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2010-12-15 00:00:00

No me quites el sueño, sólo déjame sin dormir. Entre desvelos e insomnio.

“Que toda la vida es sueño… y lo sueños, sueños son
Pedro Calderón de la Barca. La vida es sueño.

Por Lorena Loeza

El insomnio parece que ser uno de los desajustes más complejos y al parecer uno de los que más desesperación produce.  El tiempo de sueño no sólo es necesario para el buen funcionamiento físico, sino también mental y emocional.  

Hay toda una construcción cultural compleja acerca del desvelo asociado con la pasión febril, con la inspiración, el ensueño y el momento de la creación y la reflexión.  Sin embargo, paradójicamente, hay una diferencia abismal entre no dormir y no soñar. Una noche de desvelo puede ser el equivalente a un estado ensoñación, un vistazo al interior de uno mismo, un momento de inspiración enriquecedor sin duda, aún y cuando el amanecer te sorprenda en medio de un deplorable estado de cansancio, ojeras y dolor de cabeza. 

En la pantalla grande, el tema del insomnio y el desvelo ha sido protagonista de historias muy variadas, que a veces sólo tienen como común denominador el no poder dormir o conciliar el sueño, ya que esta condición puede responder a situaciones distintas, aún y cuando el resultado sea comúnmente parecido: no es posible vivir en un estadio intermedio entre el sueño y la vigilia, confundiendo la realidad con las visiones del inconsciente.

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The Fight Club.

Un magnífico ejemplo de ello es  El Club de la Pelea (Fight Club, D. Fincher, 1999), en donde un treintañero común y corriente, empleado en una empresa de seguros,  se ve aquejado por un severo ataque de insomnio. Su médico le dice que antes de tomar alguna droga para dormir debería conocer gente que tiene enfermedades peores que la suya, llegando así a un grupo de autoayuda donde conoce a una chica que finge estar enferma para vivir de la seguridad social.  En paralelo, durante un viaje de trabajo, conoce también a Tyler Durden un hombre con carisma de líder y con ideas estrafalarias y seductoras acerca de la sociedad y sus reglas, el consumismo, el sistema político y demás. Tyler funda con su nuevo amigo  el Club de la Pelea, un espacio para expresar el lado agresivo de uno mismo, que termina siendo la semilla para una guerrilla urbana contracultural. 

Una vez llegado a este punto, uno pareciera olvidar la premisa inicial de la historia: un hombre que no puede dormir.  El giro de tuerca que te lleva comprender el desdoblamiento de personalidad y los atisbos de locura producto de un cerebro que no consigue deScansar, terminan con un sorprendente final que tiene a The Pixies de fondo preguntándose ¿where is my mind?

Este primer planteamiento asociado al insomnio es profundamente interesante, porque explora el asunto de  conocer el verdadero yo, los aspectos reprimidos que terminan por salir a la luz, en cuanto las murallas mentales, devastadas por el cansancio y el nulo descanso no pueden constreñirlas más.

Pero más allá de ello,  es interesante porque el protagonista, narrador en realidad, termina por encontrar más lúcido su lado oscuro, que el aquel que considera su natural modo de ser. Al final tenemos un profundo cuestionamiento hacia las convenciones sociales y los hábitos de la “civilización” que no permiten entrar en contacto con el verdadero sentido de lo humano, expresado en esta película  a través del primario y agresivo instinto de luchar para sobrevivir.

Sin embargo, no todos los insomnios en pantalla terminan  con una propuesta tan compleja de “conócete a ti mismo.” Hay otros ligados al momento, al espacio y al ambiente que nublan el juicio, conducen al cansancio y permiten que tus errores te condenen. Es el caso de Insomnia (C. Nolan, 2002) en donde Al Pacino interpreta a un veterano agente de homicidios, encargado de investigar el caso de una chica asesinada en Alaska.  Varios factores hacen estragos en el agente: la muerte de su compañero a causa de un error de su parte, la ´presión de ser vigilado por asuntos internos, las llamadas confusas y retadoras del asesino… pero sobre todo: la luz.  La vigilia provocada por el día eterno, la media luz que lo acompaña todo el tiempo y la ausencia de oscuridad total para conciliar el sueño, terminan por conducirlo a su propia debacle personal.  La muerte como descanso, no del cuerpo sino del espíritu: morir o dormir, da lo mismo para escapar de la culpa.

Pacino hace un trabajo estupendo como el agente siempre cansado, logrando mostrar la secuencia del desgaste físico y emocional con gran oficio, al grado de que la muerte de verdad se entiende a los ojos del espectador como la mejor forma de descanso.  Ello aunado a un inteligente manejo de la luz durante todo el filme, hacen que de verdad se tenga la experiencia de vivir en un extraño limbo bañado de luz. Un sueño constante, una vigilia que parece tortura.

Finalmente, creo que no se puede hablar del retrato del  insomnio y sus estragos en la pantalla grande, sin mencionar El maquinista (The machinist, B. Anderson, 2004). Trevor Reznik es un obrero dedicado a operar un complicada máquina.  Solitario e insomne desde hace un año, sus únicos anclajes con el mundo real parecen  ser el ambiente de trabajo, la camarera que le sirve en el restaurante todas las noches y una prostituta quien lo considera un amigo además de su cliente.  Reznik se va consumiendo lentamente tanto física, como mental y emocionalmente. Recuerdos que parecen ensoñaciones de la vigilia, comienzan a confundirlo y enloquecerlo. Delirios paranoicos de persecución y un extraño personaje que lo acerca a una verdad que no reconoce de primera intención. Culpa y castigo redimidos por la falta de sueño, son los ingredientes principales esta interesante historia. Un Christian Bale que aún con un aire tan desamparado y frágil es capaz de mostrar el lado paranoico de no dormir: pensar que los sueños te persiguen en una espiral sin salida. La idea de ser consumido por la culpa nunca encuentra mejor expresión que en la mirada perdida y el cuerpo raquítico de Bale. Una de sus mejores actuaciones sin duda. Y una de las mejores expresiones de lo complejo y brutal que es el término “consumirse.”

El desvelo entonces, pierde su lado romántico en estas tres historias,  se aleja enormemente de la clásica visión de  poetas contemplando la Luna, buscando inspiración. Se comprueba además que el oscuro lado de no poder dormir es siempre mucho más interesante que el del insomnio romántico que aqueja a los enamorados. En dado caso, siempre es importante subrayar que quizás entre ambos solo media una diferencia, sutil quizás, pero determinante: Los sueños tienen musas, los insomnios obsesiones. Y es por eso quizás,  que nunca será lo mismo dejar de dormir, que dejar de soñar. 

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Insominia.