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Columnas

2010-10-06 00:00:00

Las primeras películas sobre el Movimiento de Independencia en México (1904-1934). Parte 2

Por Eduardo de la Vega Alfaro 
 
Como otros temas históricos, el relativo a la lucha de la Independencia iniciada en México a principios de la segunda década del siglo XIX también se prestó para hacer películas cuyos argumentos narraban las vicisitudes de personajes protagónicos en su mayoría inventados pero que, al menos en teoría, sirvieron para representar y evocar algunos de los aspectos de aquella gesta. Ese tipo de obras serían catalogadas en su época como “fantasías históricas cinematográficas”, tratando con ello de diferenciarlas de aquellas que se amparaban en sucesos  “reales”, es decir, documentados. 
 
De "Conspiración", la primera de esas “fantasías históricas cinematográficas”, se tienen pocos pero suficientes datos.[1] Producida con escasos medios para Pro Mex Films, empresa y academia cinematográficas regenteadas por el enjundioso Manuel R Ojeda, que contaba con antecedentes como actor y director en Hollywood, la cinta se realizó en el periodo de mayor crisis de la cinematografía mexicana post revolucionaria luego de los frustrados intentos de crear una industria fílmica más o menos nacional durante el periodo enmarcado entre 1916 y 1926. La obra fílmica inició su rodaje en locaciones de Tepotzotlán y el Desierto de los Leones hacia comienzos de marzo de 1927 bajo la dirección del mismo Ojeda; dividida en 9 partes,  ubicaba su trama en la Nueva España durante el año de 1808 para evocar algunos hechos históricos que tuvieron que ver con la insurrección organizada por un grupo de criollos que aprovecharon la rebelión popular de Madrid en contra de José Napoleón, hermano del emperador de Francia, para destituir al Virrey José de Iturrigaray. Finalmente, el movimiento, al que se considera precursor de la Independencia que encabezarían Hidalgo y Morelos, fue sofocado en diciembre de 1809.
 
Con argumento de Guillermo Maya, guión de Ojeda y fotografía de Eugenio Lezama Michel, la obra fílmica de marras fue interpretada, entre otros, por Taina Niki, Lolita Yustis, Eva de la Fuente, Conchita del Hoyo, Alfonso Parra, Luis Márquez, Ramón Pereda y Max Langler; cabe aclarar que los dos últimos harían carrera en el cine mexicano con sonido integrado a la imagen. Como atinadamente señala Gabriel Ramírez, es muy probable que a los acontecimientos históricos representados en la cinta  se les haya agregado “su buena dosis de folletón” para así tener “ante los ojos un perfecto exponente de designios apologéticos, detrás de los cuales se asomaba la clara intención propagandística que movía a Ojeda. En el terreno más inmediato y práctico -continúa Ramírez- se aprovechaba un latente sentimiento antiespañol (en mayo de 1926, al grito de ‘¡Viva México independiente!’ y ‘¡Muerte a todos los españoles!’, el general Amadeo Vidales se había alzado en Guerrero exigiendo la expulsión inmediata de del territorio mexicano de todos los españoles y la nacionalización de sus bienes); [pero también] el conflicto cristero y su peligrosidad para el régimen, con la aparición, a fines de 1926 y principios de 1927, de las guerrillas católicas en varios de los estados del centro; la reanudación de los asaltos ferrocarrileros; al fallido atentado contra Obregón cometido por el jesuita Miguel Pro y, en fin, toda una interminable serie de incidentes protagonizados por las subestimadas fuerzas adversarias del régimen […]”. La cinta de Ojeda era pues una especie de catalizador de aquella inestable situación política.
 
Basado en los reportajes de rodaje y en otras noticias de prensa, Ramírez también apunta que “'Conspiración' no pasaría de ser casi una sucesión de cuadros vivos de hierática inmovilidad, una representación teatral, toda artificio y convención dentro de decorados. No podía ser de otra manera […]”.  El comentarista de un diario de la época destacó el trabajo de Eugenio Lezama Michel así como las actuaciones de Ramón Pereda y Luis Márquez pero otro se ensañó con la labor de Ojeda, a la que consideró “lo más flojo de la película, desarrollada confusamente, con muchos saltos, sin detalle de escenas, con técnica inferior a las otras que él mismo ha hecho […]”.[2]
 
 
El filme de Ojeda se estrenó el 3 de noviembre de 1927 en el cine Palacio de la ciudad de México, justo cuando aún resonaban en la opinión pública los acontecimientos que, apenas un mes antes, habían derivado en la terrible matanza de Huitzilac, Morelos, hecho en el que perdió la vida el General Francisco Roque Serrano, candidato opositor a la manipulada e inminente reelección de Álvaro Obregón. De ahí que la propaganda del estreno, que incluía frases como “Hay una conspiración en México. Se descubrió una conspiración”, provocaran un justificado temor entre no pocos habitantes de la capital del país, quienes creyeron que estaban ante la posibilidad de una nueva escalada de violencia política. Y, en efecto, no pasaría mucho tiempo para que, en buena medida como producto de aquella atmósfera en que imperaba una feroz lucha por el poder, Obregón mismo resultara acribillado en el restaurante “La Bombilla” cuando había logrado ser electo de nueva cuenta  Presidente de la República.
 
En los comienzos del cine mexicano con sonido integrado a la imagen, el destacado productor y director michoacano Miguel Contreras Torres, uno de los más afanosos promotores del nacionalismo cinematográfico durante la década de los veinte,  llevó a cabo una nueva representación cinematográfica del movimiento de Independencia iniciado por el “Padre de Patria” en 1810. Filmada con premura y escasos recursos económicos a partir del 12 de julio de 1934, "¡Viva México!" ("El grito de Dolores"), también conocida como "Alma insurgente", incluyó en su nómina de actores a Paco Martínez, Sara García, Alberto Martí, Joaquín Busquets y José Cortés, intérpretes respectivos de Hidalgo, Josefa Ortiz de Domínguez, Allende, Aldama y el Corregidor Miguel Domínguez. 
 
La película continuó explotando la veta del cine histórico-nacionalista que tan buenos resultados le había dado a Conteras Torres con los casos de "Revolución" ("La sombra de Pancho Villa") (1932) y, sobre todo,  "Juárez y Maximiliano" (1933). Muy probablemente estimulado por el hecho de que su paisano y amigo Lázaro Cárdenas de Río acababa de ganar las elecciones para Presidente de la República postulado por el Partido Nacional Revolucionario, Contreras Torres se dio a la tarea de exaltar la figura y la lucha de don Miguel Hidalgo y Costilla, quien, entre 1790 y 1792, había sido Rector del afamado Colegio de San Nicolás, máxima institución educativa de la antigua ciudad de Valladolid, hoy Morelia. En tal sentido, el contenido de la película expresaba, en buena medida, la renovada esperanza que algunos sectores sociales tenían en el ya inminente gobierno cardenista y su ambicioso “Plan Sexenal”, elaborado por figuras de la talla del mismo Cárdenas,  Carlos Riva Palacio, Gabino Vázquez, Ezequiel Padilla, Genaro Vázquez, Manlio Fabio Altamirano y Graciano Sánchez, entre otros.[3] No es casual  que el primero de los varios letreros que se ven en pantalla señale: “Este filme es un canto de libertad a los pueblos de la América Española. Sencillo homenaje al venerable cura don Miguel Hidalgo y Costilla, iniciador de la Independencia en la Nueva España, hoy México […]”, y que más adelante se vea al protagonista supervisando a los pobladores de Dolores (a quienes invariablemente llama “hijos”), dedicados con suma disciplina a honrosas labores como la alfarería, la herrería y la agricultura. Ávido lector de pasajes bíblicos del Evangelio según San Juan sobre la parábola de “El buen Pastor” (que le dan la clave para asumir el liderazgo en la lucha independentista), pero también de significativas frases de Voltaire (“La esclavitud es cosa del pasado, podrá encadenarse el cuerpo, pero nunca el pensamiento. Un pueblo sin libertad es como una planta sin sol. Sólo una conciencia libre es capaz de producir ideas grandes y buenas”), el cura Hidalgo encarnado por Paco Martínez es el digno representante del intervencionismo estatal-liberal en la economía capitalista de un país subdesarrollado, que en aquel momento se planteaba fortalecer a la burguesía local frente a los constantes embates del capital extranjero por seguir apropiándose de las riquezas naturales de México. Así, el discurso nacionalista del nuevo Estado Mexicano, principal sustento del “Plan Sexenal” elaborado por los cardenistas, parece resonar en las arengas con las que Hidalgo incita al pueblo la noche del 15 de septiembre de 1810: “[…] Yo que os amo, que estoy al tanto de vuestros sufrimientos, he creído un deber impuesto por Dios, el liberaros de ese azote que os amenaza. La nación española es presa de Francia y se quiere que corráis la misma suerte. Encadenarnos al extranjero, sufrir su yugo, haceros sus víctimas […] ¡Sabed, hijos míos, que conociendo vuestro patriotismo me he puesto al frente de este movimiento […] para arrebatarles el mando a los europeos y dároslo a vosotros! […]”.
 
A diferencia de "El grito de Dolores" o sea la Independencia de México y de "1810 o ¡Los libertadores!", en la película de Contreras Torres el cura Hidalgo no enarbola el estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe ni fustiga abiertamente al dominio español como causa principal de la lucha emprendida por los independentistas. Sin embargo, constantemente alude a la protección divina para su empresa liberadora (“Dios es el único regidor de nuestros destinos”) y se muestra bonachón, afable, simpático y comprensivo ante las debilidades humanas. Pero por supuesto que nunca se habla de los amoríos e hijos auténticos tenidos por el “padre de la Patria” años atrás. Los afanes “veristas” de Contreras Torres lo motivaron a filmar las escenas de exteriores en locaciones del pueblo de Dolores, mientras que los interiores se llevaron a cabo en los modestos Estudios Empire, poco antes de que desaparecieran del mapa. Algunos encuadres y momentos de la cinta dejaron sentir la influencia de la brillante estética elaborada por Sergei M. Eisenstein en su malogrado proyecto "¡Que viva México!" (1930-1932), sobre todo por lo que se refiere a las escenas de masas; incluso, las imágenes de hoces y martillos que se yerguen como símbolos de unidad y fuerza remiten, por composición y estilo, a "Octubre" (1927), la obra maestra eisensteiniana estrenada en nuestro país el 16 de junio de 1929 en el Teatro Nacional. En tales momentos, la fotografía de Ezquiel Carrasco alcanza un vigor sólo comparable al que en esa misma época ostentaban los trabajos de Alex Phillips. Y lo más probable es que los stock shots que hacia el principio del filme ilustran la invasión napoleónica a España provinieran de "Napoleón en Italia" ("Napoleón", 1925), la obra cumbre de Abel Gance, que se había exhibido a partir del 31 de mayo de 1929 en el cine Palacio de la ciudad de México. 
 
La cinta de Contreras Torres fue estrenada el 15 de septiembre de 1934 en diez cines del primer circuito de la ciudad de México y, de manera simultánea, en varias salas del interior de la República y del extranjero: sur de los Estados Unidos (California, Texas y Arizona) y Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), esto último según una gacetilla publicitaria aparecida el 14 de septiembre de aquel año. En alguna medida, "¡Viva México!" ("El grito de Dolores") representó un ensayo de las eventuales incursiones fílmicas de Contreras Torres en el tema de la lucha por la Independencia en América Latina ("Simón Bolívar", "El Padre Morelos" y "El Rayo del sur"), pero esa es otra historia.             
 
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Notas
[1] Cf. Dávalos Orozco, Federico y Esperanza Vázquez Bernal, Filmografía general del cine mexicano (1906-1931, Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, Puebla, 1985, pp. 119, y Ramírez. Gabriel, Crónica del cine mudo mexicano, Cineteca Nacional, México D. F., 1989, pp. 242-243
 
[2] Soto, Epifanio Ricardo, Cine Mundial, enero de 1928, citado por Gabriel Ramírez en Crónica del cine mudo mexicano. El autor de la nota se refería seguramente a las experiencias previas de Ojeda en el cine mexicano: sus trabajos de codirección para Almas tropicales (1923) y El cristo de oro (1926).
 
[3] Una de las partes sustanciales del proyecto político cardenista, sintetizada en dicho “Plan sexenal”, era, en las acertadas palabras de don Luis González (Cf. Historia de la Revolución Mexicana 1934-1940, Tomo 14, “Los artífices del cardenismo”, El Colegio de México, México D. F., 1979, pp. 172), procurar “evitar los monopolios y devolver a los mexicanos los recursos del país en manos extranjeras, mediante el patrocinio de la inversión nacional en al industria extractiva  y la hechura de una industria metalúrgica mexicana que pudiera poner sin mentir y con orgullo en los artículos fabricados por ella el sello de ‘Hecho en México y por mexicanos’. En suma, conforme al Plan Sexenal, el gobierno se comprometía a tomar partido de los burgueses de casa en su lucha contra los empresarios de fuera”.