Por Hugo Lara Chavez   

Como sede mundial del mariachi, la Plaza Garibaldi es un sitio obligado del cine mexicano, de decenas de películas donde sus protagonistas acudían para hacer vida nocturna, escuchar la música ranchera, emborracharse y a veces enamorarse.

Su historia data del siglo XIX, cuando fue bautizada como Plazuela de Jardín y después como Plaza del Baratillo, pues ahí se estableció un tianguis en el que se vendía mercadería usada y, desde luego, barata.  Sobre su nombre oficial, algunas versiones afirman que es el de Plaza Santa Cecilia, patrona de los músicos, aunque hay quien asegura que toma su nombre del patriota italiano Giussepe Garibaldi, que nunca vivió en México pero que supuestamente fue admirador de Benito Juárez.

El Gobierno del DF la tiene registrada como Plaza Garibaldi y sugiere que su nombre se deriva en realidad del coronel José Garibaldi, nieto del otro Garibaldi y quien peleó durante la revolución mexicana en las filas maderistas.  En La mancha de sangre los protagonistas acuden ahí para pasear y aprovechan la ocasión  para tomarse una foto.

Escenas como ésta se repiten en incontables películas, además de que varias canciones están dedicadas a la Plaza y sus tradicionales cantinas como el Tenampa, sitio frecuentado por actores y artistas entre los cuales la figura más emblemáticas fue Pedro Infante, el idolatrado actor y cantante que contribuyó a engrandecer la fama de la Plaza a través de sus películas, como en Gitana tenías que ser (Rafael Baledón, 1953), donde en cierta escena canta al lado de la española Carmen Sevilla. (Hugo Lara, del libro Una Ciudad Inventada por el Cine, Ed. Cineteca Nacional, 2005)