Por Alfonso Espinosa Rosas

La conservación y preservación del acervo fílmico es quizás la más importante función y misión de la Cineteca Nacional. Bienes culturales acumulados por tradición y herencia que son patrimonio de toda la nación mexicana.

El acervo fílmico nacional está integrado por más de 17 mil copias de la cinematografía nacional e internacional, largometrajes y cortometrajes, ficciones y documentales, diversas colecciones de material de archivo. Un sin fin de ventanas al mundo y tiempos pasados, depositados en formatos de 35 y 16 milímetros en su mayoría, varios miles de pequeños formatos en 8, super 8 y 9.5 milímetros y alguna rareza en 70 milímetros. Esto, sin contar los casi 5 mil rollos en soporte de nitrato de celulosa resguardados en la bóveda de Ciudad Universitaria al sur de la ciudad de México.

Entonces, la visión y misión de esta máquina del tiempo conocida como acervo fílmico, es la conservación y preservación del mismo, deteniendo y/o aplazando, en la medida de lo posible, el deterioro natural de los materiales que resguarda, para así facilitar un buen inventario y catalogación del contenido de las películas. Esto, con el objetivo de su posterior migración de formato al ser digitalizadas, con lo que se consigue la conservación del contenido fílmico. Y, finalmente, lograr la difusión y exhibición de una de las ilusiones ópticas que después de más de un siglo sigue maravillándonos.

Todo lo anterior, es, en teoría, lo que se definiría como una buena gestión dentro de un acervo. En realidad, lidiar con problemas y complicaciones que entorpecen el poder cumplir los objetivos más primarios del archivo fílmico es una labor diaria. Es entonces cuando tener claridad sobre las prioridades es fundamental. No se puede planear una digitalización sin tener los más de 17 mil materiales fílmicos en condiciones adecuadas. La Cineteca Nacional resguarda su acervo fílmico en bóvedas con ambiente controlado, con la temperatura y humedad requeridos por las normas internacionales establecidas por la FIAF (Federación Internacional de Archivos Fílmicos), lo cual, aunque no garantiza la perpetuidad de las obras de arte, sí aplaza la degradación natural de la gran mayoría del material. Sucede lo mismo con la catalogación de material, es indispensable tener un estado de conservación aceptable en la película para su posterior identificación; todo esto hace que el objetivo final de un acervo que se refiere a la difusión y posible proyección de películas sea el eslabón donde menos resultados se consiguen. Es entendible hasta cierto punto, si es que seguimos el esquema de iniciar con la labor de tener un acervo estable y sano para ir escalándolo. También es importante tomar en cuenta las limitantes técnicas, ya que, dada la cantidad de material fílmico, es muy complicado aspirar a la digitalización total del acervo en un mediano e incluso largo plazo, por lo que se asigna un comité que prioriza proyectos y descarta otros. La desesperanzadora realidad es que la mayoría del contenido del acervo fílmico nacional no tendrá muchas posibilidades de ser vista en un formato cómodo y al alcance de la mayoría.

Si bien es cierto que en esta columna le hemos dedicado gran espacio a la difusión de hazañas y rescates cinematográficos por parte del Laboratorio de Restauración Digital de la Cineteca Nacional, con el fin de concluir la misión del acervo y dar a conocer material audiovisual del siglo pasado, en esta ocasión hablaremos de materiales que no tuvieron la suerte de ser digitalizados para su visualización masiva. No hablaremos de las miles de copias que se resguardan en el acervo en buen estado gracias a las condiciones propiciadas por las bóvedas climatizadas, que de igual manera no serán digitalizadas en la brevedad.

Hablaremos de las películas que en realidad son minoría en el acervo nacional, películas que debido a su estado de conservación tan lamentable no tendrán la posibilidad de ser resguardadas en cómodas bóvedas, mucho menos podrán ser exhibidos, son materiales que esencialmente han perdido sus cualidades para ser vistos como imagen en movimiento, aquellas que gracias a la nostalgia y la posible importancia de su contenido en estado de degradación, han movilizado los esfuerzos del equipo del laboratorio de restauración, para al menos ser conscientes de lo que se pudiera estar perdiendo. Finalmente, son películas que sólo conoceremos de su existencia en espacios como este.

Rollo de nitrato de celulosa en etapas finales de degradación, así como fragmentos rescatados del mismo.


Hablaremos de un rollo con una degradación química avanzada en estado terminal, en formato de 35 milímetros, sobre soporte de nitrato de celulosa, material con emulsión fotográfica positiva en blanco y negro, coloreado con la técnica de entintado, la cual consta de bañar al material en colorantes, normalmente anilinas al alcohol, posterior a su revelado para darle el tono deseado sobre toda la película, en este caso un entintado naranja. A partir de aquí, el trabajo se vuelve una gran labor de estabilización química, restauración analógica e investigación histórica de los pocos fotogramas que se puedan recuperar.

El material fílmico fue manufacturado por la empresa KODAK EASTMAN en 1936. Sin embargo, las imágenes notablemente desgastadas por la nula misericordia del tiempo datan de inicios de la década de los treinta. Resulta imposible pensar que se pueden tener imágenes impresas sobre celulosa de alrededor de 1930 en una película que se manufacturó seis años después, pero recuerden que parte de la magia del cine es ser una máquina del tiempo y que seguramente del negativo de esta filmación, si data de inicios de los treinta, posiblemente se hicieron más copias de la época; en el caso de la copia de 1936, se decidió colorearla para resaltar su valor estético. 

En primera instancia las imágenes nos muestran a la Ciudad de México en la procesión del funeral de dos héroes nacionales, el coronel Pablo L. Sidar y el capitán Carlos Rovirosa, así se lee en un desvanecido y coloreado intertítulo rescatado. Pablo Sidar Escobar nació en Zaragoza, España, en 1897, aunque en su momento dijo haber nacido el 5 de agosto de 1898 en Ramos Arizpe, Coahuila. Fue piloto aviador mexicano, destacó en batallas como la guerra Cristera y las rebeliones delahuertista y yaqui, entre otras. Por otro lado, Carlos Rovirosa Pérez nació en Villahermosa, Tabasco, en 1904.  Estudió en la Escuela de Administración del H. Colegio Militar y en 1925 ingresó a la Escuela Militar de Aviación donde se graduó como teniente piloto aviador, formando parte del Escuadrón 201; fue fundador del sindicato de pilotos aviadores y piloto del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964).

Ambos pilotos fallecieron el 11 de mayo de 1930 en el intento de un vuelo sin precedentes y sin escalas que partió de Oaxaca, México, y tenía como intención llegar a Buenos Aires, Argentina. El vuelo tendría una duración de 40 horas y 8000 km, pero finalmente la aeronave se estrelló en Playa Cieneguitas, Costa Rica. Los restos de ambos se encuentran actualmente en la Rotonda de las Personas Ilustres en la Ciudad de México.

Intertítulo entintado y fotogramas rescatados.

 

En una segunda secuencia de imágenes desgastadas y quebradizas, -imposibles de digitalizar y reproducir en forma de imágenes en movimiento-, se alcanzan a leer tres intertítulos: el primero hace referencia a la presencia del coronel Gómez desde el balcón de la oficina del Partido Socialista del Trabajo, del que fue alma y jefe. El segundo, nos confirma el nombre del coronel Filiberto Gómez como uno de los gestores de la construcción de carreteras en todo el Estado de México. Por último, se lee el suceso de una protesta a la que asistió el demócrata gobernante (Filiberto Gómez, quien nació en Tetipac, Guerrero, en 1884; fue un militar mexicano que participó en la Revolución mexicana y fue fundador del Partido Socialista del Trabajo en el Estado de México, entidad que gobernó de 1929 a 1933, muriendo en 1934 en la Ciudad de México).

Las imágenes rescatadas nos muestran lo narrado previamente por los intertítulos. Un grupo de hombres en un balcón, así como una comitiva que realiza una procesión en lo que pudieran ser los arcos del centro de Toluca, Estado de México, y maquinaria de construcción en fotogramas coloreados en tonos naranjas.

Intertítulos y fotogramas a los que hacen referencia.

 

Es una lástima que jamás podremos revivir estas imágenes en movimiento, ese sentir que miramos una ventana a plazas públicas que pudieran sernos familiares, pero casi 100 años atrás. Sin embargo, gracias a los esfuerzos de los especialistas en restauración fílmica se pudieron recuperar fotogramas que ahora son fotografías fijas. En esta ocasión no se logró la misión de conservar un rollo de material fílmico que nos pertenece a todos, se logró conservar un suceso histórico, esta vez no se conservó la película, se conservó la memoria.

* Las fotos que acompañan el presente artículo se incluyen únicamente como apoyo al contenido del texto, cuyo cometido es de difusión cultural.

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