Por Arturo Garmendia

No es común que una cinta sea reestrenada más de cincuenta años después de haber sido realizada, y mucho menos que el paso del tiempo la haya respetado y siga tan vigente hoy como en su primer momento. De una rareza tal es “Los olvidados”, de Luis Buñuel, tan memorable hoy como en 1951, la fecha de su estreno.

En efecto, Los olvidados ha sido declarada “Patrimonio histórico de la humanidad” por la UNESCO; mereció una renovación digital que la preservará del deterioro físico por muchos años más; fue presentada en el Festival de Cannes, en 2005 (donde cincuenta y cuatro años antes se hiciera acreedora de las Palmas de Oro), y también reestrenada en México ese año para conocimiento de una tercera generación de espectadores a partir de la que la conoció originalmente.

En esta ocasión, el escándalo no la empañó y pudo apreciarse libremente uno de los más objetivos y a la vez desgarradores retratos de la sociedad mexicana.


Flash back: Diatribas y estímulos

Octavio Paz dice haber conocido a Luis Buñuel por referencia escrita, en 1917, al ojear las páginas de la revista “La gaceta literaria”, que publicaba en Madrid  Ernesto Giménez Caballero. Un artículo sobre “Un perro andaluz” y “La edad de oro”, ilustrado con textos, fotos, reproducciones de obras de Dalí y fotogramas de las cintas atrajeron su atención, si bien en diferente grado: “Las fotografías me conturbaron más profundamente que los cuadros del pintor catalán -recuerda el poeta. En las imágenes cinematográficas la mezcla de realidad cotidiana y delirio era más eficaz y detonante que el ilusionismo manierista de Dalí. “1

Sin embargo, hubieron de pasar 20 años para que ambos personajes se conocieran personalmente. Fueron presentados por Pablo Neruda en París, y puesto que ambos, el poeta mexicano y el cineasta, formaban parte del círculo cultural surrealista se hicieron amigos, amistad que permitió, en determinado momento su alianza para lanzar al mundo una película extraordinaria: “Los olvidados”, cuyo rodaje y estreno en México habían causado no poco revuelo y amenazas de censura y prohibición de su exhibición.

Los reparos a “Los olvidados” se presentaron antes de la filmación y con posterioridad a ella; y vinieron lo mismo del lado de las autoridades que de los intelectuales o de los trabajadores más modestos. Oscar Dancingers, el productor del filme, se opuso a que se incluyeran en él ciertos detalles irracionales, conciente de que era un proyecto de difícil comercialización, pero finalmente dio todo su apoyo para que se concluyera de una manera satisfactoria para su realizador. Pero de otra parte Jorge Negrete “charro cantor” del cine nacional y a la vez líder del sindicato de actores, se manifestó en contra, y algunos técnicos y colaboradores de Buñuel abandonaron el proyecto sobre la marcha: “La peinadora se ofendió cuando Pedrito llegaba a la casa con hambre y su madre le negaba la comida –recuerda Buñuel: ‘Eso, en México, ninguna madre se lo dice a su hijo. Es denigrante, no quiero hacer esta película’. Se fue del estudio y presentó su dimisión.” 2

Pedro de Urdimalas, autor de los excelentes diálogos del filme, no quiso que apareciera su nombre en los créditos; y una exhibición privada a la que asistieron, entre otras personalidades el pintor David Alfaro Siqueiros; Lupe Marín, esposa de Diego Rivera; el poeta español León Felipe y su mujer mexicana, Bertha, provocó reacciones encontradas: Lupe y Bertha se ofendieron por la cinta, reclamándole la segunda de ellas: “Es usted un miserable. Ofende usted a todo el mundo. Lo que muestra esta película no es México”; en cambio, Siqueiros le dijo al cineasta: “Muy bien, Buñuel. Deje usted a las viejas decir lo que quieran y siga usted haciendo cine”.

La decisión de enviar “Los olvidados” a Cannes, representando a México,  fue promovida por el Director de Cinematografía, que la veía con buenos ojos; pero el embajador de México en Francia, el poeta Jaime Torres Bodet, la abominaba: como veremos a continuación. Quien tomó a su cargo la promoción de la película en el Festival fue el secretario de Torres Bodet,  Octavio Paz. Pero una vez que se exhibió en ese foro internacional, las opiniones siguieron divididas: A los surrealistas (André Breton, Jacques Prevert, Ado Kyrou) y otros intelectuales (Marc Chagall, Jean Cocteau) la película les gustó; no así al crítico cinematográfico y prominente intelectual comunista Georges Sadoul, quien cuando tuvo oportunidad comentó a Buñuel: “No te imaginas lo mal que nos hace sentir tu película, porque es de ideología burguesa. En ella demuestras que un profesor burgués y un estado burgués son muy humanos, porque regeneran a los niños. Presentas a  la policía como algo útil en una escena en que el gendarme impide que un pederasta se lleve al niño. Lo lamentamos: esto nos entristece. Nos parece una película a favor de la moral burguesa”. 3

Lo cierto es que “Los olvidados” no es una película de tesis, ni le interesa ilustrar un juicio predeterminado. Interrogado por el crítico de cine Tomás Pérez Turrent, a la pregunta “¿Le interesaba tratar en la película la reeducación de los menores?”, Buñuel responde: “No. Me interesaba hallar personajes e historias”. No se trata pues de hablar del sistema correccional de menores delincuentes mexicanos, ni de la posición del Estado sobre los niños de la calle, ni de la moral de las madres mexicanas, ni cosas por el estilo, sino de algo a la vez más sencillo, la historia de Pedro, el Jaibo et al, y a la vez más complejo: la trayectoria vital de un puñado de seres humanos, enraizados en un mundo adverso y sus respuestas vitales ante esa realidad.


Paz, estratega y comandante

Esta verdad se fue abriendo paso poco a poco, pero no de una manera espontánea ni casual. Fue necesario que aquellos que vieron la diferencia entre esta película y muchas otras, como la soviética “El camino de la vida” (Nikolai Ekk, 1931), se manifestaran y participaran activamente en una peculiar batalla, en la que fungió como estratega y comandante el poeta mexicano Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1999, que en esa época hacía sus pininos como el excelente animador cultural que también fue.

Octavio conocía ya el filme por haberlo visto en una exhibición privada, junto con André Breton y otros amigos; y confesó al cineasta que le había conmovido: Opinaba que la cinta estaba animada por la misma imaginación violenta y la razón implacable de “La edad de oro”, pero que en este caso había logrado una concentración mayor a través de  una forma más estricta. Esto animó a Buñuel a pedirle que se encargara de presentar la película en el Festival, empresa que el poeta cumplió no sólo redactando un ensayo titulado “El poeta Buñuel”, que se distribuyó mimeografiado el día en que se exhibió la película entre el público asistente, sino animando a Jacques Prevert a escribir un pequeño poema, también difundido ampliamente en esa ocasión. 4

Pero además desplegó una  efectiva serie de acciones promotoras, de las que luego informa a Buñuel, en la siguiente carta:

Cannes, 11 de abril 1951

Querido Buñuel:

Ayer  presentamos “Los olvidados”. Creo que la batalla con el público y la crítica  la  hemos ganado. Mejor dicho, la ha ganado su película. No sé si el Jurado le otorgará el Gran Premio. Lo que si es indudable es que todo el mundo consideraba que —por lo menos hasta ahora— “Los olvidados” es la mejor película exhibida en el Festival. Así, tenemos seguro (con, naturalmente, las reservas, sorpresas y combinaciones de última hora) un premio.

Ahora le contaré un poco cómo pasaron las cosas. El día 1 de abril (apenas supe que era delegado gubernamental entrevisté a Karal, delegado de la industria, o de los distribuidores, no sé aún a ciencia cierta). Karal y su mujer se mostraban totalmente escépticos. No solamente no creían en su película, sino que adiviné que no les gustaba. Claro que me pareció inútil discutir con ellos. Sabía que en ocho días —y ante opiniones de gente que ellos consideraban— cambiarían. Así ocurrió. Ahora Karal proclama que “Los olvidados” obtendrán el gran premio.

Cuando llegué a Cannes el 3 me di cuenta de que ni México ni Karal habían preparado la presentación. No teníamos folletos, publicaciones, nada. Tampoco se había hecho la menor propaganda, ni se había utilizado la admiración y amistad que aquí se le profesa. Mi primera preocupación fue movilizar la opinión. Por fortuna, el mismo día tres encontré varios amigos (periodistas y cineastas) que con todo desinterés —y por amistad hacía su obra— se dedicaron a hacer de “Los olvidados” “el film del Festival”. Entre ellos debo mencionar a Simone Rebreuilh (amiga suya), Ado Kyrou (un chico amigo de Breton), Fréderic y Langlois (de la Cinemateca), etc. En primer término visitaron a Jacques Prévert (que se ha portado de un modo maravilloso). Logramos la colaboración de Jean Cocteau y Marc Chagall. (Picasso, que prometió asistir, no pudo o no quiso —¿política de partido?— concurrir a la representación. De todos modos sus amigos estuvieron con nosotros). Movilizamos también a la prensa, señalando a los conocidos que se trataba de una gran película. Cocteau llamó varias veces a la Secretaría General, pidiendo folletos, etc. Finalmente, 24 horas antes, distribuimos el texto que escribí sobre usted. En suma, creamos una atmósfera de expectación. Hay que decir que Karal, los últimos días, despertó y nos ayudó. Dancingers se presentó a última hora y —aunque tarde—  también fue eficaz.

Ayer el teatro estaba lleno como en sus grandes días. Algo iba a pasar. Distribuimos a nuestros amigos estratégicamente. Pero no hubo batalla. Su película fue aclamada, aunque —claro está— parece que hay incomprensiones: los refinados, algún grupo comunista (esto último no lo puedo asegurar, aunque me dicen que Sadoul encontró el film demasiado negativo e inutilizable). El público aplaudió varios fragmentos: el del sueño, la escena erótica entre el Jaibo y la madre, la del pederasta y Pedro, el diálogo entre Pedro y su madre, etc. Al final, grandes aplausos. Pero sobre todo, una profunda, hermosa emoción. Salimos, como se dice en español, con la garganta seca. Hubo un momento —cuando el Jaibo quiere sacarle los ojos a Pedro— que algunos sisearon. Fueron callados por los aplausos.

Los comentarios no pueden ser más entusiastas. Prévert declaró que era la mejor película que había visto en los últimos diez años. Cocteau citó a Goethe, quien había afirmado que el mejor músico de su época era Beethoven [sic]. ¿Y Mozart? le dijeron: «Mozart no es el primero, ni el segundo. Es único, está aparte». Así dijo de Buñuel. Ni es el primero, ni el segundo: es único. Está solo. Pudovkin afirmó que se trataba de un gran filme lleno de optimismo en los valores humanos. 5 

Esta opinión desconcertará a los periodistas comunistas. Hoy por la mañana la Radiodifusión francesa invitará a todas esas personalidades para pedirles opiniones. Ya se las enviaremos. También le remitiremos los recortes de prensa. Y por lo pronto puede usted utilizar para la prensa lo que le cuento, omitiendo, naturalmente, los detalles íntimos que son sólo para usted, como la actitud de Karal.

Tengo que pedirle un favor: agregue en la página cinco del artículo que le envié, a continuación de grandes y pequeñas estrellas, lo siguiente: «Sabíamos que Rodolfo Halffter es un gran músico. Ignorábamos que la música —arte dotado de irreductibles poderes de encantación— era de tal modo capaz de fundirse a la acción. Imagen visual, sonido y movimiento fílmico forman un todo indivisible. La música de Rodolfo Halffter (6) posee una calidad que no es exagerado llamar interior. Quiero decir: no acompaña el drama, no lo subraya, ni lo comenta: brota de la acción, es su respuesta fatal, su necesario complemento ¡lograda unidad!».

Le ruego agregar este párrafo porque no solo me parece justo sino porque no me perdonaría a mi mismo haber olvidado a Halffter. Asimismo le suplico que mande copiar el artículo y se lo envié a Fernando Benítez, director de Novedades. Sería bueno que el artículo apareciese con una breve nota en la que se mencionase el éxito de “Los olvidados” y las opiniones que le transcribo en esta carta.

Y nada más, sino un cordial saludo de su amigo
Octavio Paz

Le escribiré después con nuevos detalles”.


Final alternativo

En este clima de opiniones encontradas no es de extrañar que Buñuel hiciera insertar, al inicio de la cinta, las siguientes palabras en voz del actor Ernesto Alonso:

“Las  grandes ciudades modernas, Nueva York, París, Londres, esconden tras de sus magníficos edificios hogares de miseria que albergan niños mal nutridos, sin higiene, sin escuela, semilleros de futuros delincuentes. La sociedad trata de corregir ese mal, pero el éxito de sus esfuerzos es muy limitado. Sólo en un futuro próximo podrán ser reivindicados los derechos del niño y del adolescente para que sean útiles a la sociedad. México, la gran ciudad moderna, no es la excepción a esta regla universal, y por eso esta película, basada en hechos de la vida real, no es optimista y deja la solución del problema a las fuerzas progresistas de la sociedad”.

Para los más radicales, esta advertencia suena a concesión. No es así, pues no hay en ella asomo de excusa, reconsideración o paliativo de lo dicho en la película. Sin embargo en el año de 2001, en la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México se produjo por accidente un extraño descubrimiento.  Iván Trujillo,  Director General de la Filmoteca, refiere así ese hallazgo: “En ocasión del centenario de Buñuel se organizaba una exposición fotográfica sobre su obra. Se decidió ampliar los fotogramas originales y, por ello, nos pidieron que les proporcionáramos las imágenes de varios rollos, especialmente del último donde obviamente se encontraba el desenlace. Se ordenó a un técnico que lo trajera, refiriéndose al último, al octavo. Ese técnico, de manera un tanto ingenua, avisó que no comprendía por qué había nueve.

“Casualmente yo entré al taller donde sucedía esto, mientras el técnico estaba comprobando que, en efecto, la película tenía otro final. Me acompañaba una reportera de la televisión y al enterarse de esa discusión, me incluyó en el reportaje. Le pedí que no lo emitiera, pero esa misma noche se presentó en un noticiero cultural.

“Así comenzó a gestarse una noticia importante… Un periódico se puso inmediatamente en contacto con Roberto Cobos, “el Jaibo”, el actor principal de la película y él negó que se hubiera hecho otro final. [En el mismo sentido se pronunció Gabriel Figueroa, cine-fotógrafo del filme. AG].  Pero finalmente tuvimos que dar a conocer el material y  después de varias conjeturas y comprobaciones, puede asegurarse que el productor Oscar Dancigers pidió a Buñuel que se rodara. Se pensó que la película podría considerarse muy dura —como de hecho lo es—, y que podría sufrir alguna censura. Porque hay que reconocer que el primer final muestra crudamente la muerte de Pedro a manos del Jaibo, cuando ese niño ha dejado el correccional al que supuestamente pensaba regresar, mientras que en el segundo el niño mata al Jaibo. Esto obligaba a que desapareciera la escena onírica, cuando el  Jaibo está muriendo”. Lo cual hubiera sido una pérdida irreparable. 7

Buñuel ya había muerto, por lo cual es imposible conocer su opinión al respecto. Lo único que podemos afirmar es que el triunfo de “Los olvidados” en Cannes conjuró la amenaza de  trastocar el sentido del filme y mutilar una obra maestra. El galardón conseguido logró que la película, que había sido estrenada en México en un clima hostil y sólo alcanzara tres días de proyecciones antes de ser retirada de la cartelera, fuera  reestrenada y no sólo alcanzara el reconocimiento del público sino también el de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas Mexicana, que le otorgó el año siguiente (1952) once estatuillas Ariel, entre ellas las correspondientes a mejor película, dirección, fotografía, argumento y adaptación, sonido, escenografía, co-actuación femenina (Stella Inda), actuación juvenil (Roberto Cobo) y actuación infantil (Alfonso Mejía).

Final alternativo de “Los olvidados”

1. Pedro lucha con el Jaibo en el establo donde se oculta

2. Consigue derribarlo desde el tapanco…

3….y contempla cómo se precipita en el vacío.

4. El cuerpo inerte del Jaibo

 

5. Pedro recupera el dinero hurtado por el Jaibo

6. Se despide del Ojitos
 


7. Y se dirige a la Escuela Correccional.


8. Fin
 

 

NOTAS


1. Octavio Paz. “Los olvidados”, en Las peras del olmo, UNAM, México, 1957.
2. José de la Colina / Tomás Pérez Turrent. Prohibido asomarse al interior. Joaquín Mortiz / Planeta, México, 1986.
3 Luis Buñuel. Mi último suspiro. Plaza & Janés Editores, España, 1994.
4 Octavio Paz. Op. cit.
5 Chagall declaró que no estaba sorprendido: «Sabía que usted era un gran artista. Felicitó también a Figueroa y Halffter».
6 Buñuel aclara: “Cuando hice Los olvidados todas las películas mexicanas debían llevar música, aunque no fuera mas que por razones sindicales. [La de esta] la escribió Gustavo Pittaluga, pero como no estaba sindicalizado ni nacionalizado, la firmó toda Rodolfo Halffter, a quien esto le costó casi salir del sindicato”. ( En De la Colina, Pérez Turrent, op. cit.)
7. Entrevista a Iván Trujillo. Centro Virtual Cervantes. España, 2001.