Por Hugo Lara Chávez

Una invasión de seres malignos que infestan México, pero no se trata del cártel de La familia michoacana ni de Los Zetas ni del PRI, sino de la película Monstruos: Zona infectada (Monsters, 2010), producción británica dirigida por Gareth Edwards y protagonizada por Scoot McNairy y Whitney Able.

Esta película de terror y ciencia ficción retoma la vieja figura de los monstruos gigantes (desde los dinosaurios de The Lost World o Jurassic Park, pasando por King Kong, Gozdilla, ratas y alimañas descomunales, et al), originados por un experimento científico, un accidente radioatómico o algo por el estilo. Recientemente, el filme Cloverfield (2008) había usado esta misma figura en una propuesta relativamente novedosa, a partir del ataque inesperado a Nueva York de una criatura gigante que es captada con una cámara subjetiva, al estilo de El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, 1999).

Monstruos: zona infectada es una propuesta que toma un poco de todas ellas e incluso de la muy interesante cinta District 9 (Sector 9, Neill Blomkamp, 2009), acerca de una nave alienígena que por circunstancias misteriosas queda varada sobre Johanesburgo y sus miles de tripulantes son confinados a un ghetto en esa caótica ciudad donde se convierten en inmigrantes indeseados.

Monstruos: zona infectada está ambientada en México (pero filmada en Costa Rica principalmente), donde supuestamente ha caído una sonda espacial que traía especímenes alienígenas de otra parte del sistema solar. Después de varios años, estos especímenes han evolucionado en enormes monstruos (como calamares gigantes) y por ello mismo se ha declarado a la mitad de México, justo hasta la frontera con Estados Unidos, como una zona infectada. En este contexto, un fotoperiodista es encomendado a llevar a la hija de su patrón desde Costa Rica hasta Estados Unidos. Una serie de casualidades y obstáculos los obligan a cruzar esa zona infectada y enfrentarse a varios peligros.

Los monstruos y la zona infectada bien podrían ser una metáfora de la realidad actual de México, que se debate en una violenta guerra contra el narcotráfico. Los monstruos, incluso, podrían ser también los políticos o los avariciosos empresarios que han llevado al país a una crisis endémica. Sin embargo, parece ser que esa no ha sido la intención del director en este que es su primer largometraje, al menos deliberadamente, según ha dicho en algunas entrevistas.

El filme es sobre todo una historia de amor entre los protagonistas, dos seres solitarios que se encuentran en un contexto peculiar. Ambos pasan de ser un par de desconocidos con pocas intenciones de permanecer juntos a dos personas que se encuentran como amantes. Las escenas íntimas de estos dos personajes tiene una textura de película independiente, casi como Lost in Translation (Sofía Coppola, 2003). Así, en realidad, los monstruos sirven de actores de cuadro, en una narración que apela a recursos del cine documental.

No obstante, en términos de suspenso y terror, el filme queda a deber pues la violencia no estalla lo suficiente, ni las sorpresas y el pánico, aunque en su descargo tiene algunos buenos momentos. Asimismo, llaman la atención algunas divertidas licencias creativas, como poner una pirámide prehispánica enfrente de la frontera con Estados Unidos, cuando es bien sabido que estas construcciones no son fáciles de encontrar en el norte del país. También es curiosa la forma en que se alude al tema de la migración, toda vez que, en el filme a raíz de los monstruos, los Estados Unidos han levantado un muro enorme en la frontera, intentando protegerse de estos invasores, más indeseados que los campesinos y obreros latinoamericanos que sostienen su economía con mano de obra barata.

Monstruos: zona infectada es una película que recuerda lo propicio de México para historias de desastres y criaturas monstruosas, como alguna vez ya se había visto en la vida real (recuerden inundaciones, terremotos o la epidemia de influenza) y en pantalla, en cintas como The Black Scorpion (1957), donde un enorme y peludo alacrán emergía del fondo de la tierra, luego de la inesperada erupción del volcán paricutín en Michoacán. El enorme bicho llegaba hasta la Ciudad de México, donde se paseaba haciendo de la suyas por el monumento a la Revolución o Avenida Juárez, hasta que era sometido en el estadio de los Pumas, en Ciudad Universitaria.

Como sea, además de la guerra contra el narco, ahora que se avecinan tiempo de campañas electorales, donde aparece propaganda por todos lados, infestando las calles y los medios, Monstruos: zona infectada parece una buena metáfora del México de este momento.

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Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.