, máscaras y otro tipo de caracterizaciones. A Alfredo le llamó la atención y comenzó a prepararse por su cuenta tomando cursos de maquillaje y caracterización vía correo provenientes de Estados Unidos. Pronto fue contratado en la televisora donde tuvo la oportunidad de trabajar en el unitario de “La hora marcada”: “Ahí me di cuenta de los alcances de este trabajo y de todo lo que tenía que aprender, así que salí de Televisa a probar suerte en el cine.

Al principio, Alfredo era renuente a complementar su trabajo: “yo no quería maquillar actrices, quería hacer monstruos, hasta que me di cuenta que tenía que aprender y aprender y bien… Me di cuenta que si yo no cubría esa parte no iba a ser un buen maquillista. Cuando me dejé llevar fue cuando mi maquillaje comenzó a lucir, a cambiar”.

Alfredo García comparte la nominación al Ariel con Carla Tinoco por el maquillaje de “La vida precoz y breve de Sabina Rivas”. Anteriormente, ambos habían hecho equipo en la película “Sin nombre”, caracterizando personajes pertenecientes a la Mara Salvatrucha, así que fue principalmente su trabajo en esa película lo que les valió su participación en la película de Luis Mandoki.

“Una de las promesas que yo hice fue no repetirme, ninguno de los tatuajes fue el mismo. Ni de idea ni de ejecución. Empezamos de cero y comenzamos a hacer una nueva investigación… Estoy contento con el proceso de los diseños porque tuve el tiempo necesario para hacerlos bien”. La técnica de maquillaje de los Maras (que fue uno de los principales retos en la película) fue a través de calcomanías especiales que se dibujaban, se escaneaban y se retocaban. Posteriormente se mandaron a Estados Unidos donde se procesaba la calcomanía para que no brillara, fuera resistente al sudor y al ambiente húmedo.

“Mandoki nos daba mucho miedo, porque es muy exigente y enérgico, lo primero que le presentamos no le gustó… eso nos obligó a poder hacer mejor las cosas. En su exigencia nos hizo depurar y mejorar nuestro trabajo, nos dio la oportunidad de crecer”.

A través de su empresa “Zombie: estudio”, Alfredo apoya incondicionalmente a la gente joven que se acerca con proyectos de terror, pues es consciente de las dificultades por las que pasan los proyectos de este tipo: “por lo mismo que no se hacen mucho en México, es en la gente joven donde he encontrado un lugar donde puedes inspirar o decirles que es posible trabajar estos temas en el cine”.

Para Alfredo, su primera nominación al Ariel llega cuando tiene todo un camino por delante en el género que le apasiona. Además de ser un constante patrocinador del Festival Mórbido a través de su estudio y de pertenecer al equipo de la futura serie de televisión “Horrock N’roll” de Pablo Guisa, tan sólo el año pasado trabajó en la película “Ahí va el diablo”, de Adrián García Bogliano, quien a su vez lo invitó a participar en el segmento que dirigió dentro de la película “The ABC of death”, que reúne diversos cortometrajes de terror de directores de distintas partes del mundo.

“Lo maravilloso de trabajar con directores que les guste el horror es que saben como fotografiarlo. Saben aprovechar tu trabajo y eso es una maravilla. En el género de ciencia ficción y horror, el público tiene que dejarse llevar, aceptar ese universo en el que tu lo estás introduciendo… cuando haces algo fantástico, el público se deja llevar y forma parte del mismo proyecto”…

Alfredo remite su gusto por el horror a su infancia: “ese momento primigenio de cuando piensas que debajo de la cama está un monstruo… el temor de que en la oscuridad pudiera albergarse cualquier ser que pueda hacerte daño es algo que existe desde nuestros ancestros”.

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