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2012-03-19 00:00:00

Blade Runner: los 30 años. Parte 2 de 2

Blade Runner: los 30 años. Parte 2 de 2

Por Pedro Paunero

La novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” (Do Androids Dream of Electric Sheep?, 1968), se convirtió en la obra más popular de Philp K. Dick desde que se le llevara a la pantalla y alude a la posibilidad de que los androides sueñen con coleccionar animales artificiales (eléctrónicos), en un mundo dónde las especies se han extinguido y los animales se realizan por encargo. Entre más rica sea una persona más animales puede obtener. En la obra Deckard mantiene una oveja artificial en el techo de su apartamento, detalle que no aparece en la cinta. ¿Son, pues, los androides, víctimas de la codicia de poseer bienes materiales al igual que los humanos?      

Los replicantes: bajo aquella premisa, Philip K. Dick se aventura a uno y otro lado del límite impreciso de lo orgánico y lo artificial. "Blade Runner" cumple con ello al grado de que los espectadores terminan confundidos. ¿Son los replicantes seres vivos o androides? En todo caso su fuerza es sobrehumana pero “mueren” a los 4 años de edad. Los ingenieros genéticos se han asegurado de esto. Al ser usados como esclavos en colonias exteriores (espaciales), y ser lo más parecido a los humanos, sólo se les identifica a través de un test, el Voight-Kampff, o test de empatía, cualidad de la cual carecen los replicantes. Al final, Batty Roy (el líder de los replicantes) será más empático que muchos humanos.

La banda sonora: Vangelis, el maestro griego que musicalizó la serie ganadora del Pulitzer de los años 80´s, Cosmos, de quien se considera el mejor divulgador científico de la historia, Carl Sagan, que ganó el Óscar por musicalizar una cinta producida por Dodi Al-Fayed (sí, el novio de Lady Diana), "Carros de Fuego" (1982) y a quien se pidió crear la música para la misión a Marte de la NASA (con la sonda Mars Pathfinder de protagonista), aportó la banda sonora para "Blade Runner". Siempre he considerado que sin la música, la película sería sólo un 50 % del total de una obra. Recuerdo haber buscado en toda tienda de discos de la pequeña ciudad dónde crecí entonces (Tuxpan, Veracruz) el disco de la película, ignorando el hecho que Vangelis daría a la venta la recopilación de temas (con algunos “tracks” que ni siquiera aparecen en la cinta) hasta el año 1994, y que previamente, para aplacar la sed de los coleccionistas, aparecieron varias recopilaciones no interpretadas por él.

Antes cité cómo usé la frase que Deckard pronuncia en la escena musicalizada con el “tema de amor de 'Blade Runner'” para averiguar la naturaleza del terreno que pisaba cuando una chica me dio indicios de interesarle. En la banca de un parque público le solté: “di bésame” y ella repitió la frase. Lo demás forma parte de la materia de que están hechos los recuerdos. También la canción de época “One More Kiss Dear” me ha acompañado en alguna ruptura amorosa…   

La ambigüedad: Ridley Scott y Harrison Ford tuvieron una discusión acerca de la naturaleza de Deckard, sobre su humanidad o su posible pertenencia al mundo de los androides. Scott quería que el personaje de Ford fuese un Nexus, Ford quería un ser humano con el cual se identificara el público. Esa ambigüedad, típica del escritor, se mantiene a lo largo de la cinta. Geoff, el policía chicano, juega un papel a nivel de la conciencia de Deckard (una especie de Pepe Grillo para Pinocho, muñeco robotizado que aparece en la cinta como uno de los juguetes que crea Sebastian el personaje tarado que fabrica juguetes robóticos): las figuras de origami que le va dejando atrás indican que le vigila, que ha estado que él antes en determinado sitio a la vez que simbolizan estados emocionales.

 Una gallina (la cobardía inicial de Deckard al no aceptar volver a trabajar como "Blade Runner"), una figurita humana con el pene erecto (el enamoramiento de Deckard hacia Rachael) y el unicornio (los implantes que Geoff sabe que Deckard tiene en su mente) son representaciones del subconsciente que acompañan a Deckard y el Geoff interpretado por Edward James Olmos cada vez que aparecen juntos.

También el ansia de coleccionar fotografías (de hacerse un pasado del cual carecen) es una característica de los replicantes. Deckard en la escena del piano muestra su gran colección fotográfica.

Los efectos especiales: ¿qué decir de Douglas Trumbull, encargado de los efectos especiales de "Blade Runner", a quien le debemos también los de “2001, Odisea del Espacio” (Stanley Kubrick) o de ese icono del cine ecologista que es “Naves Misteriosas” (Silent Running) de su propia autoría? Todo elogio sobra, es su obra quien clama su grandeza como maestro visual y que se mantiene en pie en la Era del Cine en 3D, producto plástico con efectos digitales.  

La atmósfera: la novela menciona un planeta degradado por el polvo radiactivo, en la cinta la lluvia es continua y nos remite a una atmósfera actual: el cambio climático, la lluvia ácida. También es un indicador de estados emocionales o un elemento que nos obliga a situarnos en el escenario de una ciudad triste, fría, artificial, cuya estética escapa a lo sentimental. La lluvia ácida, la basura, las calles atestadas, los vehículos futuristas, los dirigibles (los “Blimp”) con sus pantallas publicitarias flotando entre los edificios, una mezcla de estilos atiborrados, una noche perpetua. Es la película dónde la atmósfera constituye por sí misma un personaje: ubicuo, impersonal, que impera sobre todos los demás. Filme cuyo eje atmosférico grita una influencia ejercida sobre diversos filmes y hasta en comerciales de cigarrillos.

En 1991, Harrison Ford, aludiendo a la atmósfera de "Blade Runner" confesaría a un periodista que no le gustaba: “estar por ahí y proporcionar cierto foco a los decorados de Ridley”.        

Filosofía y religión: abundante en escenas simbólicas, "Blade Runner" se parece en esto a la "Metrópolis" de Fritz Lang (1927) de la cual opinaría su director que “el simbolismo era excesivo”. No sólo son cintas paralelas en este punto, los edificios y la urbanidad que oprime y sitúa en su pequeñez a los personajes de "Blade Runner", son herencia del expresionismo alemán de la muda y mítica Metropólis.

Algunas de esas escenas simbólicas presentes en ambas películas son:

En "Blade Runner": la crucifixión (el clavo en la mano de un Roy artrítico), la paloma (símbolo del alma de la que, se supone, carecen los androides y que Roy deja libre al morir) y Roy como hijo del dios (de la genética) y que también se convierte en el salvador de su propio verdugo (una referencia al “perdónalos porque no saben lo que hacen”), las referencias a “El paraíso perdido” de Milton (que Roy gusta declamar) y las citas de Tyrell del Eclesiastés (“regocíjate en tu vida”) o la parábola del Hijo Pródigo.

En "Metrópolis": la fábula de la Torre de Babel, el dueño de la Metrópolis como sacerdote de la máquina-dios, Moloch, los obreros como peones en un juego de muerte y esclavitud que les rebasa, nos permiten rastrear las mismas inquietudes filosóficas y religiosas en las dos películas. ¿Y qué decir de la creación de la dorada María (también llamada “Futura”), el robot que lidera a los obreros de la ciudad hasta destruirla? ¿No es, acaso, otro engendro frankensteiniano más?

Una trascendental partida de ajedrez: La partida de ajedrez que juegan el Dr. Tyrell y el diseñador genético J. F. Sebastian (a quien ayuda Roy a concluir) se trata de una partida histórica denominada “La inmortal”, considerada la más brillante de la historia y disputada por Anderssen y Kieseritzky en el Londres de 1851. La lectura que puede realizarse de dicha secuencia podría ser esta: humanos y replicantes buscan lo mismo e inasible, la inmortalidad. En esa búsqueda se enfrentan entre sí.    

Un idioma de la calle: La ciencia ficción abunda en jergas futuristas decadentes, por ejemplo, la que hablan los personajes en la novela “1984” de George Orwell, la “neolengua”; también el “nadsat” de “La naranja mecánica” de Anthony Burgess (por supuesto, llevada al cine por Stanley Kubrick) y en la cinta de Scott, el lenguaje callejero, mezcla de español, inglés y ruso de Geoff que es denominado “CitySpeak”.

El final feliz: En la versión denominada del “Happy End”,  que es la que yo viera por televisión hace varios años, más larga que la que se distribuye hoy en DVD y Blue Ray (que data de 2007 y Ridley Scott considera definitiva al limpiar el sonido, las imágenes y reparado errores de continuidad), la escena aérea de bosques nevados (¡cómo! ¿en un futuro degradado?) sobre los cuales se entiende que Deckard y Rachael vuelan en un spinner (suprimida en el “cut” del director), está tomada de cinta sobrante de “El resplandor”, de Kubrick. Es interesante saber que estas escenas descartadas por el director de una de las mejores películas de ciencia ficción (2001, Odisea del espacio) sirviera a otra de las mejores cintas del género para contentar a los productores con un final idílico que no encaja en el contexto que la película mantiene.

La frase final: un aeroauto desciende sobre la azotea de un edificio, vemos la portezuela basculante abrirse, la perpetua lluvia empapa a un asombrado Deckard que se mantiene en el suelo y a quien segundos antes un Roy a punto de morir ha salvado de caer desde un altísimo edificio momentos previos a exclamar la frase famosa con que se abre este texto. Geoff pronuncia en voz alta:

-Hiciste tu trabajo como un hombre (atención a la irónica frase). Supongo que ya acabaste.

-Terminé.

Geoff le arroja el arma. Se retira hacia el aeroauto. Aún voltea a mirar a Deckard una última vez:

-Lástima que no sobreviva, pero ¿quién sobrevive?

Deckard encuentra a Rachael, dormida, después de suponer que Geoff la ha asesinado, en su propio apartamento.

-¿Me amas? –le pregunta.
-Te amo –responde ella.
-¿Confías en mí?
-Confío en ti.

Con muchas precauciones ambos salen, Deckard apunta con el arma. A su paso, Rachael pisa un unicornio de origami. Es obvio que Geoff ha estado ahí y le deja un último recuerdo: ¿sueñas con unicornios Deckard, así como los androides sueñan debido a sus implantes mentales?

En su mente resuenan las palabras del frío y mal encarado policía cojo:

-Lástima que no sobreviva. Pero ¿quién sobrevive? -Deckard asiente con la cabeza. Una puerta pesada y metálica se corre tras ellos y –como dijera Stanislaw Lem, autor de “Solaris”-, sobre nuestro insondable futuro…

Marzo de 2012

LEE: Blade Runner: los 30 años. Parte 1

Abundante en escenas simbólicas, "Blade Runner" se parece en esto a la "Metrópolis" de Fritz Lang

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