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2010-12-14 00:00:00

Reconocen los 35 años del CCC con el Jaguar de plata

Por Ulises Pérez Mancilla  

Acapulco. Durante la fiesta de clausura del FICA en el hotel Elcano, Víctor Sotomayor, gentil como se le caracterizó en todo el festival, llamó al director del Centro de Capacitación Cinematográfica Henner Hofmann para anunciar la entrega de un tercero y sorpresivo Jaguar de Plata, correspondiente al CCC por su 35 aniversario en amplio reconocimiento a la formación de cineastas mexicanos, tal es caso de Carlos Carrera, oficialmente nombrado como el nuevo presidente de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, presente en Acapulco para hablar sobre las diferencias entre el cine de ficción y el cine de animación, dentro de la sección de actividades académicas.  

Un Carrera muy animado 

El día empezó con De la infancia, la cruda exhibición de la película adaptada de la novela de Mario González Suárez y protagonizada por Damián Alcázar y Giovanna Zacarías cuyo peso dramático recae en la violencia intrafamiliar, ante la cual, los niños no tienen más cobijo que el que les da su imaginación. Abrumadora hasta el cansancio, se trata de un nuevo apunte crítico de Carrera en el punto más elegante de su estilo, por llamar así a su dominio narrativo sutil que hace a la película un inquietante manojo de atrocidades sociales que no permite voltear hacia ningún lado de tan agobiante.  

Al encenderse las luces, Carlos Carrera apareció de muy buen humor y dispuesto a responder las preguntas de un puñado de estudiantes de prepa que vieron la proyección y que al salirse en desbandada, convirtieron lo que sería un master class en una nutrida conferencia de prensa que ante todo buscaba declaraciones sobre la recién asumida presidencia del director en la AMACC. Por fortuna, los reporteros reservaron sus preguntas para el chacaleo y permitieron al director profundizar sobre sus proyectos personales.  

Carrera confesó que ha tenido problemas para estrenar De la infancia pues los distribuidores han sido tajantes: no quieren historias tristes, mucho menos de pobres, pues no son redituables. Casi profético, un señor del público, de esos colados que se interesaron por la plática pidió la palabra para decirle al director, “con todo respeto”, que su película era muy deprimente, que prefería historias luminosas, que le dejaran algo, como 180 grados de Fernando Kalife. Intervino Luis Tovar, crítico de cine, para invitarlo a no caer en el juego de lo que “debiera ser el cine mexicano”. A la inusitada y breve polémica, Carrera respondió (también con todo respeto) que el prefería hacer películas como las suyas, a hacer remakes mexicanos de historias argentinas con actores de tele exitosos.  

Se exhibió también, una secuencia de Ana, lo que será el primer largometraje de animación del director de El crimen del padre Amaro, que acaparó la atención con respecto a esta faceta, primero, por su inusual historia (original de Daniel Emil) que a simple vista pareciera un desparpajado ensayo filosófico sobre la locura, con apariencia de entretenida aventura infantil; segundo, por su peculiar técnica de realización cuyo detallado proceso lo llevará a terminar la película en el 2012. Finalmente, Carlos Carrera, menos serio que de costumbre, dijo a las cámaras que busca una Academia incluyente y renovada, pero desde luego una comunidad cinematográfica más involucrada y unida. Simpático detalle fue que mientras decía esto, el proyector soltó una imagen de prueba en la que aparecía Pedro Armendáriz Jr., hoy fantasma de ese período no grato de la Academia.  

Sin memoria… Y sin cobertura 

Con Carrera dando la nota del día, la prensa se dispersó. La única conferencia que sobrevivió en el auditorio del Playa Suites, fue la de la película Sin memoria, cuya función ocurriría por la noche ante una docena de personas, incluido el productor y la gente de Videocine, que aportó parte del toque “internacional” al festival con la exhibición de sus próximos estrenos: Baarìa y Splice. Al finalizar, gente del público, que además eran turistas ocasionales, felicitaron al productor por la buena película que acababan de presenciar: “¿es que no hay alguien que difunda esto?, llevamos una semana aquí y es una casualidad que la hayamos visto. Me imagino que esto es lo que ocurre con las películas del cine mexicano a nivel nacional”. Qué ironía. A ello habría que sumarle que a la función de Desafío apenas entraron menos de diez personas, más los actores: Ari Brikman, Andrés Montiel y Andrés Caso, ampliamente decepcionados por la escasa convocatoria.    

A la conferencia de prensa de Sin memoria desde luego no asistieron ni el director Sebastián Borestein, ni la pareja protagónica de Guillermo Iván y Martha Higareda, apenas César Ramos y en el colmo de colmos, un actor-extra que aparece 4 minutos en la película e interpreta al policía 2, ó 7. El resto fueron canceladas así nomás. Si incluso en viernes de estrenos, Cinépolis no tenía clientes ni siquiera abarrotando sus salas para ver Harry Potter o Las crónicas de Narnia, pedir más público del que asistió al FICA (contado por docenas en cada función) sería tanto como pedir peras al olmo. No hay duda, por su geografía, destinada al turismo y la diversión nocturna, difícilmente Acapulco es una sede ideal para sentarse a ver películas. A menos que una séptima edición demuestre lo contrario.   

La noche del pirata (y la clausura) 

La velada de clausura se efectuó a un costado de la playa, en las inmediaciones del Hotel Elcano, testigo de las mejores glorias de Televisa y que albergó en esta ocasión al equipo de unas 50 personas lideradas por Luis de Llano, produciendo desde la comodidad del hotel y que de vez en cuando mandaba sus cámaras a las sedes del festival, que a fin de cubrir/cumplir tiempos, compromisos y espacios, editaban muy a su manera la información a fin de hacer parecer que se vivían cuatro días de intensa actividad cinematográfica. Desafortunadamente, nada más lejos de la realidad.  

Un avance de La noche del pirata, ópera prima de Juan Carlos Blanco, director a su vez del Centro de Estudios Cinematográficos INDI fue proyectado en la playa, iluminada con tino por una docena de lámparas chinas. La atención que el work in progress no robó en las salas de Cinépolis, la obtuvo en el coctel de clausura que para entonces llevaba un par de horas avanzado. Se trata de la segunda película producida por la escuela (la primera fue Todos hemos pecado de Alejandro Ramírez) y es la historia de amor entre un niño (Michael Ronda) y su perro que al morir, vuelve convertido en fantasma. Un producto muy cercano a esas viejas cintas de serie B producidas por Walt Disney en los 80, que lleva al menos tres años atorada con su postproducción.   

Después de un breve intermedio, apareció Víctor Sotomayor con los invitados más especiales del festival: Lorena Velázquez, Fernando Luján y Carlos Carrera. Llamó también al cinefotógrafo Henner Hofmann para anunciar el as bajo la manga, una sorpresa más para cerrar como dicen, con broche de oro. La entrega de un tercer Jaguar de Plata al Centro de Capacitación Cinematográfica, que en voz de los orgullosos CCCros presentes fue “inesperado, pero muy merecido”. Aplausos. La casi truncada sexta edición del festival había llegado a su fin, diluyéndose bajo el ir y venir de los meseros mientras un grupo de franceses hospedados en el hotel, enloquecían con Lady Gaga proveniente de las bocinas al ritmo de Papa, papa, paparazzi…