1. “La defensa”, Adolfo Garnica, México,1962.


Por Alejandro Gracida Rodríguez [2] y Javier Vaca Hernández [3]

Al hablar de Adolfo Garnica se puede aludir a uno de los ejemplos de cómo, a veces, la historia de la cinematografía pasa por alto autores y obras de notable importancia. Director pionero del cine independiente y experimental en México, precursor igualmente de la animación “stop motion” y, muy probablemente, el cineasta mexicano más premiado en el extranjero a lo largo del siglo XX. Junto a otros camarógrafos destacados como Francisco del Villar, los hermanos Bilbatúa y Walter Reuter, Garnica fue también, uno de los realizadores más sobresalientes en la elaboración de filmes orientados a la educación sanitaria y ciudadana, en los que plasmó su sello autoral.


Adolfo Garnica, una semblanza.

El reiterado dicho “nadie es profeta en su tierra”, bien puede aplicarse a Adolfo Garnica, genio que desde pequeño vislumbró su futuro al diseñar con una caja de zapatos un teatro guiñol, cuya escenografía proyectaba con una lámpara. Cineasta, guionista, actor y productor, fue una persona a quien nada del mundo cinematográfico le fue ajeno. Tuvo una formación orientada por el estudio de la historia, la literatura y las lenguas, que hicieron de él un personaje adentrado en las artes y las humanidades en su conjunto.

Nacido en la Ciudad de México en el año de 1930, a la edad de los 21 años comenzó su carrera como director independiente con el cortometraje titulado “Sueño” (1951). A partir de entonces, logró incorporarse en la industria como asistente del cineasta Mauricio de la Serna, con quien realizó diversos anuncios comerciales para la recién llegada industria televisiva.

Su ingreso formal como director de cine se da con la realización del reportaje de corte experimental titulado “En defensa” (1953), un material para la Secretaría de Salud y Asistencia (SSA), en el cual, por medio del movimiento de títeres y juguetes, buscaba generar conciencia sobre el avance de la poliomielitis en México

La cercanía y desenvolvimiento del cineasta al interior de grupos intelectuales de la época en que fue director, impiden resumir su labor como mero realizador de reportajes institucionales. Por el contrario, resulta necesario revalorar el trabajo de este director como uno de los pioneros del cine independiente y experimental en México. Fue alumno de Luis Buñuel, asistente de Carlos Velo en su documental “Torero” (1956) y colaborador fugaz con otras grandes personalidades del cine como Cesare Zavattini [4] y Michelangelo Antonioni.

Además, se desenvolvió como redactor en jefe en el noticiero “Cine-Verdad” y con el museógrafo Fernando Gamboa. Asimismo, en colaboración con Juan Rulfo hizo el cortometraje independiente “También ellos tienen ilusiones” (1954), una obra elaborada bajo las premisas del neorrealismo italiano de gran contenido poético y “Viva la tierra” (1956), cortometraje entrañable desarrollado en unas nevadas tierras del Ajusco.

Al igual que muchos otros cineastas que se convertirían en referentes del cine experimental como Rubén Gámez, Antonio Reynoso o Rafael Corkidi, Adolfo Garnica no logró encontrar las condiciones para poder filmar películas de ficción en una industria que impedía el desarrollo de nuevos talentos como directores. Si lo pensamos un poco, en buena medida, la condición del florecimiento del cine independiente y experimental en México fue, paradójicamente, el hecho de que los directores que no tuvieron más camino que los reportajes institucionales como medio de subsistencia, optaron por la alternativa de la autonomía y la independencia como medio de creación artística.

Fue, sin duda, un cineasta con aspiraciones artísticas mayores, poseedor de una propuesta autoral caracterizada por prestar atención a la infancia como tema central de su genio creativo, una especie de “leitmotiv” con el que el director pretendía mostrar recurrentemente la idea de que en los niños están depositadas las esperanzas de un mejor porvenir y únicamente prestando atención a sus necesidades, se podía garantizar un futuro digno para el país. Esto se puede ver en muchas de sus obras como: “Nuestros niños” (1955), “La defensa” (1962), “Nosotros con los niños” (1973), “¿Cómo quieres que sea tu familia?” (1974), “Hacia la montaña” (1974), “Aprendiendo a vivir” (1975), “Sembrar esperanza” (1975), “La tierra, el árbol, el agua y el niño” (1975) y “Si todos los niños del mundo” (1979).

Entre sus películas más destacadas figuran, la ya mencionada “También ellos tienen ilusiones”, la cual obtuvo la Medalla de Oro en el Festival Internacional de Cannes, en 1956; “¡Viva la tierra!”, Diploma en la Bienal Internacional del Arte Cinematográfico, Venecia, Italia; “El tesoro de un pueblo” (1960), “Río arriba” (1961), “La medicina es ciencia” (1962), “La defensa comienza hoy” (1962); “México es…” (1965), Primer Premio Medalla de Oro en el Festival Internacional del Filme Turístico en Marsella, Francia; y “¡Que viva la muerte!” (1965), Premio Diosa de Plata en México.
       

2. Fotogramas de “Río arriba”, Adolfo Garnica, México, 1961.

 

Con la muerte del poeta y guionista Manuel Altolaguirre en un accidente automovilístico, Garnica perdió su gran oportunidad de realizar un largometraje que tenía comprometido. Aun así, este genial creador legó en su haber un total de 120 cortometrajes y más de 30 premios, medallas y trofeos nacionales e internacionales. Para Garnica, el cine no sólo poseía un fuerte potencial artístico y de belleza, sino que también era un agente de instrucción ciudadana, y es ahí donde se inscribe el cúmulo de reportajes institucionales que realizó para la Secretaría de Salud, financiados por instituciones como la Lotería Nacional y la Secretaría de Salud y Asistencia, producidas en su mayoría por Cinematográfica Ariel.


El resguardo de la obra de Garnica

Adolfo Garnica legó una producción no sólo extensa, sino de una calidad evidente. Sus preocupaciones fueron las de un hombre letrado inmerso en su contexto. Pese a desenvolverse principalmente en la realización de reportajes institucionales, su vena creativa deja ver una inclinación eminentemente social. Lamentablemente, como suele ocurrir en muchas de estas historias, el destino jugó un papel ingrato. Paradójicamente, debido a un problema que le llevó a perder paulatinamente la vista, Garnica pasó los últimos años de su vida sin poder dirigir cine. La atención de sus enfermedades se complicó y lo llevó a buscar apoyo de instituciones gubernamentales, de las cuales no recibió respuesta.


            
3. Acervo personal del director.
 

Probablemente, anticipándose a los riesgos de que su obra permaneciera en el olvido, el mismo director se encargó de conservar la memoria de su producción, creando un archivo personal, conjuntado y catalogado por él mismo y que se depositó en los dos archivos de cine más importantes del país: la Cineteca Nacional y la Filmoteca de la UNAM.

La Cineteca Nacional resguarda en sus instalaciones un importante acervo fílmico y documental de la obra de Garnica, en el cual también es posible encontrar objetos utilizados en sus rodajes, como las figuras de plastilina con las que elaboró su corto “¡Que viva la muerte!” En lo que respecta a lo fílmico, Cineteca Nacional posee rollos positivos en soporte de acetato con formatos de 16 mm. y 35 mm. de los títulos: “También ellos tienen ilusiones” (1954), “Viva la tierra” (1957), “Sueño de plata” (1960), “Río arriba” (1961), “México es…” (1965) y “¡Que viva la muerte!” (1965).

De igual manera, en el Centro de Documentación de Cineteca Nacional podemos encontrar un vasto expediente en donde el director depositó una selección representativa de lo que él mismo consideró relevante en la conformación de su punto de vista autoral. El expediente referido abarca desde las primeras historias desarrolladas en su infancia a partir de dibujos, hasta la correspondencia que mantenía con Hiram García Borja, subdirector y posteriormente director de la Dirección General de Cinematografía durante los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, respectivamente, pasando por otro tipo de registros que llaman la atención como la elaboración de sus ciclos biométricos con los que el director parecía estar muy atento para detectar los que para él serían los mejores momentos de lucidez intelectual y creativa. Aunado a ello, el Centro de Documentación completó el extenso expediente con un seguimiento hemerográfico y fichas técnicas referentes a la obra de este autor.

4. Ciclos biométricos.
 

La complejidad de la obra de Adolfo Garnica merece ser puesta en perspectiva y otorgarle un justo valor. Por fortuna, los acervos fílmicos continúan resguardando materiales que siempre seguirán maravillando y permitiendo ampliar las posibilidades de comprensión no sólo de la historia de la cinematografía, sino de la comprensión de nuestra sociedad en su conjunto.

Notas.

[1]. El presente escrito contiene información, producto de una investigación más amplia que está en desarrollo de manera conjunta con la Dra. María Rosa Gudiño Cejudo.
[2]. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora e investigador del cine noticioso y propagandístico en México. Actualmente labora como archivista en el Departamento de Catalogación de la Filmoteca UNAM.
[3]. Egresado de la carrera de Letras Hispánicas, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, poeta y ensayista, fue profesor en la SEP. Desde hace más de 25 años desempeña labores archivísticas en el Centro de Documentación de la Filmoteca UNAM.
[4]. En el año de 1954 Carlos Velo y Manuel Barbachano invitaron a Cesare Zavattini a pasar una temporada en México. Para entonces, Zavattini ya era reconocido como uno de los pilares del neorrealismo italiano. Siendo la mente maestra detrás de películas icónicas como “El ladrón de bicicletas”, como resultado de este viaje, se vislumbró la idea de filmar la película “México mío”, una película que pretendía mostrar un retrato sin maquillaje de los parajes nacionales y Adolfo Garnica formaba parte del equipo de realizadores propuestos. Al estilo del Neorrealismo italiano y del Cine- Verdad, de Dziga Vertov, “México mío” quería forjar un retrato del territorio mexicano alejado del folclor y los estereotipos.
* Las fotos que acompañan el presente artículo se incluyen únicamente como apoyo al contenido del texto, cuyo cometido es de difusión cultural.