Alan Coton y la historia de Sofía
Por Hugo Lara Chávez
Sofía es una película cenicienta del cine mexicano. Producida con dificultades en 1999, en su momento fue rechazada para su exhibición en la Muestra de Guadalajara, más tarde, castigada por un tardío acuerdo para su distribución y, en consecuencia, afectada por un retardadísimo estreno comercial. En fin, todo un rosario de calamidades que constituyen casi la norma para las películas nacionales menos esquemáticas.
Y, sin embargo, Sofía, la opera prima del director Alan Coton, fue premiada en el Festival Independiente de Cine y Video de Nueva York de 2000 como la mejor película extranjera y obtuvo en el Festival Internacional de Cine de la India de ese mismo año cinco premios como mejor película, dirección, fotografía, música y actuación femenina. Para comprender la importancia de los premios y el festival basta saber la calidad de su jurado en esa edición, formado por el cantante Sting, la actriz Gwyneth Paltrow y los reconocidos directores Milos Forman y M. Night Shyamalan.
Después de este primer largometraje, Coton, un director empeñoso e independiente, ha creado una filmografía sui generis, como una pequeña isla dentro del cine mexicano, con otros dos largometrajes más, Soba (2004) y Nesio (2008), producidos con pocos recursos, y a contra corriente con los esquemas de distribución y exhibición.
El reparto de Sofía está integrado por Angélica Aragón, Arcelia Ramírez, Issabela Camil, Luisa Huertas, Damián Alcázar y el uruguayo Martín Lasalle, el mismo actor-leyenda cuyo prestigio fue fundado desde su inolvidable colaboración con Robert Bresson en El carterista (Pickpocket, 1959) y cuya trayectoria ha continuado al lado de grandes directores internacionales, si bien ha sido en México donde ha sostenido una actividad continua a lo largo de los últimos treinta años, incluyendo participaciones en cintas recientes como Segundo Siglo, de Jorge Bolado.
En tanto, el director Coton (cuyo crédito aparece a veces como Alan Gómez Coton) ha realizado anteriormente algunos cortometrajes, apoyado en varios de ellos por el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos —el CUEC, donde se formó—, entre los que se hallan La afectuosa voz del encargado número 54 del Banco Central (1992), El fin del comienzo (1994) y El viaje en paracaídas (1994). En adición, tiene muy avanzado otro proyecto de largometraje titulado Justina en Estocolmo.
El argumento de Sofía, escrito por el propio director, gira en torno a una vulcanóloga que regresa de Estados Unidos y se instala en el pequeño poblado de Nepantla con el propósito de ver al Popocatépetl activo y cumplir así uno de sus deseos antes de morir. Este ambiente la conduce a un viaje introspectivo, que se asocia con una fascinación creciente por la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz, nacida en ese mismo lugar. Con ello, se van revelando varios aspectos sobre la sensibilidad de ambas mujeres, sobre sus sueños, aspiraciones y conflictos.
Se trata de un relato intimista, que se asoma por los terrenos del feminismo a partir de los ejes que marca la doble historia que se trenza, entre dos mujeres de distintas épocas, que se identifican y se unen a través del tiempo. Sofía es una película que, argumentalmente, rompe con la tendencia general del cine mexicano más reciente y eso, sumado a sus demás atributos cinematográficos, la hace atractiva de antemano. Habrá que constatarlo en su estreno comercial, que ojalá ocurra pronto.
(Texto publicado originalmente en abril de 2003)
