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2024-03-04 00:00:00

El acervo y sus demonios: Ramón Gaya y sus viñetas cinematográficas Parte I

Imagen 1. “México Cinema”, abril de 1944.
Imagen 2. “El Redondel”, 16 de abril de 1944.
 

Por Elisa Lozano [1].
 
Al igual que sucedió en los terrenos humanístico y científico, el cine mexicano se vio favorecido con la incorporación de un numeroso grupo de exiliados españoles por la Guerra Civil, entre los que se encontraban directores, actores, músicos, escritores, críticos, escenógrafos y artistas plásticos, quienes ya poseían una sólida trayectoria y un prestigio bien ganado en su país.
 
Es el caso de Ramón Gaya (Murcia, 1910), cuya vida y actividad realizada durante los más de diez años que permaneció en México se ha estudiado a detalle; aunque su presencia en el medio cinematográfico durante la llamada Época de Oro ha sido prácticamente ignorada. Por ello le dedicamos las siguientes líneas. 
 
Llegó al puerto de Veracruz a bordo del Sinaia, el 13 de junio de 1939. A pesar de su juventud, Gaya destacaba en el mundo de las artes plásticas de España, cultivando un estilo realista, opuesto a las corrientes de vanguardia, que le llevó a participar en varias exposiciones y a obtener numerosos reconocimientos. Además, se había desempeñado con igual maestría en el dibujo, la ilustración, la publicidad y el mundo editorial. 
 
Después de la proclamación de la Segunda República, en 1931, participó en las Misiones Pedagógicas y, al estallido de la Guerra Civil, cinco años después, se afilió a la Alianza de Intelectuales Antifascistas y colaboró en varias publicaciones. La derrota republicana y la muerte de su esposa Fe Sanz durante el bombardeo de la estación de Figueres, lo obligaron a intentar cruzar los Pirineos, pero fue apresado y confinado al campo de concentración francés de Saint Cyprien. Logra salir de ahí y pasa un par de semanas en casa del pintor Christopher Hall, quien se quedará a cargo de Alicia, su única hija. Finalmente, gracias a la política de puertas abiertas impulsada por el gobierno del general Lázaro Cárdenas, emprende el viaje hacia América [2]. De ese duro momento, escribe José Luis Valcárcel:
 
“El Ramón Gaya que llega a la Ciudad de México, tras viajar en tren desde Veracruz, es un hombre derrotado, hundido, lleno de desesperanza. Esta situación tiene que afectar indudablemente a su pintura, que tardará en alcanzar la senda de la recuperación. Mientras tanto, el instinto de supervivencia obligará a Gaya a buscar otras salidas que llenen su alma y, por qué no, su bolsillo. El dibujo que, en forma de viñetas, irá dando valor a cubiertas de libros y algunos artículos publicados en periódicos o revistas, servirá para dar cobertura a aquellas dos necesidades, mientras su espíritu parece sentirse sosegado cuando se envuelve en la poesía” [3].
 
Cabe agregar que hace también dibujo publicitario y escribe artículos sobre pintura para las revistas “Letras de México”, “Taller”, “Romance” y “El Hijo Pródigo”. Es importante señalar que, a pesar de su estado de ánimo, después de un tiempo, vuelve a pintar. Realiza entonces paisajes, retratos por encargo y algo nodal que definirá su obra futura: inicia su serie de homenajes a los grandes maestros de la pintura clásica: Velázquez, Tiziano, Rubens, Goya. 78 de esos cuadros, más otros que había traído de España, formaron parte de su primera exposición individual, inaugurada en la Sala de Marco y Rodríguez, Arquitectura y Decoración, el 19 de mayo de 1943, cuando a la par recibió un homenaje por parte de los exiliados. 
 
Gaya afirmó que por entonces socializaba poco, “incluso con los amigos españoles me reunía poquísimo (…) quiero decir que me encerré un poco, que me hice una especie de clausura, y esa auto clausura se rompía cuando había una persona que coincidía con mi temperamento o con mis gustos, y ese era el caso de Villaurrutia (…), era muy fino, muy culto, muy abierto” [4]. Con Xavier Villaurrutia asiste constantemente al teatro, y pudo haber sido él quien lo presentó con la gente de cine. Recuérdese que el escritor desarrolló una gran actividad como autor de guiones, argumentos y colaborador en diálogos, siendo uno de sus trabajos más reconocidos en este rubro el que hizo con el director Julio Bracho para la película “Distinto amanecer”, producida en 1943 por Films Mundiales, S.A., compañía que poco después se interesa en el artista, según anuncia la revista “Cinema Reporter”, en su edición del 15 de enero de 1944:
 
“El pintor Ramón Gaya contratado por Films Mundiales. Uno de los mejores pintores que ha venido a México en los últimos tiempos, ha sido contratado por Films Mundiales. Para principiar su trabajo para esa casa, le han encomendado los dibujos de los letreros de “La guerra de los pasteles” y, para tal efecto, “script” en mano, ha diseñado tres o cuatro cartones de gran belleza y que concuerdan perfectamente con el espíritu de la cinta. Pero seguramente Gaya principiará dentro de poco a hacer escenografía, ya que la decoración y la misma escenografía son parte de su profesión, después de la pintura”.
 
 
Notas. 
 
[1]. Historiadora de cine y curadora.
 
[2] Andrés Trapiello, “Ramón Gaya: los exilios”, México, Francia, Italia (1939-1959). Catálogo, Madrid, Guillermo de Osma Galería, 2011.  
 
[3] José Luis Valcárcel Pérez, “Ramón Gaya. Pintura. Ensayo. Poesía”, Tesis, Universidad de Murcia, Facultad de Bellas Artes, Departamento de Bellas Artes, 2015, p. 60.
 
[4] Tomado de “En la mirada de Ramón Gaya, ZONAPAZ”, en: zonaoctaviopaz.com, consultado el 22 de octubre de 2023.
 
“Las fotos que acompañan el presente artículo se incluyen únicamente como apoyo al
contenido del texto, cuyo cometido es de difusión cultural”.