Por Eduardo de la Vega Alfaro

 

Al mazatleco Óscar Blancarte Pimentel, egresado del entonces Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM, le tocó, como a todos los alumnos de su generación en dicha escuela, participar en el Movimiento Estudiantil Popular de 1968, y por tanto vivir en carne propia o muy de cerca la represión padecida por quienes osaron desafiar al autoritario y bárbaro sistema político mexicano durante el sexenio diazordacista. Pero, a diferencia de buena parte de sus compañeros y luego colegas, Blancarte no se decantó por un cine de abierta denuncia política, eso ya desde su primer ejercicio de estilo y a la vez filme de graduación, el cortometraje Llanto de gaviotas (1971), obra intimista y, según se nos ha dicho, evocadora de su infancia y adolescencia en las playas de la costa del Pacífico. Luego de dejar trunca la carrera de Letras Hispánicas en la misma UNAM, su trayectoria profesional dentro del medio fílmico dio principio con la realización de un buen número de cortos publicitarios y video educativos, así como de sólidos trabajos documentales: Centro del Espacio Escultórico (1976), El milagro del campo (1976), que ganó un concurso promovido por la ONU y el echeverrista Consejo Nacional de Población, entonces bajo la brillante dirección de Luisa María Lean Duk) y Owen, el poeta olvidado (1979-1985), con el que obtiene una Diosa de Plata otorgada por la organización Periodistas Cinematográficos de México).

 

Partícipe del III Concurso de Cine Experimental convocado por el Instituto Mexicano de Cinematografía con el largometraje Que me maten de una vez (1985), Ópera Prima basada en leyendas y relatos populares sinaloenses, Blancarte prosigue su carrera adaptando un par de las mejores obras teatrales de su paisano y tocayo Óscar Liera ("El jinete de la Divina Providencia", 1988 y "Dulces compañías", 1994), para después incursionar lo mismo en el drama sobre los conflictos interiores de una escritora que regresa a su terruño para encontrar algunas claves de su pasado ("Entre la tarde y la noche", 2000), que en la delirante farsa surrealista ("Polvo de ángel", 2005), el recuento vital gran poeta colombiano Porfirio Barba Jacob que se quedó en guion, la comedia de enredos intergeneracionales ("Princesa, una historia verdadera", 2015), además de una sobria descripción de la de los positivos efectos del estímulo a la lectura en un poblado marginal ("La promesa", 2017). Así, el cine de Blancarte (entendiendo por tal a sus largometrajes de ficción), bien puede clasificarse, en términos muy generales, como un permanente homenaje a las diversas formas de la literatura, hecho que viene a confirmarse con "Dulces tentaciones" (2022), versión fílmica de "Afectuosamente, su comadre", la notable pieza teatral gay del dramaturgo y ensayista guerrerense José Dimayuga (1960-2017), obra ganadora, entre otros reconocimientos, del Premio Nacional de Dramaturgia concedido en 1992 por la Universidad Autónoma de Nuevo León. 

 

A la espera de su estreno formal en pantallas comerciales, "Dulces tentaciones", el más reciente filme de Óscar Blancarte tuvo una primera exhibición del 10 al 16 de noviembre del año pasado en el Cinetex Plaza Ánimas, de Xalapa, Veracruz, y otra, de carácter privado, en una de las salas de la Cineteca Nacional. Apoyado en la escritura del guion por Leticia Arellano (a su vez coautora de las escaletas de la serie Tercera oportunidad, nueva incursión de nuestro cineasta en la televisión cultural) y en una espléndida fotografía de su condiscípulo Arturo de la Rosa Martínez y de Jerónimo Goded, Blancarte convierte a su original fuente literaria en una corrosiva fábula, que nos remite a La cenicienta, el clásico de Charles Perrault, pero situada en el México contemporáneo, pletórico en violencia, explotación prostibularia, robos al por mayor y calamidades por el estilo. He aquí, entonces, que la  rutinaria vida de una veterana exprofesora de primaria y secundaria que responde al nombre de Concepción Bautista (la estupenda Margarita Sanz) se ve alterada al atropellar con su auto al travesti homosexual reconocido como Vicky La diabla (Gary Centeno), cuando este último huía de algún motel de paso de la Calzada de Tlalpan luego de y de despojar de algunas de sus pertenencias al previamente drogado empresario Naranjo Papillón (Ariel López Padilla), quien, para disfrazar ante los periodistas y su familia sus “perversos” gustos eróticos, declarará haber sido secuestrado a la salida del  antro al que había ido para tomar algunas “relajantes” copas. La apesadumbrada maestra llevará a Vicky no al hospital sino a su añeja pero bien cuidada casa en la calle de Colima, ubicada en la tradicional Colonia Roma, donde la aparente víctima de atropello permanecerá durante algunos días, pues, en realidad, teme tanto a la policía como al despiadado asedio del proxeneta apodado El gandalla (Ricardo Franco) y de su forzado cómplice Dayana La perra (Ignacio Saucedo), otro gay travesti. A partir de estas premisas, la trama dará varios insólitos giros, lo que irá sacando a la luz, entre otras cosas, los respectivos vínculos que unen a Concepción con su avejentado amigo-novio Víctor (Juan Verduzco), y a Vicky con su atractivo y rico enamorado, el norteño Arcángel (Federico Espejo), quien, por medio de un mensaje, le ha ofrecido el feliz matrimonio que la rescatará del sojuzgamiento atroz.

 

Varios motivos (la película fue, en su mayoría, realizada en la que un buen tiempo fuera la casa familiar del también coproductor al lado de Guillermo Federico Padilla y Ulises Puga; su hija Camila hace un cameo como gerenta de un supermercado, etc) permiten señalar que "Dulces tentaciones" vendría a ser, quizá, la película más personal de un autor escasamente comprendido y valorado por la crítica especializada. Pero, más allá de esos guiños, solo advertibles por amigos y conocidos, esta obra también se revela como la de mayor madurez creativa de su realizador, lo que, entre otras características y afanosas búsquedas de sello propio, implican el desenfado para afrontar o asimilar, según sea el momento, tanto la comedia guarra a lo Pedro Almodóvar (lo que incluye que la ingenua protagonista termine viendo, entre asombrada y fascinada, el trasero al aire de un desnudista fortachón), como referencias explícitas, demasiado explícitas al encanto de Marilyn Monroe en "La comezón del séptimo año" ("The Seven Year Itch, Billy Wilder", 1955), aludir sutilmente una tardía pérdida de la virginidad de la protagonista el día de su enésimo cumpleaños, o hasta darle una completa vuelta de tuerca a los sórdidos encuentros binarios de la mencionada Dulces compañías, todo ello, para concluir, tras calculado tilt up, con la bella imagen de un cielo diáfano pletórico de mariposas de todos colores luego de que el cineasta aparece firmando el relato con fugaz presencia ubicándose al lado de uno de los camiones que trasladan el pesado quipo y maquinaria de rodaje. 

 

Además, algunos aspectos de la trama arremeten, como por no dejar, contra la radical hipocresía de los sectores conservadores, esto por medio del personaje que encarna Ariel López Padilla, quien hace todo lo posible por encubrir su preferencia homosexual latente con tal de dejar a salvo la imagen de su “Sagrada Familia” asentada en el Pedregal de San Ángel o zona urbana parecida. Finalmente, por no de menor importancia, está el detallado recurso de una banda sonora asimismo se nutre de la excelsa música de Nicole Picazo que de boleros de Oswaldo Farrés (“Toda una vida”), el sinaloense Jesús Monarrez (“Luna”) o Rafael Hernández (“Silencio”), para desembocar en la fina ironía del “Corazón de melón”, de Carlos Rigual, en la festiva versión de las hermanas Benítez. 

 

Es de esperar, pues, que "Dulces tentaciones", obra asimismo realizada gracias a un apoyo del Fidecine por medio del Estímulo Fiscal del Artículo 189 de la Ley del Impuesto Sobre la Renta, se estrene en fecha próxima y obtenga el éxito que merece y se conozca más allá de sus hasta ahora contadas exhibiciones.