Por Ali López
Desde Guanajuato
Hace apenas un año, 2014, Anton Corbijn visitó nuestro país en el marco del Festival Internacional de cine de Guanajuato. Para esta edición, la número 18, el director holandés pisó otra vez las tierras del bajío, presentando su más reciente cinta: “Life”. El filme cuenta la relación que entablaron el mítico actor James Dean (Dane DeHaan) y el fotógrafo Dennis Stock (Robert Pattinson); ambos en búsqueda de reconocimiento, de poder cimentarse en su carrera, pero sobretodo, en la búsqueda de sí mismos, y su lugar en el mundo.
Antes de comenzar la proyección Corbijn habla un poco de la cinta, aunque promete no adelantar mucho. Nos dice que lo que veremos no es un simple biopic, pues pretende ir más allá del retrato simplista, o el simple retrato, de una vida. Nos habla del frío que se vivió durante el rodaje, y la nieve en el pietaje es testigo de aquello. El director habla poco de cómo fue su acercamiento a la cinta, pues dice que éste fue tan simple como el querer conocer el origen de unas fotografías; pero si vemos más allá, y conocemos un poco más de la vida de él, sabremos que se pueden encontrar ciertas similitudes.
Stock era un fotógrafo de estrellas, un gorila de la alfombra roja, como él lo menciona, que ve en Dean la oportunidad que ha buscado; la posibilidad de poder retratar de manera franca y artística, a un miembro de la farándula. Lo mismo sucedía con Corbijn, que dedicó gran parte de su vida a seguir a estrellas de la música y retratarlas con su lente. Ian Curtis, el fallecido vocalista de Joy Division, fue inmortalizado en la cámara del ahora director, justo antes de morir; justo antes de dejar de ser estrella y convertirse en leyenda. Justo como la historia de Dean y Stock.
Pero Stock no sólo busca la verdad por medio de la fotografía, busca que sus capacidades sean reconocidas. La historia se sitúa en una época de convulsión, el inicio del cambio. La mitad exacta de la década d los 50, la mitad de un siglo. Las nuevas generaciones se inclinan hacia el cambio, pero sus raíces son tan profundas que los anclan a lo viejo y cuadrado. Dean representa eso, ese sueño americano de la post-guerra, por un lado, pero el hambre y las ganas de romper la rutina por el otro. Stock también sufre de aquellos mismos problemas, aunque no lo sepa; también es un rebelde sin causa que pretende romper con la hegemonía de la vieja guardia.
La cinta cuenta con una fotografía ámbar, retro; costumbrista pero exquisita, y no era para menos. Técnicamente nada se pierde, el arte y vestuario nos llevan de inmediato a la época. Las actuaciones convergen, funcionan como reinterpretaciones del viejo Hollywood; la denuncia está presente pero es velada, no se busca que la trama se concentre en exhibir los pecados que ya tantas veces se han denunciado.
Aunque es cierto que el filme va más allá de simple retrato de una vida, éste tampoco se solidifica. Termina por ser una anécdota contada de una hermosa manera, pero sin que logre saltar la línea. Está hecha, o eso parece, para amantes de la farándula, para aquellos historiadores de la cultura popular, que buscan llenar los huecos de lo que sucede antes y después de las exhibiciones mediáticas de las estrellas. También es un filme para los amantes del cine, pues sus referencias a personajes y situaciones de la época, buscan lograr una empatía, además de una contextualización necesaria para conocer el porqué de la importancia de esta historia de ruptura y rebeldía.
Estas son las dos palabras que más definirían la cinta, pues los dos personajes representan las polaridades que definen dichas sentencias. La búsqueda del humano en su lugar en el mundo es otra frase que resume la historia. Las respuestas no son explicitas, pues se entiende que cada uno es diferente, que hay ecuaciones que lo van definiendo, y que lo pasado influye en lo venidero. Aunque nos perezca ajeno, que esta relación haya sucedido, tiene una influencia en el mundo, en nosotros, en los propios y los ajenos.
La cinta cumple, es buena sin ser notable, y es aunque parece que se cae al pasar de los minuto logra su cometido. No nos encontramos ante algo extraordinario, pero tampoco ante el biopic paupérrimo, que tanto hemos sufrido. “Life” tiene el renombre de su director en la espalda, y de frente, para que todos lo vean, nombre que llamarán la atención en las marquesinas. El nuevo cine, también abreva las aguas de la vieja escuela, a veces parece que las cosas no cambian.