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2011-02-09 00:00:00

Cinecrítica. Labios rojos: lo que se puede evitar con una pastilla azul

* Galas mexicanas del FICCM

Por Ulises Pérez Mancilla

Rafa Lara, el director de La milagrosa y que en el pasado festival de Acapulco presentó un avance de lo que será su película de terror: El ánima, logró estrenar tras muchos años de espera su comedia de enredos Labios rojos, protagonizada por Jorge Salinas y Silvia Navarro, presentada en el marco del primer Festival Internacional de Cine de la Ciudad de México.

Ricardo es un publicista en plena crisis de los 30 que ve su vida estancada, aburrida y mediocre hasta que recibe la oportunidad de una agencia publicitaria de mayor rango. Sin embargo, el cambio de trabajo representa un cúmulo de estrés que se refleja en su vida sexual. De esta manera, la historia gira en torno a cómo lidian él y su esposa, cada uno por su lado, con la disfunción eréctil, teniendo alrededor suyo a un puñado de gente que los aconseja desde lo más pintoresco de la sabiduría popular.

Labios rojos posee todo el calibre de las películas de ficheras, con el impulso sexual latente todo el tiempo, pero sin el sabroso morbo descarado de aquellas. Los diálogos parecen estar transcritos directamente del Mil chistes al guión, que basa su humor en la gracia que produce la ignorancia en torno a la sexualidad. A diferencia de las comedias ochenteras, se trata de una historia de albur soft  que canjea al mecánico o al carnicero calentón por publicistas metrosexuales y a las emblemáticas ficheras por amas de casa sexys orilladas a visitar una sex shop para salvar su matrimonio.

El atraso con que la película llegará a las salas (se espera su estreno entre marzo y abril) no ayuda mucho a revalorarla como una comedia novedosa, con aportes ingeniosos al género. El lugar común de hacer del protagonista un creativo publicitario, desmerece tanto como han bajado los bonos de la publicidad misma desde el boom de las redes sociales. No ayuda tampoco el descuido evidente en áreas como el arte, el maquillaje o el vestuario que además de atroces, enfatizan que el tiempo ha pasado para mal. De hecho, la existencia misma del viagra debilita la premisa y los personajes pronto se vuelven patiños de una historia forzada y sin esencia.

Sobresale, eso sí, el carisma de la pareja protagónica: Salinas y Navarro, quienes (pese a su marcado historial televisivo) canalizan su encanto a una solvente presencia cómica que se mantiene hasta el final de la película pese al chiste sexual fácil. El resto del elenco es variopinto y va de una excelsa Margarita Isabel, a la parquedad de Diana García; y del estereotipo que ha creado de sí mismo Jesús Ochoa, a las ganitas de Guillermo Iván o al fuera de lugar de Fernando Luján.

Labios rojos bien podría ser una película hermana de Cilantro y perejil, sin las pretensiones intelectuales de finales de los 90, pero desafortunadamente, con todas las carencias como para consolidarse como un prescindible placer culpable.

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