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2023-08-29 00:00:00

Los inicios vergonzosos de Francis Ford Coppola (Parte II): «The Bellboy and the Playgirls»

Por Pedro Paunero
 
John Milius —célebre por dirigir “Conan el bárbaro” (Conan the Barbarian, 1982), “El viento y el león”( The Wind and the Lion, 1975) y una joya de culto sobre el mundillo del surf, “El gran miércoles” (aka. El verano de mi juventud, Big Wednesday, 1978)—, confesó en cierta ocasión sobre su colega Francis Ford Coppola: “Francis tenía un armario en el edificio del productor; robaba material y equipo y lo iba metiendo allí. Decía que algún día, cuando por fin lo echasen, con eso tendríamos bastante para hacer otra película”. (1)
 
La precariedad de medios en el cine —de la cual se podrían escribir tratados completos, en torno a cineastas particulares—, también caracterizó el trabajo del primer Coppola. Y aún después, no lo olvidemos.
 
A la par que se abren los títulos de “The Bellboy and the Playgirls” —un encargo de la productora Screen Rite Pictures—, escuchamos la optimista música de Klaus Ogerman —el impresionante arreglista de “La garota de Ipanema”, de Tom Jobin, y de canciones de Frank Sinatra, ni más ni menos—, y no la del indefectible Carmine Coppola, por una razón muy especial: este no es material original de su hijo, quien aparece, justamente acreditado como responsable de haber escrito y dirigido el material adicional de la cinta, es decir, del rodaje de ciertas partes para una película que ya existía —como sucediera con “Tonight for Sure”—, y que había sido dirigida por Fritz Umgelter, exitoso director de telefilmes para la televisión alemana, activo desde los años sesenta hasta principios de los ochenta. Bastante hábil, Umgelter dirigió adaptaciones de obras tan variadas que iban desde algún título de Agatha Christie, pasando por el “Romeo y Julieta”, de Shakespeare, hasta “El hombre que fue jueves”, de Chesterton.
 
Y es, precisamente esta capacidad de fagocitar otras películas, por parte de Coppola, lo que sus compañeros de la universidad le echarían en cara. ¿Cómo podía realizar aquellos engendros? ¿Cómo se atrevía a ello? Coppola tenía otros planes. Acaso vislumbrara ya que, este, no sería sino un primer paso. Pero, seguramente, ni él lo sabía.
 
Este producto desechable que es de “The Bellboy and the Playgirls”, comienza como una cursi situación —bastante sobre actuada—, en la que una chica aparece sumamente nerviosa por tener sexo con su novio antes del matrimonio, en un cuarto de aspecto sórdido, de la que pronto nos percatamos —movimiento de cámara evidente, hacia la butaca del director (Willy Fritsch, el protagonista de “La mujer en la luna”, de Fritz Lang)— que se trata del ensayo de una obra de teatro, y que Dinah (Karin Dor, la Helga Brandt de “007: Sólo se vive dos veces”) la actriz, se niega, igual que su personaje, a hacer la escena de desnudo. La cámara sigue desplazándose hacia la tramoya, donde descubrimos al botones del título (Don Kenney, el minero bobalicón de “Tonight for Sure”, insólitamente también técnico de iluminación en el teatro a tiempo parcial quien, rompiendo la cuarta pared, se dirige al espectador confesando que su auténtico deseo —en un guiño a “El moderno Sherlock Holmes”, de Buster Keaton, pero también al Jerry Lewis de “The Bellboy” (1960)—, es convertirse en detective para impresionar a las mujeres —de igual forma, el tipo es un pacato que les teme, lo que en términos actuales se conoce como “incel”—, por lo cual enseña la portada del libro —titulado “Cómo ser un detective de hotel y agradar a las mujeres”—,  que estudia diligentemente, hacia la cámara. El director no encuentra mejor forma de convencer a Dinah, que irle desmadejando una sarta de historias que involucran actos sexuales a través de la historia —con escenarios tambaleantes de cartón piedra, como fondo—, hasta que esta ceda a realizar la dichosa escena. Pero Dinah tiene una rival (interpretada por Mady Rahl) quien, ante la negativa de Dinah, quisiera arrebatarle el papel y llevarlo al extremo, pasando de la cursilería al guateque musical.
 
Estos segmentos, rodados en blanco y negro, pertenecen a la cinta original “Mit Eva fing die Sünde an” (1958), de Umgelter, a la cual Coppola calificó de “película estúpida”, añadiéndole varios minutos de desnudos —los correspondientes al botones y su historia—, rodados en color y en 3D, para su pase en esas tan legendarias —como escabrosas—salas para adultos estadounidenses. De las promesas en 3D queda poco. Como ya en su momento. Y, una vez más, las tijeras de Jack Hill, en la edición, se hicieron sentir en este “Copypaste” cinematográfico. Vale la pena apuntar algunas cosas sobre Hill, ex compañero de estudios de Coppola en la UCLA, y a quien Tarantino calificó, exageradamente, de “el Howard Hawks del cine de explotación”. Hill también realizó la fotografía de “The Bellboy and the Playgirls”, y se le recuerda, especialmente, no sólo por la citada “Spider Baby”, sino por un cortometraje estudiantil, “The Host”, que tuvo influencia en la colosal “Apocalypse Now” (1979), de Coppola, sobre todo en una de sus secuencias más célebres, la de Kurt (Marlon Brando) pronunciando la frase “el terror, el terror”, tras un plano secuencia a los libros de su biblioteca, entre estos “La rama dorada”, de Sir James George Frazer, que sería la fuente de inspiración del citado corto de Hill.
 
Para estos segmentos americanos —unidos mediante escenas en blanco y negro al material fuente,  por ejemplo, el botones estirando la mano desde detrás de una cortina negra, misma que aparece detrás de los actores de “Mit Eva…”, aunque el grano de las dos cintas sea distinto, y esto se note claramente—, se recurrió entonces a una auténtica playmate, la célebre June Wilkinson —a quien Russ Meyer fotografiara para Playboy, a inicios de su carrera—, que pasaría a la historia por ser la mujer desnuda más fotografiada del mundo. Miss Wilkinson no fue la única en aparecer en este monstruo de Frankenstein —por aquello de los retazos de que está hecha—, pero sí se vio bastante preocupada —dice la leyenda— porque el padre de una de sus compañeras se enterara de su intervención en el filme —o que acaso la reconociera en pantalla, dando a entender que su progenitor era habitual de este tipo de cine—, y pudiera “matarla” a golpes, y así se lo hizo saber a Coppola. La razón no era para menos, pues la muchacha le había confesado que contaba con tan sólo diecisiete años de edad por entonces. Coppola, sin inmutarse, le respondió que “podía dejarse puesto el sostén”.
 
Nuestro antipático botones supone que la paz del hotel donde trabaja —en especifico, en la habitación 229, del Happy Holiday Hotel— se ha visto interrumpida por una especie de banda de prostitutas, lideradas por la misma June —quien, por cierto, no se desnuda del todo en la película—, a la cual también pertenecen otras modelos, como Gigi Martine, Ann Perry (quien aparece en “The House On Bare Mountain”, de R. L. Frost del año 1963) (2) y Laura Cumming. Y es aquí donde todo el asunto nos remite a las cintas sexploitation del citado Frost, con su picante cine del equívoco y sus detectives metidos en enredos sexuales, pues el botones, después de enfrentarse en un duelo de Strip poker y perder, se retira avergonzado, evitando quedar desnudo ante las chicas, que resultan ser modelos de lencería.
 
Coppola cobró $250.00 por rodar su material, tocándole a Hill solamente $25.00 por su trabajo. Ignoro cuánto cobró Miss Wilkinson, o la chica de diecisiete, pero tal vez su preocupación no estaba tan justificada, pues la película se perdió —o alguien la hizo perdidiza—, poco después de su estreno, hasta que un fan de Coppola se hiciera con la única copia y fuera reeditada en Blu-Ray por parte de Kino Classics, en su colección The 3-D Nudie-Cuties Collection.
 
Mirando atrás, desde el Coppola soñador y romántico del Siglo XXI, involucrado en el mega proyecto de “Megalópolis”, acaso su testamento cinematográfico, a un costo de 120 millones de dólares, y que mucho después de “The Bellboy and the Playgirls” filmaría una secuencia erótica onírica en su versión del “Drácula de Bram Stocker” (1997), (3), “The Bellboy”, resulta curiosa por una especie de ironía –bastante desvanecida en el tiempo—, a saber, la de haber empatado un exploitation en toda regla, para la creación de un segundo. ¿Honor entre ladrones? ¡Qué va!
 
Poco tiempo después de trabajar en estas películas, que bien le sirvieran a Coppola de ejercicios técnicos, que no de estilo —siempre bajo la férula del productor—, conoció a Roger Corman, padrino de varios talentos futuros, que comenzaron como ayudantes y, prácticamente, piratas, liderados por este “rey de la Serie B” que, no obstante, los formó en una escuela dándoles herramientas suficientes para sus posteriores carreras (4). A Coppola se le encargó editar “Nebo Zoviot” (Aleksandr Kozyr y Mikhail Karyukov, 1959) una película rusa de Ciencia ficción, con la cual se haría una segunda, “Battle Bryond the Sun” (1962), con los añadidos correspondientes. Algo en lo que Francis ya tenía práctica. Y, de ahí, “Dementia 13” (1963), esa respuesta barata —y aun así,  ingeniosa— de Corman a la “Psicosis” (Psycho, 1960), de Hitchcock.
 
Un nerd llamado Grorge Lucas vería en Coppola a un sujeto digno de admiración, y John Milius llegó a expresar: “?bamos a ser los nuevos Godards, los nuevos Kurosawas. Y Francis iba a guiarnos”. Muy atrás quedaban ese par de títulos vergonzosos que son “Tonight for Sure” y “The Bellboy and the Playgirls”.
 
El camino al Nuevo Hollywood se abría ante Coppola, brillante, e incluiría la, para muchos, mejor película de la historia, en su filmografía, “El padrino”. Pero Coppola no lo tenía claro:
 
“A mí me interesaba la Nouvelle Vague, Fellini, esas cosas, y como todos los tipos de mi edad, quería hacer esa clase de películas. Para mí, el libro de Puzo —léase, El padrino—, representaba todo lo que yo quería evitar”.
 
Como se ve, los caminos del genio no siempre son claros.
 
 

También véase:

Los inicios vergonzosos de Francis Ford Coppola (Parte I): «Tonight for Sure» por Pedro Paunero.
 

Notas:

(1) Peter Biskind. Moteros tranquilos, toros salvajes. La generación que cambió Hollywood. Anagrama. Barcelona. 2018.

(2) Blanco, negro y mugriento. Las películas perdidas (y restauradas) por Nicolas Winding Refn (II) por Pedro Paunero

(3) El orgasmo y la mordida: El Softcore porn en el «Drácula» de Coppola. La escena (I) por Pedro Paunero.

(4) Auge y caída del Nuevo Hollywood por Pedro Paunero.