Cinecrítica. Labios rojos: lo que se puede evitar con una pastilla azul
* Galas mexicanas del FICCM
Por Ulises Pérez Mancilla
Rafa Lara, el director de La milagrosa y que en el pasado festival de Acapulco presentó un avance de lo que será su película de terror: El ánima, logró estrenar tras muchos años de espera su comedia de enredos Labios rojos,
protagonizada por Jorge Salinas y Silvia Navarro, presentada en el
marco del primer Festival Internacional de Cine de la Ciudad de México.
Ricardo
es un publicista en plena crisis de los 30 que ve su vida estancada,
aburrida y mediocre hasta que recibe la oportunidad de una agencia
publicitaria de mayor rango. Sin embargo, el cambio de trabajo
representa un cúmulo de estrés que se refleja en su vida sexual. De
esta manera, la historia gira en torno a cómo lidian él y su esposa,
cada uno por su lado, con la disfunción eréctil, teniendo alrededor
suyo a un puñado de gente que los aconseja desde lo más pintoresco de
la sabiduría popular.
Labios rojos posee todo el calibre
de las películas de ficheras, con el impulso sexual latente todo el
tiempo, pero sin el sabroso morbo descarado de aquellas. Los diálogos
parecen estar transcritos directamente del Mil chistes al guión, que
basa su humor en la gracia que produce la ignorancia en torno a la
sexualidad. A diferencia de las comedias ochenteras, se trata de una
historia de albur soft que canjea al mecánico o al carnicero calentón
por publicistas metrosexuales y a las emblemáticas ficheras por amas de
casa sexys orilladas a visitar una sex shop para salvar su matrimonio.
El
atraso con que la película llegará a las salas (se espera su estreno
entre marzo y abril) no ayuda mucho a revalorarla como una comedia
novedosa, con aportes ingeniosos al género. El lugar común de hacer del
protagonista un creativo publicitario, desmerece tanto como han bajado
los bonos de la publicidad misma desde el boom de las redes sociales.
No ayuda tampoco el descuido evidente en áreas como el arte, el
maquillaje o el vestuario que además de atroces, enfatizan que el
tiempo ha pasado para mal. De hecho, la existencia misma del viagra
debilita la premisa y los personajes pronto se vuelven patiños de una
historia forzada y sin esencia.
Sobresale, eso sí, el carisma de
la pareja protagónica: Salinas y Navarro, quienes (pese a su marcado
historial televisivo) canalizan su encanto a una solvente presencia
cómica que se mantiene hasta el final de la película pese al chiste
sexual fácil. El resto del elenco es variopinto y va de una excelsa
Margarita Isabel, a la parquedad de Diana García; y del estereotipo que
ha creado de sí mismo Jesús Ochoa, a las ganitas de Guillermo Iván o al
fuera de lugar de Fernando Luján.
Labios rojos bien podría ser una película hermana de Cilantro y perejil,
sin las pretensiones intelectuales de finales de los 90, pero
desafortunadamente, con todas las carencias como para consolidarse como
un prescindible placer culpable.