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2010-01-11 00:00:00

Duelo por la muerte de Eric Rohmer

Por Elio Castro-Villacañas 
Noticine-CorreCamara

“Charles y yo vamos a ver una película de Rohmer, 'Mi noche con Maud'. ¿Quieres venir?. No. Gracias pero no. Una vez vi una película de Rohmer y era como estar mirando crecer a una planta". Este es un diálogo entresacado de la película “La noche se mueve”, que Arthur Penn dirigió en 1975. Una crítica demoledora a las películas de este director francés que acaba de fallecer este lunes en París, a los 89 años.  

Una crítica devastadora pero injusta porque si bien es verdad que el cine de Eric Rohmer es lento y pausado no es menos cierto que está cargado de emoción, ironía, ternura y poesía. Eric Rohmer fue ciertamente un cineasta de palabras. “Estoy apegado a la verdad del detalle, al realismo del comportamiento”, decía. Y así es.  Sus películas son pequeños trozos de vida que esconden siempre una moraleja. Su verdadero nombre Jean Marien Maurice Scherer y se le consideró algo así como el cerebro gris de la Nouvelle Vague, Sus primeras películas se englobaron en una serie llamada “seis cuentos morales” de entre las que destaca sobre todo “Mi noche con Maud”.  

Más tarde emprendió otro periodo titulado “Comedias y proverbios” con películas como “Pauline en la playa”. Ya en los últimos tiempos filmó los “Cuentos de las cuatro estaciones”, unas encantadoras historias llenas de sencillez, vitalismo y romanticismo. La edad nunca frenó su actividad artística. Con más de 80 años filmó otra pequeña maravilla “La inglesa y el duque” ambientada en la Revolución francesa. Rohmer hizo que se pintaran unos cuidadísimos decorados y, mediante técnicas digitales, superpuso en ellos la interpretación de los actores, logrando una textura pictórica que hacía que la película tuviera un aspecto visual innovador.  

Sus películas se ven y se escuchan. Parecen simples en la forma pero en el fondo son tremendamente complejas. Puede parecer que no sucede nada, o muy poco, pero por debajo de la epidermis de la historia filmada se mueve un infinito ejército de células que la hacen latir, que le dan vida. Por eso ciertamente sus películas son como ver crecer una planta. No te das cuenta y de repente te encuentras ante una hermoso ser vivo con hojas y flores. 

Van creciendo ante los ojos de los espectadores sin alharacas, sin hacer ruido, sin necesidad de efectos especiales. Y cuando acabas de verlas sabes que no se marchitarán jamás. Siempre florecerán en tu memoria.